jueves, 17 de julio de 2025

Un orfeón de veinte mil voces

 

     Uno de los debates más encendidos que se dan hoy en día en nuestra sociedad es el concerniente a las corridas de toros y la consiguiente discusión acerca de su prohibición o no. Pienso que esa imparable corriente de opinión acabará por llevarse por delante las corridas de toros allá donde esté menos arraigada. El debate no es nuevo, es cierto que desde hace varias décadas hay una sensibilidad que antes no existía en torno al maltrato animal en general y en particularmente en el caso de los toros. Estoy de acuerdo en que el toro sufre en el ruedo y que todo el espectáculo es una lenta agonía desde el momento en que aparecen los picadores, la suerte de banderillas y la estocada final. Otra cuestión es si se puede considerar arte y cultura la lidia, pero me niego a pensar que destacados miembros de la poesía, la literatura, el cine y las artes, que se destacaron precisamente por el apoyo a los toreros carecieran de sensibilidad y de la más mínima humanidad por saberse incondicionales del espectáculo taurino. Pienso que cada época modela en cierto modo al individuo, le hace partícipe de una manera de pensar, sentir y expresarse.

     Yo no soy partidario de su prohibición, es más, me parece éticamente más reprobable que dos personas se líen a puñetazos entre el delirio de una multitud que les jalea y aplaude. No me refiero solo al boxeo, sino también a las artes marciales mixtas y similares. Dicho lo cual, tengo que decir que he asistido a algunas corridas de la Feria de San Fermín en Pamplona, un lugar donde el verdadero espectáculo reside tanto o más en las gradas que en el ruedo. Algunos toreros se niegan a venir porque entienden que el público está a otra cosa mientras ellos se juegan la vida.  Están en su derecho y no les critico. Pamplona es así, se distingue de las demás plazas porque la fiesta no tiene descanso durante ocho días. En la plaza se come, se bebe y se canta, convirtiéndose de esta manera en un gran coro, ya sea para interpretar “El rey”, “La chica ye-yé”, los éxitos del grupo de rock Barricada o los que correspondan.

     Existen dos ambientes claramente diferenciados: el de sol y el de sombra. El de sol es irreverente, contestatario, reivindicativo, mordaz, etc; el de sombra es tranquilo, conservador, más atento a la lidia pero también al espectáculo que montan las gradas de sol. El primero lo conforman mayoritariamente jóvenes de entre dieciocho y cuarenta años, el segundo es más heterogéneo. A primera vista se diría que son antagónicos, pero en el fondo se respetan y se quieren. Pese a los tímidos intentos de un determinado sector político para sondear la población de cara a un hipotético futuro de Sanfermines sin toros, yo creo que a corto plazo esa posibilidad todavía no se vislumbra a tenor de la fría reacción con que la mayoría de la población ha recibido la propuesta. Lo pude  comprobar el 14 de julio, último día de fiestas, cuando al término de la corrida todo el mundo se quedó en la localidad para cantar y despedirse hasta el año que viene. ¡¡¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!!!

martes, 1 de julio de 2025

Amigos para siempre

 

     Una gran mayoría de psicólogos y pedagogos está de acuerdo en afirmar que el núcleo familiar y el ambiente en que se desenvuelve el niño durante los años de formación, son fundamentales a la hora de buscar un equilibrio cuando lleguen a la edad adulta. Me faltaba escribir en este post acerca de gente a la que aprecio y que conozco desde hace un montón de años. Tuve la suerte de formar parte de un grupo humano excepcional y, aunque algunos ya nos conocíamos por haber estudiado juntos los primeros años de Bachillerato no fue hasta 1969 en Alba de Tormes (Salamanca) donde comenzó nuestra andadura. Yo me incorporé a mediados del mes de octubre de ese año porque estuve ingresado diez días en el hospital debido a una bronquitis. Mi padre me acompañó en el viaje al ser yo menor de edad. Era la primera vez que salía de la provincia, cuatrocientos km. era para mí como ir al fin del mundo. Entonces los viajes en tren eran pesados e incómodos. Salimos de Pamplona a las diez de la mañana rumbo a Alsasua. Allí cogimos otro tren procedente de Hendaya con destino a Salamanca y Fuentes de Oñoro, casi en la frontera con Portugal, por fin llegamos a Alba de Tormes a la hora de cenar. Teníamos alrededor de quince años y estábamos internos en un colegio religioso. Para quienes nos gusta rememorar efemérides importantes diré que 1969 fue la llegada del ser humano a la Luna y, 1970 fue la disolución definitiva de los Beatles. Nuestro curso lo componíamos vascos, navarros (para algunos una redundancia), castellano-leoneses, manchegos, extremeños, asturianos, andaluces, levantinos… allí aprendimos lo que significaba la España plural y diversa; salvo Galicia y Cataluña prácticamente todas las CCAA estaban representadas, pero entre nosotros nunca hubo conflictos territoriales en función de nuestra procedencia.

