lunes, 2 de diciembre de 2024

Tradiciones

 

     Desde hace algún tiempo varias son las costumbres importadas en los últimos años desde Norteamérica que han llegado hasta nuestros lares: Halloween fue quien desembarcó primero, llenando de ridículas calabazas las tiendas del suelo patrio. Le siguió la tabarra del Black Friday (¿recordáis el lema?  sé patriota ¡consume!) y, para que la dicha fuera completa, según he leído recientemente, ahora amenazan con lo que llegará pronto: el Día de Acción de Gracias. Tiempo al tiempo.

     Escribo estas líneas en el estreno del mes de diciembre. Este consumo feroz con que nos bombardean estos días, tiene mucho de obsceno y de despilfarro. Dicen que cuatro de cada diez artículos que se compran en el Black Friday al final se devuelven. Si esto es verdad la conclusión es que no los necesitábamos. Hay tradiciones propias que respetamos porque nos las hemos dado nosotros, y otras que nos son ajenas pero que hemos ido adoptando; la verdad es que somos bastante permeables a las costumbres que vienen de fuera, generalmente de EEUU pero sin aplicar ningún filtro y eso lo convierte en peligroso. Acto seguido sorprende ver el silencio de nuestros partidos e instituciones frente a estas modas llegadas de la otra parte del Atlántico. Tan solo algunos pocos intelectuales alzan la voz frente a este tipo de  invasión. Se critica la llegada de personas que únicamente buscan un futuro mejor, pero nada se dice de esta penetración cultural ajena a nuestras tradiciones. ¿Es el precio de la globalización? Qué pena!

     Ahora que pronto llegan las fechas navideñas, en mi tierra tenemos un querido personaje que todos los años nos visita: es el Olentzero. La leyenda dice que es un carbonero que vive en el monte y que el día de Nochebuena baja a la ciudad para traer regalos a los niños, y ya de paso aprovechar para comer y beber. No viene solo sino que está acompañado por un numeroso séquito que recorre las principales calles de las ciudades. Se puede ver bueyes, ocas, burros, ovejas, patos, etc y también txistularis y acordeonistas que cantan y bailan bajo la atenta mirada de niños y mayores que llenan las aceras. Es la fiesta en la que se reivindica la forma de vida y costumbres de los euskaldunes que viven en zonas de la montaña y en caseríos.

     Según opinión que casi todos los estudiosos recopilaron, el Olentzero nació en la villa de Lesaka (Navarra) para trasladarse luego a todo el País  Vasco. Es una tradición mitológica que coincide con el solsticio de invierno. A la llegada del cristianismo éste la hizo suya. Antropólogos como  Julio Caro Baroja, Barandiarán y otros especialistas recopilaron material sobre mitología popular y ya en 1967 elaboraron un video-documento que recoge la tradición del Olentzero. El primero que se celebró en Pamplona fue en 1957 aunque tuvo que vencer numerosos obstáculos porque el Gobernador Civil que lo consideraba un “acto profano”. Hoy día es un acto multitudinario y entrañable que cuenta con el respaldo de una amplia mayoría social.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Todo está en los libros

 

     Como casi todas las ciudades, Madrid cuenta con rincones castizos y pintorescos. El más famoso de todos es El Rastro pero hoy nos vamos a acercar a otro menos conocido pero no menos entrañable. Se trata de la Cuesta de Moyano con sus casetas de libreros de viejo, es decir, libros de segunda mano que se venden a un precio más económico. Allí suelo acudir de vez en cuando en busca de alguna rareza o, simplemente para echar un vistazo a lo que se expone encima de sus mesas. En mi última visita adquirí el libro “Si esto es un hombre”, de Primo Levi, italiano de ascendencia judía, en el que narra su terrible experiencia en el campo de exterminio de Auschwitz. Recuperada la libertad cuando los aliados liberaron el campo, no pudo soportar los recuerdos y el hecho de ser un superviviente después de ver morir a muchos compañeros. Años más tarde se suicidó. De todos es sabido que en los libros vivimos las vidas de sus personajes; nos acompañan, nos emocionan y, en ocasiones, nos sentimos cómplices de ellos. Ya en mi casa comencé a leerlo y tras las primeras páginas encontré una hoja cuidadosamente doblada escrita a máquina. Sentí curiosidad por su contenido, comencé a leerlo y ya no pude dejar de hacerlo hasta el final. Por su interés la transcribo tal cual:

     “Mi nombre es Abraham Cohen, nací en 1933 en una pequeña ciudad cerca de Budapest. Soy judío sefardí y mi infancia fue feliz hasta los ocho años. Un día de 1941 las SS se presentaron en mi casa y arrestaron a toda mi familia, poco después nos introdujeron en un vagón con destino a Auschwitz. Durante el largo viaje podía sentir el frío intenso a pesar de que mis padres trataban de darme calor con sus cuerpos. Desde el vagón veía el paisaje nevado, todo me parecía triste; las estaciones, la gente, los guardias uniformados…

     No sé de qué manera mi padre consiguió fabricar un cuchillo rudimentario que utilizó durante el trayecto para abrir un boquete en el suelo de madera del vagón. Era un trabajo lento y agotador. Cuando por fin lo consiguió se acercó a mí y me dijo que ellos iban hacia una muerte segura, que el dolor tan grande que sentían al separarnos era con la esperanza de que al menos yo me salvara. Todavía recuerdo los ojos llorosos de mi madre al despedirnos, mi padre tuvo que arrancarme de sus brazos. Cuando el tren comenzó a frenar para entrar en la siguiente estación, mi padre me deslizó a través de la pequeña abertura y caí en la nieve de las vías. Me quedé tendido hasta que pasó todo el convoy. Luego me incorporé, nada había a mi alrededor, ninguna casa, ninguna presencia humana, nada. A lo lejos vi un bosque, hacia él me dirigí buscando un refugio donde cobijarme, estuve deambulando largo tiempo y ya al límite de mis fuerzas, vi frente a mí a un hombre con la escopeta en la mano. Era el guardabosques que había salido a cazar. Viendo mi estado tan lamentable me llevó a su casa, comí algo y me acostaron. Al día siguiente la familia contactó con un pastor protestante para ver la manera de salvar mi vida. Más tarde supe que proteger o esconder judíos estaba castigado con la pena de muerte. Gracias a las gestiones de este pastor acabé en Argentina. Allí proseguí mis estudios y me gradué en la Universidad de Buenos Aires. Luego fui profesor de psicología en la Universidad de Yale durante diez años y por último en la de Cambridge durante dieciocho, donde me jubilé. Ahora resido en Madrid.

