martes, 2 de abril de 2024

No somos mejores

 

     Aunque nadie niega su avance y las ventajas que en materia de comunicación conllevan, es increíble la cantidad de mensajes negativos y la mala baba que se destila por las redes sociales. Uno de los más difundidos y que recurrentemente recibo es el que hace hincapié en las prácticas corruptas de alguno de nuestros políticos. Siento tener que discrepar, pero hay mucha hipocresía en esas cadenas que circulan por wasap, la mayoría con una intencionalidad y un claro sesgo ideológico, pero que cumplen una función y acaban contaminando y enfangando todo lo que tocan, referidas a las corruptelas de los políticos, sus prebendas y beneficios, para a continuación, pedir la dimisión de todos ellos, sembrar dudas y deslegitimar la democracia y sus instituciones. Y yo me pregunto, ¿acaso son mejores personas que nuestros cargos públicos los centenares de propietarios de pozos ilegales que están desecando Doñana? ¿O los miles de albañiles, fontaneros, electricistas, pintores, cerrajeros, carpinteros, etc que se ahorran el IVA defraudando a Hacienda en los trabajos y reparaciones que hacen, además con nuestro consentimiento? ¿Con qué derecho criticamos la economía sumergida y los casos de corrupción de los políticos?

     Admitámoslo, somos un país de pícaros y los políticos no son sino el fiel reflejo de nuestra sociedad. En los países escandinavos es raro encontrar esos niveles de corrupción en los representantes de los ciudadanos. Nos llevan más de treinta años de ventaja y eso se nota. Es otra mentalidad, hay educación, hay respeto, los cargos públicos se entienden como un servicio al ciudadano. Hace unos pocos años visité Noruega y recuerdo que la guía nos comentaba que allí el ciudadano cumplía escrupulosamente las normas de circulación y, si en un determinado tramo de la carretera había una señal de circular a 60 todo el mundo la respetaba porque entendía que el Estado velaba por ellos. En nuestra mentalidad y formas de vida mediterráneas eso es algo impensable porque entendemos que el político vive a nuestra costa y utiliza su privilegiada posición para medrar. Sin embargo, necesitamos personas que se dediquen a la res populi, es decir, a gestionar los gastos del Estado, personas capacitadas, honestas, bien retribuidas y con una visión de servicio a la mayoría.

     Hasta hace no demasiados años era motivo de orgullo en nuestro país decir que no se pagaba a Hacienda. Ello confería como un halo de prestigio en el círculo de amistades.  Lo dicho, somos un país de pícaros y aprovechados.

    

    

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