     Han pasado casi sesenta años desde entonces y aunque algunos compañeros siguen en la vida religiosa, la mayor parte nos fuimos descolgando por el camino. Hoy la mayoría somos abuelos o en vías de serlo. Pues bien, a lo largo de estos años hemos celebrado congresos en Salamanca, Madrid, Valencia, Cuenca, Navarra y Almería celebrando la vida y el poder encontrarnos de nuevo. Lo de menos es si en la actualidad nos consideramos creyentes, ateos o agnósticos porque lo que nos une es un pasado en común, los valores que se asientan en la amistad, el compromiso, la lealtad, en definitiva creer en la utopía en aras a conseguir un mundo mejor.  El artífice de todo esto es un cura, Simón Reyes, un hombre adelantado a su tiempo, favorecedor del diálogo, partidario de tener siempre un espíritu crítico frente a la realidad que nos rodea y frente al poder, la importancia de creer en las personas, el cual nos inculcó que la fuerza del grupo reside en potenciar todas las capacidades de cada individuo. En ese grupo aprendí, por testimonios de otros compañeros, que nada en la vida se consigue sin esfuerzo, el respeto a las personas y la solidaridad entre ellas.

     Siempre es un regalo volver a encontrarse a los setenta años con personas que conocimos cuando teníamos quince. No hace falta que diga  sus nombres porque ellos saben muy bien a quiénes me refiero. Todavía nos quedan algunos proyectos que compartir. Nuestro próximo congreso será en Alicante en septiembre, donde esperamos reunir a unas 20-25 personas, actualmente distribuidas por toda la geografía nacional.

    

viernes, 20 de junio de 2025

La profesora de música

 

     Otto Bormann tenía diecinueve años cuando se enroló en la red de Ferrocarriles estatales de Alemania donde trabajó desde 1941 hasta 1943, año en que fue abatido por las Waffen-SS tras una operación especial de asalto a un tren en marcha. Durante dos años fue ayudante de maquinista transportando prisioneros judíos desde diferentes puntos de Alemania y Francia hasta Auschwitz en los llamados trenes de la muerte. No le fue fácil acceder a ese oficio puesto que  todos los aspirantes a trabajar en los convoyes que trasladaban a prisioneros judíos a los diferentes campos debían pertenecer al partido nazi. En su caso hicieron una excepción porque el titular en su puesto cayó enfermo y lo que pensaron que era algo coyuntural se fue alargando casi hasta el final de la guerra.

     Muchos días al acabar la jornada, Otto se emborrachaba con el fin de olvidar el maltrato y las vejaciones que sufrían los prisioneros. Olvidar era la palabra, pero no era tarea fácil sustraerse a la brutalidad unida a la impotencia que veía a diario cuando paraba el tren al final de su viaje. El maquinista jefe, Klaus Schmidt, una vez llegados a su destino, procuraba no dejarle demasiado tiempo libre y rápidamente lo tenía ocupado en tareas de mantenimiento de la locomotora: comprobar los inyectores de aire, engrasar los cilindros, en invierno llenar los areneros, mirar los niveles de aceite, llenar el depósito de agua, etc. Sin duda, tenía órdenes expresas de tenerle muy vigilado.

     Una mañana, estando en tareas de mantenimiento lejos de la vista de su jefe, vio una cara conocida entre el numeroso grupo de prisioneros que bajaba de los vagones. Se trataba de Erika, la bella profesora de música que le había dado clases años atrás en Düsseldorf. Vivía sola, su familia había emigrado a EEUU y ella les prometió que se uniría a ellos en cuanto pudiera. Otto desconocía su origen judío, significarse esos años equivalía a una deportación segura, él tenía entonces quince años y nunca se atrevió a decirle que estaba enamorado de ella. La vio sola, desvalida, cerrando el grupo, camino de su triste final después de un viaje de más de mil kilómetros en condiciones penosas.

     Eran los últimos prisioneros y ya apenas quedaban guardias en el andén. Casi sin tiempo para pensar y aprovechando que su jefe no estaba presente, Otto accionó el silbato de la locomotora para atraer su atención. Ella le miró reconociéndole al instante.

     —Erika, sube. Rápido!!! —fue la orden al tiempo que accionaba la palanca de contravapor para dar marcha atrás.

      Dos soldados que custodiaban el convoy se dieron cuenta de la maniobra una vez que el tren se puso lentamente en marcha.

     Erika no lo dudó y corrió hacia la locomotora. Su suerte ya estaba echada de antemano. ¿Qué podía perder? Otto la ayudó a subir.

      Achtung!! Achtung!! A continuación se oyeron una lluvia de disparos producidos por los centinelas.

     —Es una locura—dijo ella—nos matarán.

     —Tu destino será el mío —le respondió Otto.

     Entonces Erika lo comprendió todo; Aquellas miradas, aquellos pequeños detalles para con ella. Ambos se abrazaron.

     El Jefe de estación más próximo ya estaba sobre aviso. A los pocos minutos una compañía de las SS ocupó la estación y  mandaron el tren a una vía muerta para hacerlo descarrilar. Los guardias se encargarían de que no hubiera supervivientes. Las órdenes que venían de arriba eran tajantes: no debía haber testigos que explicaran las actividades dentro del campo, ni tampoco el destino final de los prisioneros.

martes, 17 de junio de 2025

Terapia musical

 

     En la planta de oncología del hospital Gregorio Marañón se halla el paciente Miguel Arazuri, el cual se encuentra en tratamiento por un tumor en el colon. Tiene sesenta y cuatro años, no es ni muy mayor ni tampoco joven. Una edad en la que uno piensa que todavía le quedan bastantes años de vida, tiene planes para su próxima jubilación pero la enfermedad nunca pregunta, simplemente aparece y punto. Lleva varias semanas ingresado y está esperando el dictamen final de los médicos y, aunque él es una persona optimista también se está preparando para lo peor. Observa con atención a otros pacientes que se encuentran en la misma o en parecidas circunstancias: cómo afrontan la enfermedad, las visitas que reciben, cuál es el reflejo de sus caras. Piensa que hay una verdad evidente y es que nunca estamos preparados para el viaje final que nos espera, porque la muerte es una palabra que nadie queremos oír. Para referirnos a ella preferimos utilizar eufemismos que resultan menos traumáticos como por ejemplo “fulanito nos ha dejado” o bien “menganito se ha ido para un largo viaje”.