     En todos los sitios donde viví me sentí extranjero. Durante años odié y odié, a los nazis en particular y a los alemanes en general, hasta que me di cuenta de que no es posible convivir con el odio, es como un cáncer que te destruye por dentro. En mis estudios traté entonces de indagar acerca de cuál es la naturaleza del Mal en el ser humano. Sabía cómo se manifestaba, mi pregunta siempre era por qué. La historia la escriben los vencedores pero la memoria pertenece a los muertos, a los olvidados de todas las guerras, a los parias, a los vencidos. Todavía hoy, tantos años después, veo la cara de mi madre en el momento de despedirnos. A menudo pienso que los he traicionado porque ellos se sacrificaron para que yo tuviera una vida plena, sin embargo, mi vida ha sido una auténtica tristeza e infortunio. Siento haberles decepcionado. Si no he acabado como Primo Levi es porque me falta valor. Soy un superviviente sí, pero ya no creo en nada. Mi vida terminó a los ocho años porque me arrebataron lo que más quería”.

     Ignoro el tiempo que llevaba ahí ese testimonio, ni tampoco cuál era su motivación al escribir esta carta, que es un recuerdo impresionante y al mismo tiempo desgarrador. Si hoy vive tendrá 91 años, pero por encima de todo quisiera reflejar que durante unos minutos, el tiempo que dura la lectura de este texto, me sentí en la piel de esta persona. Es la magia de los libros y también de la escritura, la de vivir también otras vidas al margen de la tuya.

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jueves, 17 de octubre de 2024

Secretos

 

     Todos tenemos secretos inconfesados que guardamos para nosotros mismos, ya que de saberse harían palidecer hasta a nuestros amigos más íntimos. Los tenemos guardados en lo más recóndito de nuestro ser porque nos avergüenza que algún día se puedan desvelar. Si alguien os dijera que él no tiene nada que ocultar no lo creáis, lo más probable es que su secreto lo tenga tan enterrado que ni él mismo se haya dado cuenta. Eso que guardamos en la intimidad puede versar sobre un tema moral, religioso, laboral, sexual, ideológico, fetichista o cualquier otro aspecto que aborde el comportamiento del ser humano. Es algo que actúa como una mancha en nuestro expediente y el simple hecho de mencionarlo o que se divulgue nos bloquea, nos avergüenza y hemos de hacer un gran esfuerzo para que no afloren desde lo más hondo de nuestro yo. Aristóteles lo describió antes que nadie: “Somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras”.

     En cada persona habita un ser misterioso, alguien a quien a veces no comprendemos y que nos confunde, por eso nuestras acciones son en algunos casos contradictorias y faltas de sentido. En el fondo todos somos vulnerables, necesitamos una coraza protectora que nos proporcione la seguridad de la que a menudo carecemos. Toda nuestra vida está sujeta a un gran misterio. Venimos de la nada y vamos hacia la nada. ¿Existe algo más absurdo que eso? Humanistas y filósofos han indagado sobre ello, y es que algunas cosas no estamos preparados para comprenderlas.

     Amigo lector, amiga lectora, tú también tienes esos secretos. Reconócelo.

sábado, 5 de octubre de 2024

Una muerte espantosa*

 

     Zeljko, un joven croata de diecinueve años se gana la vida de camarero, es aficionado a la poesía y miembro de una compañía de teatro de su ciudad. Pero esas aficiones no son del gusto de su padre que desearía para su hijo una profesión con mejores perspectivas de futuro; le acusa de poca ambición y de falta de carácter, sin duda influenciado por los valores que él recibió y por la propaganda patriótica que se va adueñando del país. Suenan tambores de guerra y un buen día es llamado a filas durante el conflicto de los Balcanes en la década de los noventa.

     Poco tiempo después conoce a Drazen y entablan amistad, está en su misma compañía, es pacifista y contrario a las armas pero no ha podido elegir. Es el primer día y la compañía está formada en el patio para escuchar la arenga del general. Les dice que les habla como general pero también como padre, que a nadie le gusta la guerra, pero que en situaciones de emergencia, la nación necesita a sus mejores hombres, que por eso están allí, para defender el suelo sagrado y que la madre patria sabrá recompensar en tiempo de paz, su sacrificio y esfuerzo durante la guerra. Les cuenta también que el enemigo son los comunistas serbios que pretenden adueñarse del país. Luego de quince minutos se retira, convencido del ardor que ha insuflado a los jóvenes soldados y de la elocuencia de sus palabras. Pronto movilizan a su unidad, que se encuentra en constante movimiento siguiendo el curso de la guerra. Una vez que el frente se estabiliza, su nueva misión consiste en la construcción de zanjas, trincheras y barracones para el descanso de la tropa. Una noche se produce un derrumbe en uno de los barracones, posiblemente debido a la mala colocación de las vigas y puntales que soportan el peso de la estructura. Zeljko salva in extremis la vida de su amigo Drazen sepultado entre cascotes y al borde de la asfixia en una acción que ése no olvidará jamás.

