Zeljko, un joven
croata de diecinueve años se gana la vida de camarero, es aficionado a la
poesía y miembro de una compañía de teatro de su ciudad. Pero esas aficiones no
son del gusto de su padre que desearía para su hijo una profesión con mejores
perspectivas de futuro; le acusa de poca ambición y de falta de carácter, sin
duda influenciado por los valores que él recibió y por la propaganda patriótica
que se va adueñando del país. Suenan tambores de guerra y un buen día es
llamado a filas durante el conflicto de los Balcanes en la década de los
noventa.
Poco tiempo
después conoce a Drazen y entablan amistad, está en su misma compañía, es
pacifista y contrario a las armas pero no ha podido elegir. Es el primer día y
la compañía está formada en el patio para escuchar la arenga del general. Les
dice que les habla como general pero también como padre, que a nadie le gusta
la guerra, pero que en situaciones de emergencia, la nación necesita a sus
mejores hombres, que por eso están allí, para defender el suelo sagrado y que
la madre patria sabrá recompensar en tiempo de paz, su sacrificio y esfuerzo
durante la guerra. Les cuenta también que el enemigo son los comunistas serbios
que pretenden adueñarse del país. Luego de quince minutos se retira, convencido
del ardor que ha insuflado a los jóvenes soldados y de la elocuencia de sus
palabras. Pronto movilizan a su unidad, que se encuentra en constante
movimiento siguiendo el curso de la guerra. Una vez que el frente se
estabiliza, su nueva misión consiste en la construcción de zanjas, trincheras y
barracones para el descanso de la tropa. Una noche se produce un derrumbe en
uno de los barracones, posiblemente debido a la mala colocación de las vigas y
puntales que soportan el peso de la estructura. Zeljko salva in extremis la
vida de su amigo Drazen sepultado entre cascotes y al borde de la asfixia en
una acción que ése no olvidará jamás.
Meses más tarde el
capitán forma a la compañía y pide voluntarios para una acción arriesgada; se
necesitan artificieros para la detección de minas. Será un trabajo bien
recompensado, por cada mes de trabajo una semana de permiso. Zeljko y Drazen
son los primeros en alistarse y ese mismo día trazan el plan a futuro: en el
primer permiso que obtengan desertarán para huir del país. No nacieron para ser
héroes ni tampoco aspiran a ninguna medalla porque esa guerra de nacionalismos
no les convence. Tras recibir adiestramiento durante diez días todo va bien
durante las primeras semanas pero cuando faltan dos días para completar el mes,
en una salida rutinaria, una mina explota tras pisarla Zeljko sin la debida
protección. Drazen contempla con horror el sobrecogedor espectáculo: una pierna
arrancada de cuajo y múltiples heridas de metralla en el cuerpo. El herido
grita de dolor, su amigo ha pedido una ambulancia pero tardará al menos media
hora. Las heridas son gravísimas, pierde mucha sangre y Drazen se inclina hacia
él y le ofrece su cantimplora. Zeljko no quiere morir pero es consciente de su
rápido final, saca del bolsillo de su uniforme una foto familiar y se la
entrega a su amigo: “dile a mi padre… que luché con valor” son sus últimas
palabras. Drazen dice que sí con la cabeza porque tiene un nudo en la garganta
que le impide hablar.
Días después le
conceden el permiso. Ante sí tiene la misión más difícil de su vida. Con paso
tembloroso se dirige al domicilio de su amigo y tras abrirse la puerta, con
gesto serio entrega a su madre la foto familiar. Ella entre lágrimas lo
comprende todo. No existen palabras que puedan mitigar su dolor. Porque… ¿Es
posible explicar a unos padres la muerte de su hijo?
*El relato de ficción que hoy subo a mi blog hace el
número cien. A través de la imaginación intento mostrar, en este caso por medio
de la escritura, mi visión de la vida y del mundo que me rodea.
Podrías desarrollar más las historias. Ésta por ejemplo se puede cocinar más despacio y con más sucesos para que el final sea más emotivo aún
ResponderEliminar