     Por la planta del hospital aparecen de vez en cuando gente ajena al servicio médico y personal de enfermería o de limpieza. Se trata de personas voluntarias que ofrecen de manera solidaria interpretación, canto, etc. dirigido a pacientes que se encuentran hospitalizados. A veces también reciben la visita de algún deportista famoso que charla un rato con los enfermos, firma camisetas o se fotografía con ellos. Hoy lunes han recibido la visita de dos chicas jóvenes. Están en una gran sala, en medio de la curiosidad y rodeadas de enfermos, médicos y personal de enfermería, una ha colocado su teclado y la otra afina el violoncello. Poco antes de dar comienzo, la pianista, Lucía, ha presentado a su compañera Olga Kutnesova. Dice que pertenecen a la asociación Música en Vena, una organización sin ánimo de lucro formada por músicos voluntarios, que están allí para hacer olvidar por unos momentos el desconsuelo y la tristeza de quienes sufren enfermedades. Asegura que la fuerza de la música consiste en unir a las personas por encima de cualquier condición en un sentimiento de humanidad que engloba a todos. Sus palabras son recibidas con aplausos por parte de los enfermos y personal médico que se hallan presentes. Luego, y por espacio de media hora interpretan sonatas de Bach, Brahms, Debussy, Chopin, Mozart… Junto a los enfermos hay también familiares que les acompañan, muchos de los cuales apenas pueden dominar sus emociones.

    Para las intérpretes es un momento muy especial porque es la primera vez que actúan en un hospital y sienten esa comunión con el paciente que les escucha con respeto y atención. El concierto acaba con una salva de aplausos por parte de los asistentes. Luego se paran a hablar con los enfermos, se preocupan por su salud y se fotografían con ellos. Cuando se acercan a Miguel éste les pregunta qué obra han interpretado en último lugar. Olga le responde que la Serenata de Schubert.

     —Podríais tocarla de nuevo?

     —Por supuesto que sí.

     Cuando suenan los primeros compases del violoncello, Miguel siente que es una música triste pero al mismo tiempo de una gran belleza; piensa que tal vez el compositor se inspiró en un momento parecido a éste o después de padecer un tiempo de depresión. Hay un punto de melancolía en toda la obra. Luego siente que la música fluye hasta elevarse casi hasta el cielo. Han sido apenas cinco minutos pero Miguel se siente enormemente agradecido y cuando terminan besa las manos de las intérpretes.

     —¿Le ha gustado? —le pregunta Olga.

     —¿Qué si me ha gustado? Pensé que eran dos ángeles las que tocaban —ha respondido visiblemente emocionado.

    

    

 

 

 

 

 

lunes, 2 de junio de 2025

Eclipse de sol

 

     Toda la familia del joven Nurzhan son ganaderos trashumantes en las estepas de Mongolia, tal como lo heredaron de su cultura durante generaciones. Su actividad principal es el pastoreo de ganado, que en total suman más de trescientas cabezas entre ovejas, cabras y yaks de los que obtienen, leche, queso, lana, carne y otras bebidas fermentadas.

     Nurzhan  tiene diecisiete años. Es más bien pequeño de estatura pero de complexión robusta al igual que su padre. Conoce bien el oficio desde que dejó la escuela a los doce años. Ama la vida que lleva y quiere seguir la tradición familiar. Él y su familia viven en una tienda circular, al estilo nómada tradicional, que en cada cambio de estación se ven obligados a desmontar, siempre en busca de tierras fértiles para su ganado. En cambio su primo Arman, que es dos años mayor, emigró a la capital Ulan Bator en busca de oportunidades, harto de la vida en las montañas, pero ahora malvive en los suburbios aceptando trabajos míseros y mal pagados.

     Hoy debe desplazarse para vigilar el rebaño de ovejas que pastan en la infinita llanura verde salpicada de pequeños cerros que se abre ante sus ojos. Un riachuelo que nace en las montañas, discurre entre la vegetación de matorral bajo y sirve de abrevadero para el ganado. El cielo azul anuncia un espléndido día de primavera. A lo lejos se divisan las nevadas cumbres que dejaron atrás para asentarse en este valle rico de pastos al abrigo de un clima más benigno. Es casi mediodía y ayudado por sus perros Nurzhan trata de reunir el rebaño disperso por el gran valle, que ramonea buscando los tallos más tiernos de los arbustos. Momentos después nota que los rayos del sol son menos intensos pero apenas le da importancia, más preocupado en reunir el rebaño para la vuelta. Con el dinero que obtenga de la venta de leche de sus ciento cincuenta ovejas tendrán para comprar un generador para la tienda. La luz solar va descendiendo paulatinamente y algo más tarde las primeras sombras comienzan a aparecer sin que haya señal de tormenta. Nurzhan se pregunta qué está sucediendo pero no tiene a nadie a quien recurrir. Los animales se quedan quietos, como atemorizados, y los perros dejan de ladrar. Una hora más tarde la oscuridad es total y puede observar las estrellas y constelaciones que él conoce bien. Observa con claridad Orión, la Osa Mayor y Casiopea. Está algo asustado, hay algo de misterio, pero todo es hermoso y mágico a la vez. A pesar de conocer de memoria el cielo de las estaciones, nadie hasta ahora le ha hablado del fenómeno que está sucediendo. Minutos después la claridad vuelve de nuevo y las sombras se van retirando. Se pregunta si estará soñando, pero no, porque los perros de nuevo vuelven a ladrar en cuanto aparecen los rayos del sol. Sabe que ha sido testigo de un espectáculo extraordinario y está deseando  volver con los suyos a la tienda para contarlo.