     Meses más tarde el capitán forma a la compañía y pide voluntarios para una acción arriesgada; se necesitan artificieros para la detección de minas. Será un trabajo bien recompensado, por cada mes de trabajo una semana de permiso. Zeljko y Drazen son los primeros en alistarse y ese mismo día trazan el plan a futuro: en el primer permiso que obtengan desertarán para huir del país. No nacieron para ser héroes ni tampoco aspiran a ninguna medalla porque esa guerra de nacionalismos no les convence. Tras recibir adiestramiento durante diez días todo va bien durante las primeras semanas pero cuando faltan dos días para completar el mes, en una salida rutinaria, una mina explota tras pisarla Zeljko sin la debida protección. Drazen contempla con horror el sobrecogedor espectáculo: una pierna arrancada de cuajo y múltiples heridas de metralla en el cuerpo. El herido grita de dolor, su amigo ha pedido una ambulancia pero tardará al menos media hora. Las heridas son gravísimas, pierde mucha sangre y Drazen se inclina hacia él y le ofrece su cantimplora. Zeljko no quiere morir pero es consciente de su rápido final, saca del bolsillo de su uniforme una foto familiar y se la entrega a su amigo: “dile a mi padre… que luché con valor” son sus últimas palabras. Drazen dice que sí con la cabeza porque tiene un nudo en la garganta que le impide hablar.

     Días después le conceden el permiso. Ante sí tiene la misión más difícil de su vida. Con paso tembloroso se dirige al domicilio de su amigo y tras abrirse la puerta, con gesto serio entrega a su madre la foto familiar. Ella entre lágrimas lo comprende todo. No existen palabras que puedan mitigar su dolor. Porque… ¿Es posible explicar a unos padres la muerte de su hijo?

 

 

 

*El relato de ficción que hoy subo a mi blog hace el número cien. A través de la imaginación intento mostrar, en este caso por medio de la escritura, mi visión de la vida y del mundo que me rodea.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Algunas cosas que nunca te dije

 

     Antes de que sea tarde y que la razón se me nuble, quiero contarte algo que te puede interesar. Cuando te conocí yo tenía veintiún años y tú acababas de cumplir los quince, era el año 1975 poco antes de morir Franco. Recuerdo que me gustaba la canción “Quince años” del Dúo Dinámico. Mientras la escuchaba siempre me acordaba de ti, aunque no lo reconocía en público porque claro, para entonces, ya estaban pasados de moda. Eras la más guapa de cuantas chicas venían a nuestra casa, con aquel pelo castaño que te llegaba hasta la cintura y aquella desenvoltura que te salía de manera natural. Las veces que estabas a mi lado, yo era la persona más dichosa del mundo y, luego ya de noche, rememoraba todos esos momentos que habíamos compartido. Salíamos en grupo y después, cuando nos despedíamos, siempre había una mirada cómplice entre nosotros. Me preguntaba cómo era posible que una chavala tan guapa se fijara en mí, siendo yo un tío con complejos, torpe y despistado; entre semana, se me hacían los días interminables, yo deseaba que llegara el siguiente fin de semana para poder verte de nuevo porque era en ese momento cuando la vida para mí cobraba un nuevo sentido.

     Recuerdo que por aquel entonces yo asistía a un curso sobre cristianismo y compromiso social o algo por el estilo y que alguna vez al compañero de más confianza le había hablado de ti. Estando un día en clase me pasó un papelito, lo desdoblé y ponía: “Víctor, antes triste, pesaroso, abatido. Ahora radiante, alegre, optimista. El milagro, Macarena. Viva Sevilla!!!”

     Te escribo estas líneas desde Pamplona, la ciudad donde nací. Sé que tú también la amas y que la consideras como tuya. Paseo por sus rincones, nunca me canso de recorrerlos: las murallas, la Ciudadela, la Vuelta del Castillo, la Taconera, Estafeta, San Nicolás, la parte vieja donde viví mi segunda infancia y adolescencia. La primera vez que viniste intentaba contarte los detalles curiosos de cada rincón que visitábamos, pero ahora la ciudad apenas tiene ya secretos para ti.

Ha pasado ya mucho tiempo desde entonces. Ahora yo tengo setenta años, tú sesenta y cuatro. Mis padres fallecieron, los tuyos también.  Tenemos dos hijos que ya caminan solos por la vida. Juntos de la mano hemos ido recorriendo este verano de nuevo los jardines de la Taconera, la Ciudadela, La Vuelta del Castillo… En los días de euforia o cuando las cosas me van bien sigo pensando qué suerte la mía, seguramente será porque sigues ahí apoyándome.

     A veces me paro a pensar qué soy yo y he de admitir que soy un hombre sin oficio; acaso un soñador, un impostor, un juntaletras, un romántico, es decir, cosas que no cotizan en el mercado actual. Cuando escribo procuro elegir bien cada frase, cada palabra, sin prisas, con el fin de expresar lo que de verdad siento. Tal vez en el amor pase lo mismo, es algo que se debe cocinar a fuego lento como los buenos guisos, pero en la sociedad en que vivimos todo va deprisa, no hay tiempo para el sosiego ni para la reflexión porque continuamente nos dicen que debemos sumar experiencias, que debemos ser felices, casi de manera imperativa. Pero con frecuencia olvidamos que el mero hecho de existir ya es de por sí un milagro ya que las posibilidades de nacer son las mismas que si nos tocara la lotería habiendo jugado toda la humanidad multiplicada por quince.  Estoy en desacuerdo con esa idea de que nuestra tarea en la vida es ser felices; se puede ser feliz pero siendo a la vez un egoísta sin ninguna empatía. Nuestra verdadera responsabilidad consiste en dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontramos al nacer. En ello va implícita la felicidad.

