lunes, 5 de mayo de 2025

Almadieros

 





      Hace ya algún tiempo en este mismo post escribí acerca de los oficios perdidos en las últimas décadas, bien porque no habían encontrado el relevo generacional o  porque cada época determina una manera de ser,  de pensar, de organizarse y hasta en lo que hoy llamaríamos relaciones de productividad. Estoy hablando de un oficio que lleva en torno a setenta años desaparecido, el de los almadieros.

     Las almadías son un conjunto de troncos de árboles engarzados entre sí que se transportaban desde los valles pirenaicos a través de los ríos. En Navarra se llamaban almadías pero dependiendo de la zona se conocían por otros nombres: en Aragón se llamaban nabatas, en Cataluña raiers y en Castilla balsas de troncos y quienes las transportaban se denominaban gancheros. Era un oficio duro no exento de peligros que a veces provocaban la muerte de quienes los conducían (generalmente no sabían nadar) debido a la fuerte hidrodinámica de los ríos pirenaicos. Así lo atestigua la Sociedad de Almadieros de Vidángoz (Navarra), la cual tuvo que indemnizar a la viuda de un fallecido en 1917 con 2900 pesetas de la época.

     La actividad cesó a mediados de los años cincuenta del pasado siglo cuando el transporte por carretera pasó a mitigar el peligro de quienes transportaban la madera. Únase a esto la construcción de pantanos y embalses que obstaculizaban el paso de la conducción de troncos por vías fluviales. Muchos hijos de familias de la zona pirenaica, principalmente de los valles de Roncal en Navarra y Ansó en Huesca, emigraron a Norteamérica y Argentina desde 1870 hasta 1930 aproximadamente. Las hijas, también llamadas golondrinas, generalmente emigraban al sur de Francia, a la localidad de Mauleon (Zuberoa) a las fábricas de alpargatas establecidas allí, en un viaje de tres o cuatro días cruzando la frontera a pie acompañadas por algún familiar. Se les llamaba golondrinas porque iban ataviadas de negro y el éxodo comenzaba en octubre y volvían en primavera. De esta manera las familias se evitaban una boca que alimentar  y a cambio obtenían una pequeña renta que generalmente consistía en ropa de ajuar.

     Los chicos adolescentes al abandonar la escuela  iban al monte a ayudar en las tareas de cortar pinos y hayas, arrastrar los troncos con caballerías, destajar ramas etc. Los más veteranos se encargaban de navegar los troncos río abajo en un viaje lleno de aventuras: había que sortear curvas, salvar recodos, saltar presas, empapados hasta la cintura. Había emplazamientos peligrosos donde solo se atrevían los más experimentados. Uno de ellos era la foz de Arbaiun, un cortado entre paredes de piedra temido por todos los almadieros que debían atravesarlo. Allí falleció Donato Mendibe en 1942 cuando la almadía que conducía se estrelló contra las rocas. El peligro no era solo caer al agua sino que algún tronco de doscientos o trescientos kilos se soltara del resto y te golpeara. El paso por las diferentes localidades llevaba aparejado el pago de un tributo que los almadieros se veían obligados a abonar. No faltaban los procesos judiciales motivados por la rotura parcial de algunas piedras de la presa a causa del empuje de los troncos.

     La travesía generalmente se hacía en primavera desde los ríos más próximos a los montes donde se extraía la madera que en Navarra solía corresponder al río Esca enclavado en el valle del Roncal, de ahí pasaba al río Aragón y de éste al Ebro. Visitar la ciudad de Zaragoza era todo un descubrimiento para las gentes que no habían salido de su lugar de origen, desde el valle de Roncal tardaban aproximadamente ocho días. Pinos, hayas y abetos era la madera que se utilizaba en las almadías. Cada una estaba formada por 16 o 18 troncos amarrados entre sí mediante jarcias vegetales, principalmente avellano, las cuales se unían formando varios tramos de entre dos y siete almadías. Por lo general la temporada empezaba a últimos de noviembre hasta el mes de mayo.

     La leña tenía diversos usos, unas veces se empleaban para calefacción en invierno. La más delgada era para los tejados, la mediana para pisos y la más gruesa para la serrería. En ocasiones el viaje concluía en la desembocadura del Ebro en Tortosa. De ahí se transportaba la carga en barco hasta la ciudad de Cartagena y servía para la construcción de barcos (siglo XIX).

     Desde el año 1990 la localidad de Burgui (Navarra) celebra un homenaje el último sábado de abril o el primero de mayo a cuantos desempeñaron ese duro oficio, un reconocimiento en el que no falta la música y el baile, así como la artesanía  y la degustación de productos locales como el queso, yogures, miel, espárragos, tortas de txantxigorri y otros productos ecológicos.  

 

    

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