lunes, 5 de mayo de 2025

Almadieros

 





      Hace ya algún tiempo en este mismo post escribí acerca de los oficios perdidos en las últimas décadas, bien porque no habían encontrado el relevo generacional o  porque cada época determina una manera de ser,  de pensar, de organizarse y hasta en lo que hoy llamaríamos relaciones de productividad. Estoy hablando de un oficio que lleva en torno a setenta años desaparecido, el de los almadieros.

     Las almadías son un conjunto de troncos de árboles engarzados entre sí que se transportaban desde los valles pirenaicos a través de los ríos. En Navarra se llamaban almadías pero dependiendo de la zona se conocían por otros nombres: en Aragón se llamaban nabatas, en Cataluña raiers y en Castilla balsas de troncos y quienes las transportaban se denominaban gancheros. Era un oficio duro no exento de peligros que a veces provocaban la muerte de quienes los conducían (generalmente no sabían nadar) debido a la fuerte hidrodinámica de los ríos pirenaicos. Así lo atestigua la Sociedad de Almadieros de Vidángoz (Navarra), la cual tuvo que indemnizar a la viuda de un fallecido en 1917 con 2900 pesetas de la época.

     La actividad cesó a mediados de los años cincuenta del pasado siglo cuando el transporte por carretera pasó a mitigar el peligro de quienes transportaban la madera. Únase a esto la construcción de pantanos y embalses que obstaculizaban el paso de la conducción de troncos por vías fluviales. Muchos hijos de familias de la zona pirenaica, principalmente de los valles de Roncal en Navarra y Ansó en Huesca, emigraron a Norteamérica y Argentina desde 1870 hasta 1930 aproximadamente. Las hijas, también llamadas golondrinas, generalmente emigraban al sur de Francia, a la localidad de Mauleon (Zuberoa) a las fábricas de alpargatas establecidas allí, en un viaje de tres o cuatro días cruzando la frontera a pie acompañadas por algún familiar. Se les llamaba golondrinas porque iban ataviadas de negro y el éxodo comenzaba en octubre y volvían en primavera. De esta manera las familias se evitaban una boca que alimentar  y a cambio obtenían una pequeña renta que generalmente consistía en ropa de ajuar.

     Los chicos adolescentes al abandonar la escuela  iban al monte a ayudar en las tareas de cortar pinos y hayas, arrastrar los troncos con caballerías, destajar ramas etc. Los más veteranos se encargaban de navegar los troncos río abajo en un viaje lleno de aventuras: había que sortear curvas, salvar recodos, saltar presas, empapados hasta la cintura. Había emplazamientos peligrosos donde solo se atrevían los más experimentados. Uno de ellos era la foz de Arbaiun, un cortado entre paredes de piedra temido por todos los almadieros que debían atravesarlo. Allí falleció Donato Mendibe en 1942 cuando la almadía que conducía se estrelló contra las rocas. El peligro no era solo caer al agua sino que algún tronco de doscientos o trescientos kilos se soltara del resto y te golpeara. El paso por las diferentes localidades llevaba aparejado el pago de un tributo que los almadieros se veían obligados a abonar. No faltaban los procesos judiciales motivados por la rotura parcial de algunas piedras de la presa a causa del empuje de los troncos.

     La travesía generalmente se hacía en primavera desde los ríos más próximos a los montes donde se extraía la madera que en Navarra solía corresponder al río Esca enclavado en el valle del Roncal, de ahí pasaba al río Aragón y de éste al Ebro. Visitar la ciudad de Zaragoza era todo un descubrimiento para las gentes que no habían salido de su lugar de origen, desde el valle de Roncal tardaban aproximadamente ocho días. Pinos, hayas y abetos era la madera que se utilizaba en las almadías. Cada una estaba formada por 16 o 18 troncos amarrados entre sí mediante jarcias vegetales, principalmente avellano, las cuales se unían formando varios tramos de entre dos y siete almadías. Por lo general la temporada empezaba a últimos de noviembre hasta el mes de mayo.

     La leña tenía diversos usos, unas veces se empleaban para calefacción en invierno. La más delgada era para los tejados, la mediana para pisos y la más gruesa para la serrería. En ocasiones el viaje concluía en la desembocadura del Ebro en Tortosa. De ahí se transportaba la carga en barco hasta la ciudad de Cartagena y servía para la construcción de barcos (siglo XIX).

     Desde el año 1990 la localidad de Burgui (Navarra) celebra un homenaje el último sábado de abril o el primero de mayo a cuantos desempeñaron ese duro oficio, un reconocimiento en el que no falta la música y el baile, así como la artesanía  y la degustación de productos locales como el queso, yogures, miel, espárragos, tortas de txantxigorri y otros productos ecológicos.  

