A Román ya le empiezan a pesar sus muchos años de matrimonio con Julieta. Se casaron muy jóvenes y muy enamorados pero la vida conyugal y la convivencia a menudo se convierten en un pesado lastre que va dejando jirones por el camino. El paso del tiempo y la rutina han ido apagando poco a poco el fuego de los primeros años a pesar de los esfuerzos de ambos por mantener viva la llama de su relación. Sólo Pablo y Lucía, sus nietos, rompen la habitual monotonía de sus vidas cuando acuden a su casa porque con ellos se sienten rejuvenecer.
Pronto cumplirán sesenta años de matrimonio y su hija Paula ha pensado para la ocasión llevarles al ballet que esos días representan en la capital, Romeo y Julieta, el gran drama de Shakespeare; pero antes debe convencer a su padre que últimamente anda aquejado de reuma y no le apetece mucho salir de casa.
—Papá, tienes que hacer un esfuerzo. A mamá le hace mucha ilusión asistir a ese espectáculo.
—Ya hija. ¡Qué más quisiera yo! Pero el dolor no entiende de aniversarios y sufro cada vez que trato de moverme.
—Anda, no me seas quejica. Yo misma os llevaré en coche al Teatro Real.
El día señalado Román apenas se puede mover. Dice a Julieta que imposible ir a la ópera con esos dolores, que llame a Paula para que vaya con su marido y así no se pierdan las entradas.
Esa noche cenarán en casa, eso sí, un menú un poco especial que preparará Julieta. Pondrán la cubertería de las grandes ocasiones que nunca se utiliza, un ramo de rosas rojas y una vela en el centro para darle un aire romántico.
Antes de sentarse a la mesa se intercambian los regalos. Para él un reloj de cadena como el que llevaba su padre, para ella un collar de perlas que su hija Paula ha elegido. Durante la cena apenas intercambian algunas frases y el ruido de la cubertería es lo único que se escucha, si no fuera por la suave melodía de las Cuatro Estaciones que Julieta ha elegido como acompañamiento para la velada. Ya no hay noticias nuevas que comentar ni espacio para la sorpresa salvo alguna referencia aislada a cuando se conocieron y a cuando nació la niña. La vela poco a poco va languideciendo. La llama comienza a dibujar extraños movimientos, los dos la observan en silencio cómo se va reduciendo hasta hacerse tan débil que al final se apaga.
Terminada la cena él consulta su flamante reloj. Con gesto decidido se levanta y se dirige hacia la butaca. Julieta le mira y diría que sus movimientos son ahora más ágiles y seguros que hace un par de horas. Román coge el mando de la televisión. Faltan cinco minutos para que dé comienzo la final de la Champions.
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