     Ya para finalizar te diré que siempre fuiste mi luz, mi faro, en este caminar por la vida, contigo todo ha sido más fácil aunque a veces me costara reconocerlo. Tenía razón aquel tipo de mi clase del que ya no recuerdo su nombre: el milagro, Macarena.

     Maite zaitut.

    

    

jueves, 1 de agosto de 2024

Baztandarren Biltzarra

 

     Quiero comenzar hablando de todas esas personas que en su día  tuvieron una intuición, una visión, una idea o como queramos llamarlo, y que gracias a ellas disfrutamos hoy de espacios que se manifiestan en formas de vida compartidas por toda una comunidad. Da lo mismo que uno se refiera a la cultura, al deporte, a la política, a la ciencia, etc. Siempre hay una persona impulsora, con una clara visión de futuro que es el inicio a un tiempo mejor o a una tradición que con el tiempo se consolida. En la política me viene a la mente la figura de Jacques Delors, padre fundacional de la Unión Europea; un hombre adelantando a su tiempo, artífice de la moneda única, de la supresión de fronteras y de la libre circulación de personas y mercancías. ¿Quién duda de que nuestro presente es mucho mejor a la hora de viajar por Europa? Tal vez en un futuro se consiga la unión política: los estados unidos de Europa. Es un objetivo muy difícil porque la UE a día de hoy la componen cerca de treinta países, cada una con su idioma, cultura e historia particulares y los acuerdos que se plasman no es sino después de largas y difíciles negociaciones.

     En el caso que hoy nos ocupa, esta persona se llamaba Ana María Marín, persona de referencia en la vida cultural y social del Valle de Baztán, pintora y concejala, amiga de artistas como Oteiza, Sáenz de Oiza o Paco Ibáñez a quienes invitaba a participar en exposiciones y actos culturales. Ella fue la principal impulsora de una fiesta, el Baztandarren Biltzarra, que se celebra todos los años en Elizondo (Navarra), capital del Valle de Baztán. Fue además concejala desde 1966 hasta 1974 e impulsó el Museo Etnográfico y la Coral de Elizondo. La fiesta consiste en un día de mercado que incluye el desfile de carrozas, una por cada uno de los quince pueblos que integran el valle, en las que enumera sus reivindicaciones, sus denuncias, aspiraciones, etc, al tiempo que exhibe y da a conocer las formas de vida de una colectividad. La música y el baile acompañan durante el recorrido el desfile de carrozas ante una multitud que se congrega, venida de los alrededores y también de la capital. Para que nada faltara, un suave sirimiri nos acompañó durante todo el festejo pero eso no impidió que las calles y plazas se encontraran repletas de público. La de este año ha sido la 61 edición y en sus comienzos tuvieron que luchar contra la represión y la dictadura franquista, que no veía con buenos ojos la reivindicación del idioma y la cultura vascas en una fiesta que comenzaba a consolidarse entre la población. En el desfile de este año las carrozas han presentado temas concretos como la emigración a EEUU de pastores pirenaicos durante la segunda mitad del S. XIX o el contrabando cruzando la frontera como forma de vida tras los duros años de la guerra civil, o el proceso de fabricación de tejas, de calzado, etc.

     Sin embargo, a día de hoy, uno de los principales problemas que arrastran desde hace años los pueblos enclavados en los valles pirenaicos es su paulatina despoblación. La vida tradicional basada en torno a la ganadería y el pastoreo ya no seducen a los más jóvenes, atraídos por las nuevas formas de vida que ofrece la capital; además sus aspiraciones no coinciden con las de sus antepasados. Es evidente que sin la ayuda de las administraciones públicas el futuro es bastante incierto. En el momento de escribir estas líneas saltan a los titulares informativos las noticias de que varias ciudades españolas se rebelan contra un tipo de turismo depredador que encarece la vida de los ciudadanos y agota los servicios públicos. Me pregunto para cuándo una política estatal de cara al exterior poniendo en valor enclaves poco conocidos con el fin de revitalizar comarcas que están perdiendo población, basadas en el valor paisajístico, el folclore, tradiciones y gastronomía locales, así como ayudas y ventajas fiscales para las empresas que se instalen en esos territorios. Desde hace varios años se viene escuchando por parte de los analistas que el modelo de sol y playa ya se encuentra agotado, pero al mismo tiempo seguimos levantando hoteles y concediendo licencias de pisos turísticos en zonas ya de por sí muy tensionadas.

     Precisamente las personas más jóvenes de la comarca de Baztán se han levantado contra ese modelo turístico boicoteando la construcción de casi trescientas viviendas, un hotel y un campo de golf proyectados en su entorno. El turismo sin control, invasivo y depredador es malo allí donde se instale, ya sea en la costa o en el monte rodeado de naturaleza. En nuestro país contamos con valles, territorios y comarcas que tendrían una gran acogida turística regulada. El Valle de Baztán es una de ellas.

lunes, 1 de julio de 2024

Noche de perros

 

     Aconteció en una noche de fuerte ventisca, oscura como la guarida del lobo. El ulular del viento sacudía los cristales y los copos de nieve ya se acumulaban en el alféizar de las ventanas. Ningún habitante se veía por las solitarias calles del pueblo, todos refugiados en sus casas. La única posada que queda, regentada por un matrimonio mayor está situada a las afueras del pueblo, ha conocido días mejores pero desde que cerró la mina de carbón hace unos años, se enfrenta a un futuro incierto debido a la falta de clientes. Los dueños disponen de un huerto que les proporciona frutas y hortalizas que venden en la capital. Su único hijo vive en Australia, les dice que vendan el huerto y la posada y se vayan con él, pero ellos le cuentan que aquí han vivido y aquí acabarán sus días. Además, ¿qué van a hacer en un país extraño y en las antípodas?