 

    

sábado, 19 de abril de 2025

Los prisioneros

 

     La sola presencia de aquella mujer alborotaba a los presos del penal. Se trataba de la esposa del director Emeterio Rojas, veinte años más joven que él. Era una mujer de buen ver, guapa y elegante, que de vez en cuando acudía al penal a visitar a su marido. Ya se sabe que los rumores son la antesala de las noticias y en el penal no se hablaba de otra cosa desde hacía varios días. La situación de los presos estaba en el punto de mira desde el momento en que se dispuso el cambio en la dirección hacía ya más de un año. Desde el primer día el nuevo director de la prisión (un sádico que disfrutaba con el dolor ajeno), ejercía el mando de una manera arbitraria y despótica. Según él la excesiva relajación era la culpable de todo. Por expresa orden suya se cancelaron los permisos, el acceso al tercer grado y aumentaron las horas de trabajo. El ambiente poco a poco se fue enrareciendo y todo explotó el día en que apareció en el patio una gran pintada en la pared “Rojas cornudo”. Inmediatamente mandó que todos los presos sin excepción formaran allí mismo. A través de un megáfono y subido a una tribuna prometió que todo se olvidaría si el culpable reconocía el delito, se presentaba ante él y pedía perdón, de lo contrario todos los presos asumirían las consecuencias. Al día siguiente ordenó que le sirvieran la comida delante de todos los presos, los cuales llevaban un día sin probar bocado. Rápidamente un camarero dispuso el mantel, la botella de vino, el pan y los cubiertos mientras él peroraba a los presos acerca de la disciplina y la igualdad de trato.

     —Aquí no se admiten privilegios. El rancho es el mismo para todos, desde el director hasta el último recluso. Todavía están a tiempo. El valiente que lo hizo que dé un paso al frente, de lo contrario entenderé que todos ustedes le protegen.

     Miró a los presos pero nadie se movió. Luego, disfrutando del momento se recreaba con el cuchillo y el tenedor cortando el bistec con guarnición mientras echaba una ojeada a los presos. Los más salivaban, otros preferían no mirar. El Director de momento ha suprimido las visitas porque no quiere que el control se le vaya de las manos, lo último que desea ver es un enjambre de periodistas pregonando a los cuatro vientos que el director ha suprimido el rancho a los internos. Otro día, después de una dura mañana de trabajo los presos guardan turno en espera de sus raciones. Al momento aparecen dos cocineros que traen una gran olla humeante que contiene trozos de carne, tocino, nabos y berzas. Todos esperan con el plato en la mano pero cuando va a dar comienzo la distribución, el director vuelca la olla de una patada derramando todo su contenido. Los prisioneros se lanzan como posesos a coger con las manos los trozos más grandes de carne, para mayor satisfacción del oficial que no oculta una sonrisa burlona.

     Sólo un hombre se ha mantenido firme despreciando la comida derramada en el suelo. Con gesto altivo y mirada desafiante observa fijamente al director al mando, al que poco a poco se le va helando la sonrisa. Nunca un prisionero se había atrevido a desafiar su autoridad con esa insolencia y, en un arranque de ira arrebata el arma a un guardia, con pasos decididos se planta ante el prisionero y lanzándole un culatazo con el fusil en la cara le derriba al suelo. Los demás prisioneros observan la escena sobrecogidos, presintiendo el duro castigo que le espera. A duras penas se levanta sin emitir una queja mientras un chorro de sangre le cae de la nariz hasta la barbilla. Sus compañeros, avergonzados, tiran al suelo los trozos de carne que han cogido. Nada es más humillante que la propia dignidad pisoteada.

     Para entonces los hechos ya están en los despachos de las agencias y en las mesas de redacción. Uno de los guardias ha destapado la noticia denunciando la situación en la cárcel. El escándalo es mayúsculo en toda la ciudad. El director es sustituido de manera fulminante para regocijo de todos los presos que lo celebran entre abrazos en el patio.

     Cuando Rojas abandona la prisión a bordo del coche de un familiar echa un último vistazo a los muros de la prisión. En todas las ventanas de las celdas que daban a la calle, colgaban carteles donde se leía “fui yo”. En el coche, Rojas iba rumiando una amarga letanía “hijos de puta, hijos de puta…”.

domingo, 6 de abril de 2025

Frases

 

1.    “Cuando los libros pasan de moda solo sirven para envolver pescado”.  

      Robert Graves (Yo Claudio)

2.    “Nunca pidas prestado. Primero pides prestado, luego pides limosna”

      Ernest Hemingway (El viejo y el mar)

3.    “Nadie debiera estar solo en su vejez”

       Ernest Hemingway (El viejo y el mar)

4.    “Si vi más lejos que nadie es porque me subí a hombros de gigantes”

             Isaac Newton (Refiriéndose a Galileo y Copérnico)

5.     “Siempre que hablo con gentes del campo pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuanto nosotros sabemos”

     Antonio Machado (Campos de Castilla)

6.    “En España en general  no se paga el trabajo, sino la sumisión”

      Pío Baroja (El árbol de la ciencia)

7.    “España mi natura, Italia mi aventura, Flandes mi sepultura”

      Frase de los Tercios

8.    “Sólo la ciencia es noticia, todo lo demás es chismorreo”

      Eduardo Punset (Excusas para no pensar)

9.  —Roberto, ¿qué es un hombre sin carrera y con pistola?

     —Un capullo con pistola.

     —¡Bien! ¿Qué es un hombre con carrera y sin pistola?

     —Un capullo con carrera.

 

   —¡Bien! ¿Y qué es un hombre con carrera y con pistola?

   —¡Un hombre, papá!

   —¡Muy bien Robertito!

    Roberto Saviano (Gomorra)

10. “La aparición de Maud Brewster en mi vida me había transformado. En definitiva —pensé— es mejor y más hermoso amar que ser amado”.

