Todas las mañanas cuando iba a la universidad me cruzaba con un grupo de chicas que hacían comentarios y se sonreían al verme. Ellas estudiaban en la facultad que estaba al lado de la mía. Varias veces estuve tentado de cambiar el itinerario con el fin de evitar ese momento un tanto embarazoso para mí, y si no lo hice fue porque una de ellas me atraía demasiado como para dejar de verla aunque fuera tan solo unos segundos. Así que seguí mortificándome cada vez que pasaba junto a ellas, pero todo lo daba por bien empleado los días en que nuestras miradas se cruzaban en un instante fugaz.
Semanas más tarde coincidí con ella en una fiesta universitaria que se celebró pocos días antes de la Navidad. Un amigo común nos presentó. Se llamaba Nekane y todo en ella me gustaba; su grácil figura de pelo castaño, la belleza de su risa, los ojos de un azul intenso. Como no sabía de qué hablar le pregunté por sus amigas y al momento me di cuenta de que esa era una pregunta inapropiada y estúpida. Luego, traté de que mostrara un cierto interés hacia mí e hice tímidos intentos por seducirla, al principio con pequeños detalles que tal vez para otras personas pudieran pasar desapercibidos, pero confiando en que ella los supiera interpretar. Procuraba llamar su atención, siempre calculando la manera de que no fuera demasiado evidente con el fin de no presionarla. Tanto de día como de noche no dejaba de pensar en ella. Por fin había encontrado a la mujer que amaba. Animado por la pasión que vivía me puse a escribir poemas pero no me salía nada que no fuera acaramelado y cursi. Las veces que la veía acompañada de algún amigo no podía evitar un terrible ataque de celos. Me di cuenta de que debía ser más práctico así que busqué sorprenderla invitándola al concierto de su artista preferido, al estreno de tal o cual película, regalándole un libro el día de su cumpleaños...
Reanudado el curso después de las vacaciones, me extrañó no verla junto a sus amigas cuando iban a clase. Poco días después recibí una llamada suya citándome en una cafetería. Pensé que ya había tomado una decisión y acudí esperanzado y lleno de alegría. Sentados frente a frente, mi corazón galopaba inquieto en espera de sus noticias. Luego, tras agradecerme todas y cada una de las atenciones recibidas, me dejó bien claro que no siguiera esforzándome en complacerla porque, al decir de sus palabras, yo no era su tipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario