Una gran mayoría
de psicólogos y pedagogos está de acuerdo en afirmar que el núcleo familiar y
el ambiente en que se desenvuelve el niño durante los años de formación, son
fundamentales a la hora de buscar un equilibrio cuando lleguen a la edad adulta.
Me faltaba escribir en este post acerca de gente a la que aprecio y que conozco
desde hace un montón de años. Tuve la suerte de formar parte de un grupo humano
excepcional y, aunque algunos ya nos conocíamos por haber estudiado juntos los
primeros años de Bachillerato no fue hasta 1969 en Alba de Tormes (Salamanca)
donde comenzó nuestra andadura. Yo me incorporé a mediados del mes de octubre
de ese año porque estuve ingresado diez días en el hospital debido a una
bronquitis. Mi padre me acompañó en el viaje al ser yo menor de edad. Era la
primera vez que salía de la provincia, cuatrocientos km. era para mí como ir al
fin del mundo. Entonces los viajes en tren eran pesados e incómodos. Salimos de
Pamplona a las diez de la mañana rumbo a Alsasua. Allí cogimos otro tren procedente
de Hendaya con destino a Salamanca y Fuentes de Oñoro, casi en la frontera con
Portugal, por fin llegamos a Alba de Tormes a la hora de cenar. Teníamos
alrededor de quince años y estábamos internos en un colegio religioso. Para
quienes nos gusta rememorar efemérides importantes diré que 1969 fue la llegada
del ser humano a la Luna y, 1970 fue la disolución definitiva de los Beatles. Nuestro
curso lo componíamos vascos, navarros (para algunos una redundancia),
castellano-leoneses, manchegos, extremeños, asturianos, andaluces, levantinos… allí
aprendimos lo que significaba la España plural y diversa; salvo Galicia y
Cataluña prácticamente todas las CCAA estaban representadas, pero entre
nosotros nunca hubo conflictos territoriales en función de nuestra procedencia.
Han pasado casi
sesenta años desde entonces y aunque algunos compañeros siguen en la vida
religiosa, la mayor parte nos fuimos descolgando por el camino. Hoy la mayoría
somos abuelos o en vías de serlo. Pues bien, a lo largo de estos años hemos
celebrado congresos en Salamanca, Madrid, Valencia, Cuenca, Navarra y Almería
celebrando la vida y el poder encontrarnos de nuevo. Lo de menos es si en la
actualidad nos consideramos creyentes, ateos o agnósticos porque lo que nos une
es un pasado en común, los valores que se asientan en la amistad, el compromiso,
la lealtad, en definitiva creer en la utopía en aras a conseguir un mundo
mejor. El artífice de todo esto es un
cura, Simón Reyes, un hombre adelantado a su tiempo, favorecedor
del diálogo, partidario de tener siempre un espíritu crítico frente a la
realidad que nos rodea y frente al poder, la importancia de creer en las
personas, el cual nos inculcó que la fuerza del grupo reside en potenciar todas
las capacidades de cada individuo. En ese grupo aprendí, por testimonios de
otros compañeros, que nada en la vida se consigue sin esfuerzo, el respeto a
las personas y la solidaridad entre ellas.
Siempre es un
regalo volver a encontrarse a los setenta años con personas que conocimos
cuando teníamos quince. No hace falta que diga sus nombres porque ellos saben muy bien a
quiénes me refiero. Todavía nos quedan algunos proyectos que compartir. Nuestro
próximo congreso será en Alicante en septiembre, donde esperamos reunir a unas
20-25 personas, actualmente distribuidas por toda la geografía nacional.
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