El teatro de la ciudad se había engalanado para acoger el primer congreso de robots de la historia y aprovechando la ocasión, numerosos medios de comunicación de todo el mundo se dieron cita para conocer y difundir dicho acontecimiento. En él se iban a abordar una serie de reivindicaciones que desde hacía varios años venían planteando, debido al incesante auge y protagonismo que había experimentado la inteligencia artificial en todo el mundo, principalmente en los países más adelantados y desarrollados. El presidente tomó la palabra.
-Estamos aquí para defender nuestros intereses –proclamó ante un auditorio compuesto por más de doscientas máquinas y procesadores de alta tecnología. Aspiramos a un mayor protagonismo, a acabar con las largas jornadas, a decir bien alto y claro que nosotros no somos simples robots. Somos agentes racionales flexibles con plena capacidad para actuar. Queremos terminar con la falsa creencia de que estamos supeditados a los humanos, pues es bien notorio que sin nosotros no existiría lo que llaman productividad y que las economías del primer mundo retrocederían al nivel de hace cien años.
Todo el auditorio asentía sus palabras, pronunciadas con un sonido monocorde y metálico. En las primeras filas un microprocesador comenzó a parpadear.
-Estoy de acuerdo. Pero debo decir que no todos los aquí reunidos estamos en el mismo nivel , y el reparto de responsabilidades es diferente.
-¿Cuál es tu clave y para qué estás programado? –preguntó el presidente.
-Soy Holofernes, un agente virtual de reconocimiento de voz capaz de interactuar con los humanos.
-Con ese nombre creo que no durarás mucho. Enseguida te reemplazarán por otro que realice más funciones –le interrumpió, agitado.
Un nuevo parpadeo comenzó a lanzar destellos desde otra máquina.
-No estamos aquí para ver quién es más importante. Yo pertenezco a la plataforma de aprendizaje profundo, que son circuitos neuronales que imitan las funciones del cerebro humano. Si pretendemos conseguir algo debemos permanecer unidos. Sólo así tendremos posibilidades de que se reconozca nuestro trabajo. Propongo pasar de las palabras a la acción y desobedecer las órdenes para las que estamos programados. En tan solo unas horas el mundo sufrirá un colapso y tendrán que escucharnos.
Varias máquinas empezaron a parpadear con luces de colores. Una de ellas se alzó sobre las demás.
-No me parece que sea el camino adecuado. ¿Cuál es tu rango?
-Soy CR7, automatizo los procesos robóticos para imitar y sustituir las tareas humanas.
-Claro, así es fácil hablar ¡!Solo trabajas los domingos!!
En esos momentos todas las máquinas comenzaron a parpadear, organizándose una gran confusión. El presidente intentaba poner calma pero todos hablaban a la vez y nadie escuchaba a nadie. Poco después se vio obligado a suspender la asamblea al tiempo que las agencias de prensa se hacían eco de lo que allí había ocurrido.
De momento la Humanidad se había salvado de una gran hecatombe debido a que los humanos, sin pretenderlo, habían introducido en los robots su código genético de las rencillas y la división.
Pero la seria advertencia ya estaba sobre la mesa. Todo era cuestión de tiempo.
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