     Esa noche sus dueños están a punto de cerrar para irse a dormir cuando unos golpes secos llaman a la puerta. El marido, alarmado, coge el rifle porque ya no esperan a nadie. No es la primera vez que ruidos extraños se escuchan por los alrededores, es zona boscosa y el año pasado un oso hambriento dejó las marcas de sus garras en la puerta. Vuelven a repetirse los golpes impacientes. Antes de abrir el hombre amartilla el arma, es un mal presagio porque ¿quién se aventura a salir de casa una noche así? Con una mano abre la puerta y con la otra sujeta el rifle. Instantes después un hombre cae desplomado al suelo. El dueño cierra inmediatamente la puerta y le apunta con el arma, puede ser una treta o una emboscada para robarles, pero las ropas que lleva indican que el hombre ha sido sorprendido por la tormenta de nieve; tanto el calzado como su indumentaria no es la apropiada para esta época de año y es evidente que sufre de hipotermia severa. Le sientan junto a la estufa con el fin de que recupere sensaciones mientas la mujer prepara algo caliente para reconfortarle. El desconocido tiene rasgos orientales, tiembla como un niño y hasta pasados quince minutos no es capaz de reaccionar. Toma entre sus manos la taza caliente que le ofrecen, bebe a pequeños sorbos y parece que poco a poco la vida vuelve a su rostro. Luego emite sonidos, empieza a gesticular y ellos comprenden que es sordomudo. El hombre parece cansado y preparan su habitación. El marido recela y cuando se mujer se acuesta, coge el rifle y hace guardia cerca de la habitación donde duerme el extraño, puede tratarse de un fugitivo huido de la justicia. Recuerda que hace un año un expresidiario mató a una pareja antes de robarles.

     A la mañana siguiente, poco después del amanecer, un pequeño ruido despierta al marido que se ha quedado dormido con el rifle en la mano. Sigilosamente se acerca a la habitación del extraño, abre la puerta y se encuentra con la cama vacía. Presiente que le han engañado y que ha sido víctima de un robo, pero tras un concienzudo examen comprueba que aparentemente todo está en orden. Despierta a su mujer y con amargura le cuenta lo sucedido. Ni un gesto, ni una nota, ni siquiera un adiós. Gente desagradecida -dice el marido con amargura. La mujer calla porque no quiere aumentar el abatimiento de su marido.

      Mientras tanto las necesidades aprietan, la vieja furgoneta ya no da para más, les han dicho en el taller que necesita un nuevo motor pero… y el dinero? Han pasado ya cuatro meses cuando una mañana reciben una carta extraña. La letra, pequeña y menuda, no se corresponde a la de su hijo que es el único que les escribe. Tras abrirla comprueban que únicamente contiene una palabra: GRACIAS y, acompañando a ésta un cheque talón por valor de veinticinco mil euros. Después de la sorpresa inicial el matrimonio apenas puede contener las lágrimas, pero por diferente motivo: ella porque sabe que es el pago por haberle salvado la vida; él por haber sospechado que podía tratarse de un delincuente.

    

    

    

    

sábado, 1 de junio de 2024

Turismo depredador

 

     Con la llegada del calor y del verano llega también el momento de hacer planes en busca de nuestro destino vacacional. El turismo es un fenómeno global que nos afecta a todos en mayor o menor medida, a unos porque lo disfrutan y a otros porque lo padecen. Recientes son los ejemplos de ciudades como Barcelona, Palma de Mallorca y Las Palmas, que se han levantado frente a este tipo de turismo invasor que no respeta espacios y que esquilma recursos escasos como el agua. Hace poco leí las declaraciones de un experimentado viajero y comentaba que de un tiempo a esta parte, era necesario irse cada vez más lejos para disfrutar de unos días en solitario.

     No acabo de entender ese afán por acudir a sitios que están atiborrados de gente, o esa moda absurda de hacerse selfis al borde de acantilados o precipicios, la última una influencer mejicana al acercarse demasiado a un tren que circulaba a 180 km/h, ni el hacernos una foto con personajes conocidos para luego divulgarla en las redes sociales. La privacidad que exigimos para algunas cosas la olvidamos cuando se trata de que nos aplaudan y admiren. Todos esos comportamientos tienen su explicación: nos gusta que nos alaben, necesitamos el reconocimiento de los demás. Algo así como decir: eh, mi vida también es interesante.

     Los humanos somos seres gregarios, nos resulta difícil la vida sin el contacto con gente de nuestra especie, pero al mismo tiempo necesitamos un mínimo espacio para vivir. Por el contrario, nuestras ciudades son cada vez más grandes y ruidosas, las cuales, en muchos casos generan tensión y violencia. Soy de los que necesitan tiempo para estar solo, para reflexionar, para meditar. Voy a dejarlo por escrito para que quede bien claro. Si alguna vez desapareciera sin previo aviso y no contestara al teléfono, que nadie me busque entre los pasajeros de ningún crucero, de esos que transportan cinco mil turistas a bordo, tampoco en hoteles resort todo incluido o en destinos exóticos de arena fina y aguas azul turquesa tipo Caribe. Seguramente me encuentre fotografiando lugares con misterio como por ejemplo estaciones de tren abandonadas, testigos mudos de encuentros y despedidas o, visitando el célebre cementerio parisino de Père Lachaise entre las tumbas de poetas, pintores, escritores y músicos pero, lo más probable, en el antiguo molino que fue propiedad de los Caballeros de la Orden de Malta, en pie desde el siglo XV, posteriormente reconvertido en central eléctrica y que durante treinta años mi abuelo materno fue el encargado. El conjunto se halla hoy en franco deterioro, pero todavía podemos admirar la bella calzada medieval de acceso, eso sí, casi todo ya invadido por la vegetación y la hiedra. Es un paraje solitario pero al mismo tiempo un rincón evocador al que siempre vuelvo cuando tengo unos días de descanso. Frente a lo efímero de nuestras vidas me fijo en la robustez de los sillares de piedra del molino.

      Admiro esos conjuntos monumentales que nos hipnotizan, como las pirámides, catedrales, puentes, acueductos, termas, castillos… Los hicieron para que perduraran toda la vida, un legado para la eternidad. La obsolescencia programada vino después. Ahora la vida útil de la mayoría de los productos que compramos es de diez o quince años, veinte a lo sumo. La Humanidad tiene una deuda con los arquitectos y los maestros canteros que hicieron posible esas obras tan extraordinarias pero la mayoría de las veces ignoramos quiénes fueron. Merecían que sus nombres figurasen con letras de oro para la posteridad. Gracias por siempre.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Visita al terapeuta

 

     Desde hace algún tiempo asisto cada jueves a sesiones de terapia racional-emotiva con el fin de superar conductas que me llevan al aislacionismo. El doctor que me atiende es colombiano y queda un tanto desconcertado al verme entrar con mi perro de raza border coollie. Es la primera vez que lo hago y una vez sentado me creo obligado a darle una explicación.

     —Verá doctor, he logrado tal nivel de comunicación con mi mascota que me resulta difícil apartarle de mis preocupaciones vitales.

     El doctor se remueve en su asiento y hace esfuerzos por entender esa relación emocional afectiva. Nunca le había sucedido que un paciente entre con su mascota, pero intenta ser comprensivo no vaya a ser que su cliente reaccione negativamente y no vuelva más. No obstante desea indagar hasta el fondo de la cuestión.

     —Verá, no es que yo quiera inmiscuirme en sus asuntos pero ¿usted cree de verdad que el perro entiende lo que hablamos?

     —Por supuesto, pero no le llame perro, llámele Leonardo.

     —Y por qué le puso Leonardo?

     —Porque es muy inteligente.

     —Ah, claro.

     El perro se tumba en el suelo con las orejas enhiestas, como queriendo captar todo lo que allí se habla. El doctor sigue preguntando.

     —¿Y desde cuándo tiene esa relación tan especial con su mascota?

     —Desde el primer día que la vi. Estamos hechos el uno para el otro. Le hablo y creo que me entiende.

     Observo al doctor mientras v tomando algunos apuntes y luego me mira fijamente a la cara. Por su expresión no cree lo que le estoy diciendo. El doctor intenta cambiar de tema.

     —¿Tiene usted amigos? ¿Se relaciona con ellos?

     —Sí, por supuesto. Todas las noches en el parque que hay junto a mi casa, nos vemos los dueños del pastor alemán, el bulldog, el labrador, el husky siberiano, el cocker…

     —Comprendo —le interrumpe el doctor. Veamos, en la última sesión usted me dijo que su mejor amigo le había traicionado.

     —Es cierto. Y sé que Leonardo nunca me traicionará. Confío en él, dormimos en la misma habitación.

     El doctor vuelve a mirarme, unas veces a mí, otras a Leonardo. A continuación me  pregunta si de niño me sentía querido en el seno familiar. No entiendo esa pregunta. Luego dice que a veces este tipo de conductas obedecen a un desarraigo traumático en los años de infancia. Le digo que de pequeño quise tener un perrito pero que mi padre se negó.

     —Doctor, yo me tengo por una personal normal. ¿No lo cree usted así? ¿Pero qué hace, por qué se levanta?

     Doctor, doctor, no se vaya… 

martes, 2 de abril de 2024

No somos mejores

 

     Aunque nadie niega su avance y las ventajas que en materia de comunicación conllevan, es increíble la cantidad de mensajes negativos y la mala baba que se destila por las redes sociales. Uno de los más difundidos y que recurrentemente recibo es el que hace hincapié en las prácticas corruptas de alguno de nuestros políticos. Siento tener que discrepar, pero hay mucha hipocresía en esas cadenas que circulan por wasap, la mayoría con una intencionalidad y un claro sesgo ideológico, pero que cumplen una función y acaban contaminando y enfangando todo lo que tocan, referidas a las corruptelas de los políticos, sus prebendas y beneficios, para a continuación, pedir la dimisión de todos ellos, sembrar dudas y deslegitimar la democracia y sus instituciones. Y yo me pregunto, ¿acaso son mejores personas que nuestros cargos públicos los centenares de propietarios de pozos ilegales que están desecando Doñana? ¿O los miles de albañiles, fontaneros, electricistas, pintores, cerrajeros, carpinteros, etc que se ahorran el IVA defraudando a Hacienda en los trabajos y reparaciones que hacen, además con nuestro consentimiento? ¿Con qué derecho criticamos la economía sumergida y los casos de corrupción de los políticos?

     Admitámoslo, somos un país de pícaros y los políticos no son sino el fiel reflejo de nuestra sociedad. En los países escandinavos es raro encontrar esos niveles de corrupción en los representantes de los ciudadanos. Nos llevan más de treinta años de ventaja y eso se nota. Es otra mentalidad, hay educación, hay respeto, los cargos públicos se entienden como un servicio al ciudadano. Hace unos pocos años visité Noruega y recuerdo que la guía nos comentaba que allí el ciudadano cumplía escrupulosamente las normas de circulación y, si en un determinado tramo de la carretera había una señal de circular a 60 todo el mundo la respetaba porque entendía que el Estado velaba por ellos. En nuestra mentalidad y formas de vida mediterráneas eso es algo impensable porque entendemos que el político vive a nuestra costa y utiliza su privilegiada posición para medrar. Sin embargo, necesitamos personas que se dediquen a la res populi, es decir, a gestionar los gastos del Estado, personas capacitadas, honestas, bien retribuidas y con una visión de servicio a la mayoría.

     Hasta hace no demasiados años era motivo de orgullo en nuestro país decir que no se pagaba a Hacienda. Ello confería como un halo de prestigio en el círculo de amistades.  Lo dicho, somos un país de pícaros y aprovechados.

    

    

sábado, 2 de marzo de 2024

La casa de los Garro

 

     La casa de los Garro era un caserón de tres plantas situado a la derecha de una pronunciada cuesta poco antes de llegar al cementerio, a la salida del pueblo donde vivíamos. Los propietarios era una de las familias pudientes; hablo de cuando los pueblos estaban gobernados por el alcalde (nombrado por el Gobernador Civil), y las fuerzas vivas de la localidad, a saber: el secretario, el cura, el maestro y el sargento de la Guardia Civil. A veces, mis hermanas y yo íbamos allí a jugar con sus hijos y a pasar la tarde. En esa casa vi por primera vez un aparato de televisión (creo que era el año 1962), y las series que más nos gustaban eran Bonanza y El Llanero Solitario, un tipo con antifaz que tenía un ayudante indio que se llamaba Toro. No recuerdo su nombre pero una de las hijas me gustaba, esos amores infantiles que no pasaba más allá de las miradas.

     Mi mejor amigo en el pueblo era el hijo del herrero. Tenía una habilidad especial para distinguir el canto de los pájaros, se subía a los árboles y luego nos enseñaba sus nidos. Otras veces acudíamos a la fragua de su padre a verle trabajar, labores que yo miraba sin pestañear. Era un hombre de gran corpulencia que golpeaba el martillo contra el yunque sin aparente esfuerzo. Fabricaba aperos de labranza, rejas de hierro y, sobre todo, herraduras para las caballerías que luego echaba a un cubo con agua para que se enfriaran. Un día que andábamos jugando en el recreo mi amigo me dijo:

     —¿Quieres que mañana hagamos fuina?

     —¿Qué es fuina?

     —Faltar a la escuela. Podemos ir al río y luego a por cerezas o a buscar nidos.

     En un momento sopesé las consecuencias. Era más que probable que el maestro se cruzara algún día con mi padre y le pidiera explicaciones, así que le contesté que no. Más tarde comprendí que aquella falta de decisión y de arrojo fue en menoscabo de nuestra amistad. Frente a la fragua se alzaba el imponente castillo, propiedad del V Marqués de San Adrián inmortalizado por Goya (al decir por los entendidos), en uno de sus mejores retratos.

     Dos años después a mi padre le cambiaron de destino y tuvimos que dejar el pueblo para trasladarnos a la capital. Mi vida cambió e ingresé en un internado. Muchos años después he vuelto de visita al pueblo, el cual ha resistido bastante bien el problema de la despoblación de la España vaciada, pero los signos de cambio después de tantos años eran evidentes. Me cuentan que la fragua cerró hace mucho y que ahora es un bazar chino. La casa de los Garro, antiguamente espectacular, luce ahora deshabitada y en estado de casi abandono, con desconchones en las paredes y el jardín lleno de maleza. Lo que mejor recuerdo del pueblo eran las magníficas vistas desde el campanario de la Iglesia, una torre de estilo mudéjar. Allí subía yo a bandear las campanas los domingos por la mañana.

     Han pasado más de sesenta años desde entonces pero a veces todavía sueño con el pueblo.

    

sábado, 3 de febrero de 2024

Banderas

 

     Leo con sumo interés los diarios del escritor, político, diputado y expresidente de la II República Manuel Azaña, acaso el político más capaz y el mejor preparado de la historia de España del siglo XX. Gran orador, sus grandes discursos en las Cortes han pasado a la posteridad, al igual que en las citas electorales, donde era capaz de llenar plazas de toros y estadios deportivos de gentes venidas hasta de provincias para escucharle. Pese a todo, tuvo que hacer frente no solo a los enemigos de la República, sino también a los frecuentes ataques recibidos desde las propias filas republicanas, en especial de radicales y anarquistas. Acometió con valentía los grandes desafíos de su tiempo con el fin de modernizar el país y acercarlo a Europa, como eran elevar el nivel de educación y cultura, la reforma agraria, el voto femenino, la reforma del Ejército, el amor a la naturaleza (…”La Morcuera me interesa más que la mayoría parlamentaria y los árboles de mi jardín más que mi partido”), la separación de poderes de Iglesia y Estado, etc. El final de sus días, ya exiliado en Francia después de la derrota republicana, fue rocambolesco; nazis y falangistas pretendieron secuestrarlo cuando convalecía gravemente enfermo en un hotel, con el fin de juzgarlo por las nuevas autoridades de España. En el momento de su fallecimiento en 1940, el gobierno de Vichy no consintió que la bandera republicana cubriera el féretro. Pretendían que fuera la bandera bicolor pero su familia no lo autorizó. Finalmente lo cubrió la bandera de Méjico, pues este país realizó un gran esfuerzo por repatriar a miles de republicanos españoles que no podían volver a su país. Tal fue el odio que el nuevo régimen franquista sintió hacia su figura, que intentó que su nombre fuera proscrito. Así, a partir de 1936 el municipio toledano de Azaña lo rebautizaron con el nombre de Numancia de la Sagra cuando el regimiento del mismo nombre avanzaba hacia Madrid.