Jack London (El Lobo de mar)

11. “A lo que veo Sancho, éstos no son caballeros sino gente soez y de baja ralea”.

Miguel de Cervantes (Don Quijote de la Mancha)

viernes, 14 de marzo de 2025

Un amor para siempre

 

     Cierto día Nick recibió un dramático mensaje de Ilse que decía: “Estoy gravemente enferma. Los médicos me dan seis meses de vida, pero antes me gustaría verte”. De golpe se le amontonaron recuerdos de su época de juventud. Hacía mucho tiempo que no se veían pero desde el primer momento tuvo claro que una petición así no podía ignorarla.

     Ilse era de su edad, propietaria de un palacete que había heredado de su padre, un rico empresario terrateniente que hizo fortuna con sus viñedos, olivares y otros negocios. Nick debía desplazarse a otro estado en un viaje en coche de varias horas. Durante el trayecto tuvo tiempo de recordar aquellos encuentros fugaces con Ilse en sus años de juventud, lejos de la mirada de su padre. Ella estaba enamorada de Nick pero su padre no aprobaba esa relación con el hijo de un empleado suyo. Suspiraba con emparentarse con alguien de su misma posición, al menos. ¿Cuántos años desde la última vez? Quince, veinte? No sabría precisarlo. La recordaba muy guapa, pelo castaño, ojos marrones. A él también le gustaba pero por algún motivo la consideraba inalcanzable. De esta manera, rememorando recuerdos y detalles, el viaje se le hizo más corto. Dejó el coche en el parking de entrada, que entonces no existía, y echó un vistazo a la casa-palacio y a sus cuidados jardines. Ya en el vestíbulo un empleado le preguntó el motivo de la visita y Nick le respondió que Ilse le estaba esperando. Durante diez minutos aprovechó para contemplar los candelabros, los cuadros de los antepasados, los espejos y relojes estilo Luis XIV. Poco después un mayordomo le pidió que le siguiera hasta la sala-biblioteca  donde Ilse se distraía ojeando viejos volúmenes y la heráldica de su familia. Nick le saludó con dos besos mientras le entregada un ramo de rosas.

     —Oh! Siempre tan distinguido y galante.

     Sus ojos habían perdido el brillo de entonces y las canas ya asomaban pero su figura seguía siendo esbelta a pesar de la enfermedad. Ilse cogió del brazo a Nick.

     —Aprovechemos el día y paseemos un rato, hace un día muy agradable.

     —Pero a lo mejor no te conviene —objetó Nick.

     —Sí, eso me dicen constantemente los médicos, que debo guardar reposo. ¡Al diablo con ellos! No sabes cómo agradezco las visitas, me sacan de la soledad y del aburrimiento. Pero… cuéntame de ti.

     Juntos recorrieron la cuidada fronda de los jardines, luego se sentaron en un banco. Nick tomó su mano entre las suyas mientras hablaban. A Ilse le costaba respirar pero hizo un esfuerzo.

     —Tuve un matrimonio desgraciado y mis hijos están más interesados en la herencia que en mí. Es algo que me duele. Por eso prefiero a las personas que nada esperan que les deje. Son más auténticas.

     Visitaron luego la bodega, las caballerizas y por último el palomar.

     —Aquí me besaste la primera vez. Me trae recuerdos muy especiales.

     Ilse apoyándose en Nick apenas pudo terminar el recorrido a causa de la fatiga. Le acompañó hasta su habitación.  Al despedirse Nick tomó las manos de Ilse y las besó. Los dos sabían que era la última vez que se veían. Ocho meses después Nick recibió con gran pesar la noticia de que Ilse había fallecido y que en su testamento había dejado a su nombre el viejo palomar.

 

domingo, 2 de marzo de 2025

Yo también sigo a un influencer

 

     Leo con cierto interés lo que publican los llamados influencers, gente que se destaca por tener cientos de miles o, incluso millones de seguidores en las redes sociales. Sus contenidos son de lo más variado: pueden versar sobre deportes, música, moda, salud, belleza, espectáculos, gastronomía, viajes, fitness, y así un largo etcétera. Reconozco que, salvo excepciones, son temas que no me interesan demasiado, pero intento hacer un esfuerzo para, entre otras cosas, comprender mejor la sociedad en la que vivo. También sus creadores ocupan un variado perfil; van desde personajes a menudo controvertidos (a veces defensores de bulos, o noticias no suficientemente contrastadas), hasta frikis que gustan de exponerse a riesgos físicos, incluso arriesgando sus vidas con tal de obtener una foto llamativa o una portada que le sirva para promocionarse. Si en algo coinciden la mayoría de analistas es en la necesidad que tienen de renovar sus propios contenidos en redes, pues una ausencia demasiado prolongada es sinónimo de que no tienes nada que decir y caer pronto en el olvido. Según la R.A.E. el término influencer es un anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otras.

     Pese a todo lo dicho anteriormente yo también sigo a un influencer. Se llama Antonio Machado y en julio cumpliría 150 años. Perteneció a la generación del 98 y ha ejercido una gran influencia en la literatura del siglo XX. Su poesía honda y clara, unido a la ausencia de todo artificio y de metáforas, refleja como ninguna el alma y el sentir del pueblo español y más concretamente de las tierras de Castilla.

     No voy a descubrir nada nuevo que no hayan dicho ya críticos y especialistas de su obra, tan sólo que he seguido los pasos de su ciclo vital. El primer lugar que visité hace muchos años aprovechando que me encontraba en Cataluña fue su sencilla tumba en Colliure, siempre cubierta con flores frescas dejadas por manos anónimas. Junto a la tumba hay una especie de buzón donde la gente deja sus poemas, que un empleado municipal ha de retirarlos cada cierto tiempo para que no se amontonen. En el año 2007 con motivo del centenario de la llegada del poeta a Soria, el Ayuntamiento organizó una serie de actos para ensalzar su figura. Allí acudí con algunos amigos acompañados por un guía que nos hizo el recorrido machadiano: los álamos del Duero, la ermita de San Saturio, el cementerio del Espino donde está enterrada Leonor, el parque donde se encuentra el famoso olmo, la iglesia donde se casó, el Casino que él frecuentaba en la calle Collado, el reloj de la Audiencia… Hace algún tiempo en alguno de mis muchos viajes al norte, la casualidad me llevó a visitar un castillo en Almenar, un pequeño pueblo cerca de Soria. El castillo es ahora propiedad privada pero en aquel entonces una familia llevaba rehabilitándolo todos los veranos desde hacía varios años. Me llamaron la atención los azulejos en una de las paredes con una inscripción que decía: “Aquí nació Leonor Izquierdo, esposa y musa de Antonio Machado”. Más tarde me enteré que el padre de Leonor era Guardia Civil y que a finales del siglo XIX el edificio estaba ocupado por la Benemérita.

     Visita obligada para quien recorre Sevilla es el Palacio de las Dueñas,  propiedad de la Casa de Alba. Allí nació el poeta (“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero”…). En Baeza visité también el aula donde impartía clases Antonio Machado que se conserva tal como él la conoció. El guía nos comentó la divertida anécdota de que Machado el primer día que llegó llevaba una recomendación para presentarse ante determinada persona. Preguntó por él y la respuesta fue que estaba en la agonía. Machado se quedó lívido y al percatarse de ello su comunicante, le contestó que no se preocupara, que La Agonía era el nombre del bar que se encontraba en la esquina. Ya por último, en Segovia, visité el año pasado la posada que Machado habitó cuando fue trasladado desde Baeza. La casa, los enseres y su cama se conservan tal como estaban entonces. Esa casa fue la última que habitó antes de la guerra civil, ahora reconvertida en casa-museo. Compartía la posada con un funcionario de Hacienda, el cual padecía de insomnio, que solo era capaz de superar cuando Antonio Machado le recitaba versos en francés de Baudelaire y de Rimbaud. Increíble.

       El amor secreto de Antonio Machado fue Pilar de Valderrama (Guiomar), los cuales se veían en el café Franco-Español de la glorieta de Cuatro Caminos, un lugar discreto hoy por desgracia desaparecido y que ellos llamaban “nuestro rincón”. Un amor platónico, idealizado y casto entre dos personas provenientes de mundos diferentes. Por cierto, los padres de Antonio Machado se conocieron sobre un puente del río Guadalquivir. Resulta que unos delfines se equivocaron de ruta  y enfilaron el Guadalquivir arriba hasta Sevilla. Tola la ciudad se asomó para ver el espectáculo.

    

sábado, 1 de febrero de 2025

Dakar-Madrid

 

     Hace ahora tres meses llegó un cayuco a la isla de El Hierro procedente de Mauritania con sesenta y cinco ciudadanos subsaharianos en unas condiciones sumamente penosas, sin apenas agua y casi desfallecidos después de recorrer 1400 kilómetros y nueve días de navegación. Entre ellos se encontraba Abdou Bayé, ciudadano senegalés que tuvo que huir de su país para salvar la vida. Una hermana de Abdou fue violada al volver una noche a su casa. El violador fue detenido pero luego absuelto en el juicio porque pertenecía a una familia adinerada. Abdou juró vengarse y propinó tal paliza al culpable que a los pocos días pusieron precio a su cabeza y tuvo que huir.

     En la actualidad malvive en la capital española y su mayor deseo es abandonar la marginalidad. Es inteligente, trabajador y está dispuesto a lo que sea antes que volver a su país, donde no hay futuro y además está amenazado de muerte. Aunque lleva poco tiempo en Madrid se da cuenta de la masiva presencia de inmigrantes, nota el recelo de la gente en sus actitudes y miradas pero sobre todo en el color de su piel. Antes de acostarse hace balance de su situación: tiene todo en su contra: el idioma, el desarraigo, sin empleo, sin vivienda; pero tiene un bien muy codiciado: sus veinte años y 1,95 de estatura. A través de Pierre, un camerunés que hizo el viaje con él, consigue la dirección de Servicios Sociales, una institución de ayuda a las personas migrantes con escasos recursos.

     Como todos los viernes, Beatriz sale con sus amigos a divertirse y tomar algo. Tiene mucho estrés en el trabajo y por unas horas trata de olvidarse de las presiones. Es una persona empática, trabaja de cara al público y necesita estar psicológicamente fuerte para poder aislarse de los problemas con los que tiene que lidiar a diario, dentro de unos meses se casará y le gustaría contar con la presencia de sus compañeras de más confianza. Son las diez y media de la noche y se despide de sus amigos para volver a su casa, antes ha de atravesar unos pequeños jardines, nunca ha tenido problemas pero esa noche es asaltada por dos individuos que tratan de robarle el bolso. Tal vez lo más sensato hubiera sido dárselo, pero ella se resiste, forcejea con los agresores, empieza a gritar y a pedir ayuda. Pierre y Abdou se encuentran por la zona y la oyen. Pierre le dice que no se meta en líos, pero él en ese momento piensa en su hermana y acude en auxilio de la chica. Tal vez ella también gritó pero nadie le ayudó. Los ladrones al verle con un palo en la mano huyen a la carrera. Beatriz está en el suelo llorando, tiene rasguños en la cara y muy asustada, le agradece la ayuda y le pide su nombre, pero en ese momento se oyen las sirenas de un coche patrulla de la policía y Abdou opta por salir  corriendo.

     Han pasado varios meses desde el incidente. Beatriz se reincorpora hoy a su trabajo en Servicios Sociales después de dos meses de baja por depresión. Cuando ha ido a desayunar, sus compañeras le han animado  a seguir siendo la que siempre fue: alegre, optimista, si acaso tomando algunas precauciones. Ya lleva cuatro años en el cargo y ha visto de todo. Gente en la indigencia más absoluta, personas que no entienden el idioma, personas que solicitan una beca comedor para sus hijos y con un Smartphone último modelo en la mano… Cuando vuelve de desayunar se sienta en su mesa de trabajo, está adscrita al servicio de residencia temporal para personas adultas en situación de exclusión. Un hombre alto se sienta frente a su mesa. Cruzan sus miradas y nota como una sacudida. Ella enseguida le reconoce como a su salvador, rara vez olvida una cara. Lo primero que le viene a la mente es que está en deuda con la persona que tiene delante; le gustaría sincerarse y decirle quién es, darle las gracias y abrazarle, pero sabe que no puede permitirse ser débil porque todas las personas que allí se encuentran son vulnerables y necesitan ayuda.

     —¿Tu nombre?

     —Abdou Bayé. En mi país era albañil pero puedo hacer cualquier trabajo.

     —¿Dónde vives?

     Abdou baja la cabeza y mira al suelo, pasan unos segundos, se siente observado y en una situación incómoda.

     —¿Duermes en la calle? Aquí viene gente que no tiene casa. No deberías avergonzarte.

     —Antes sí dormía en la calle pero la gente molestaba, borrachos, sobre todo fin de semana. Hizo una pequeña pausa y después continuó —Ahora duermo en el cementerio, en un nicho. Nadie molesta.

     Beatriz ha de hacer un esfuerzo por dominarse, ha visto muchos casos de precariedad pero nunca había escuchado una confesión así. Le ofrece  la dirección de varios albergues, allí podrá dormir hasta que consiga otra cosa. Antes de terminar la entrevista le da a Abdou su número de móvil. Esa misma noche hablará con su novio que tiene una empresa de construcción para ver si tiene un hueco para él.

   

 

 

 

viernes, 3 de enero de 2025

Sueños

 

     A veces cuando menos te lo esperas ocurren cosas imprevistas, eso es lo que me pasó hace unos días. Mi padre falleció hace veintiséis años y mi madre hace diez, pero esta noche he tenido la dicha de haber soñado con ellos. Los vi ya mayores y lo primero que hice fue pedirles perdón por no haberles visitado más a menudo los últimos años de sus vidas. He querido despedirme de ellos, ya que no pude hacerlo en su momento.

     Ya desde el primer momento  me he sentido deudor así que les he agradecido traerme a la vida, cuidarme y atenderme cuando era pequeño y sobre todo, por haber sido un ejemplo de honradez y fidelidad  a unos ideales a lo largo de sus vidas. Les he dicho que les tengo muy presentes en mi vida diaria aunque ya no estén físicamente. Luego hemos recordado cosas  que han ocurrido estos últimos años y les he puesto al día. A mi madre le conté (y se emocionó mucho), que hace un par de años había hecho el Camino de Santiago, que pasé por su pueblo y que a lo largo de casi ochocientos kms fui feliz y que esa felicidad se la debía a ellos. Todo el camino fue un disfrute, que me sirvió para valorar las cosas buenas que nos proporciona la vida, entre ellas, el que nada se consigue sin esfuerzo y saber que los míos me estaban esperando tras mi regreso. Luego me preguntó por mis hijos y le dije que estaban bien; que el mayor compuso una canción-homenaje a sus abuelas a ritmo de rock. Me dijo que le gustaría escucharla aunque no la entendiera. Así lo hice y al final lloramos los dos.

     A mi padre le dije que siempre le había querido, que esos sentimientos de amor yo los había reprimido durante mucho tiempo, imbécil de mí. Decir te quiero es algo que se presupone entre padres e hijos pero a mi me faltó valor para decirlo. También le comenté que en todos los sitios me habían hablado muy bien de él y que todavía le recordaban. Que el día de su entierro un familiar se acercó a mí y me dijo que mi padre había sido una de las personas más extraordinarias que había conocido en su vida.

     Los sueños son solo sueños pero el otro día al despertar, pienso que de alguna manera me he redimido. Ese sentimiento de orfandad creo que es universal a todos los humanos cuando llega el caso. Mi padre a fue a la guerra en 1936 recién cumplidos los dieciocho años. Sin embargo hasta 1978 no se estableció de manera legal la mayoría de edad para votar a los dieciocho años. No es un dato escandaloso? Los años cuarenta del pasado siglo serán recordados como los años del hambre.  Esa miseria económica y moral la soportaron  con dignidad pero a esa generación pienso que todavía se les debe un reconocimiento por los sufrimientos  y carencias que padecieron. Vuestro ejemplo fue la mejor herramienta para transitar por la vida, pero esa ausencia y ese vacío es una herida lacerante que hemos de asumir todos los días.