     Hace unos cuantos años, por cosas del azar, tuve ocasión de conocer a un sobrino-nieto de Azaña con el que con el paso de los años compartí algunas aficiones y una buena amistad. Lo curioso del caso es que nunca mencionó su parentesco, hasta que un día vi en el periódico su foto y la de su familia saludando al expresidente Aznar en una recepción privada. Entre risas me comentó luego que aquella fotografía le había dado muchos disgustos entre sus amistades más cercanas. Aquel intento de acercamiento le granjeó no pocas críticas a Aznar por considerarse heredero de la figura de Azaña. Meses más tarde invité a mi amigo a comer en mi casa un caluroso día de julio. Acudió con su madre (sobrina de Manuel Azaña), y en la sobremesa le pregunté a ella, a punto de cumplir noventa años, si tenía recuerdos de su tío. Me dijo que sí (le llamaba tío Manolo) y también comentó que conoció a Antonio Machado, Rafael Alberti y García Lorca entre otros. La sobremesa duró hasta las siete de la tarde desgranando anécdotas y recuerdos.  Fue la primera y última vez que la vi, poco después falleció.  Cuando acudí al tanatorio saludé a mi amigo y sus hermanos, los cuales velaban el cadáver. Al otro lado del cristal había una gran corona de flores junto al féretro, esta vez sí, cubierto por la bandera republicana y encima de ella una gran foto familiar con Manuel Azaña en el centro de la imagen.

     Acabo de visitar hace unos días el palacio de Buenavista, ubicado junto a la estatura de Cibeles, en lo que hoy es el cuartel general del Ejército. Desde el exterior apenas es visible debido al arbolado que lo rodea. Fue residencia de los generales Prim, Espartero y más recientemente del Jefe de Gobierno y luego presidente de la República Manuel Azaña. Mientras recorría las diferentes estancias y salones me lo imaginé paseando por el jardín, cavilando acerca de las personas idóneas para dirigir los diferentes ministerios o bien, preocupado en su despacho por el discurso de la guerra con la presencia del ejército rebelde a las puertas de la ciudad.

     

 

 

 

domingo, 7 de enero de 2024

La selva del Darién

 

     La selva del Darién es una región de Panamá que cada año atraviesan miles de migrantes en busca del anhelado sueño de Eldorado que para ellos significa llegar a EEUU. Hablar del Darién es hablar de una de las travesías más peligrosas del mundo: picaduras de mosquitos y serpientes, enfermedades, robos, tráfico de personas, violaciones y hambre. Los organismos internacionales, léase Gobiernos de la región, ONU, Corte Penal Internacional, etc no moverán ficha por ellos porque su único delito es ser pobres. Quienes se adentran en la selva son los mismos que semanas más tarde se subirán a la Bestia, el tren de la muerte que une Méjico con la frontera de EEUU viajando en la parte superior de los trenes sujetos con bridas y cuerdas para no caer en las vías cuando se queden dormidos. Nada será peor que lo que dejan atrás. Hablamos de una región de Panamá pero podríamos decir otros lugares como Somalia, Eritrea, Burkina Faso, Haití y tantos otros sitios donde a menudo la vida es un infierno.

     Joaquín (él prefiere que le llamen Xuaco), lleva más de cuarenta años en Panamá y conoce de primera mano la realidad del país. Es varias cosas en una sola: aventurero, explorador, cooperante, misionero. Tiene muy claro que su Dios es el de los pobres. Trabaja con el campesinado indígena creando cooperativas para su autoabastecimiento abogando por un comercio justo, libre de especuladores e intermediarios en medio de la exuberante vegetación que les rodea. Sabe bien lo que significa la palabra esperanza porque la ha aprendido de ellos, dicen que el que nada tiene confía en que algún día su suerte cambie. Su experiencia vital le ha enseñado que la maldad y el horror no es privativo de quienes cometen crímenes,  sino también de los que muestran indiferencia ante el dolor ajeno.

     Hace un par de meses recibió con sorpresa la llamada del  reportero de un equipo de la televisión sueca para  realizar un programa sobre los migrantes y las tribus indígenas que habitan en la selva panameña. Mientras se realiza la entrevista en uno de los pasos del Darién, la cámara va recogiendo el lamentable estado de las personas que los cruzan; sudorosos, llenos de barro, caminando hasta el agotamiento en busca del siguiente descanso donde les espera una pequeña red de apoyo que les facilitará agua embotellada, un plato caliente, atención médica para curar las heridas de los más débiles y, acaso, un refugio donde pasar la noche. A menudo los migrantes tienen que soportar la terrible visión de gente que ha fallecido, víctima de un viaje extenuante. Joaquín explica que uno de los problemas básicos es el de la comunicación con otras comunidades debido a que las carreteras o caminos son deficientes porque la selva literalmente los engulle. La única alternativa es el transporte a través de los ríos pero las canoas son lentas y escasas. El reportaje incluye una visita a los indios indígenas Emberá, Joaquín conoce su idioma y habla con los jefes de la tribu y explica al entrevistador su estilo de vida y costumbres. Los Emberá es una comunidad apegada a la tierra, defienden su territorio frente a las amenazas que sufren por parte de los caciques locales y las empresas multinacionales con el fin de que abandonen sus tierras para poder realizar prospecciones en busca de gas y otros materiales. Explica que la llegada del turismo invasor es también una amenaza para ellos puesto que altera su estilo de vida. Todo el mundo pretender hacerse fotos con ellos, quieren conocer sus viviendas a cambio de tabaco, alcohol, teléfonos móviles o zapatillas de marca.

     Ha pasado ya un mes desde entonces y hay días en los que se acuesta con amargura pensando si su trabajo sirve para algo, son momentos de flaqueza, todo el mundo los tiene. Pero hoy ha recibido una gran noticia desde Estocolmo. Le han comunicado que hace unos días  se emitió el reportaje en horario de máxima audiencia y que nada más terminar, la centralita se bloqueó debido a la gran cantidad de llamadas ofreciendo ayuda material para sus proyectos. Después de cenar, acude como es su costumbre a la mecedora, tranquilamente enciende su pipa y piensa que en el fondo es una persona afortunada. Sabe que la gente le aprecia y aunque su Dios a veces parece que es un poco sordo, al final siempre le escucha.