miércoles, 6 de abril de 2022

Seres solitarios

      Viajaba en el asiento al lado del mío. Morena, con aire distinguido y resuelto, de unos cincuenta años. Todo comenzó con una conversación trivial ante el largo viaje transoceánico que nos esperaba; que si el miedo a volar, que si las turbulencias, en fin, esas cosas que se hablan cuando subes a un avión. Una vez roto el hielo me comentó que para ella  el mejor antídoto contra el miedo era la conversación y que su viaje tenía que ver con el asesoramiento a un grupo inversor que aspiraba a implantarse en Argentina y otros países de la zona. Y también que impartiría una conferencia en una escuela de negocios en Buenos Aires. Yo nada entendía de finanzas ni tampoco me interesaba especialmente el asunto, pero por educación me mantuve atento a sus explicaciones. Luego la conversación derivó en torno a las cotizaciones en Bolsa, tema aburrido donde los haya pero, según me aseguró,  muy esclarecedor de cara a su trabajo. Una vez que me hubo explicado cómo, dónde y cuándo invertir, quiso saber cuál era el objeto de mi viaje. Yo, que de natural soy un tanto reacio a entablar conversación con extraños, me vi en la obligación de sincerarme y le contesté que tenía como fin conocer a los descendientes de un familiar mío que    había emigrado a Argentina al término de la guerra civil, cuando este país era rico y España pobre y que acababa de fallecer. Además había una herencia de por medio, algo difícil de desdeñar. Ella pareció especialmente interesada en el asunto y así  estuvimos charlando durante un largo espacio de tiempo haciendo que el viaje pareciera más corto. Resultaba paradójico que a veces resulta más fácil sincerarse con extraños que con personas  que viven cerca de nosotros. En un momento dado me giré y vi que dormía. Pensé en los caprichos del azar; compartiría unas horas con la persona que estaba a mi lado, pero posiblemente no la volvería a ver nunca más el resto de mi vida. Traté de echar un sueño pero no pude hacerlo, preocupado como estaba por cómo me recibirían unos familiares a los que no había visto nunca y de los que únicamente conocía sus nombres. El único nexo eran unas fotos antiguas  con sus hijos pequeños que nuestro familiar envió a los cuatro años de emigrar a Argentina. En el fondo no dejaba de ser un extraño, una de esas visitas inoportunas que uno agradece infinito cuando se van.

     Momentos antes de aterrizar intercambiamos nuestros respectivos números de teléfono. Eran las diez de una mañana de domingo y nadie me esperaba en el aeropuerto. Tenía el tiempo libre hasta el día siguiente en que tomaría otro vuelo hasta Tucumán, al norte del país. A las siete de la tarde estaba a punto de irme a la cama debido al cansancio por el desfase horario cuando sonó mi teléfono. Hola, te acuerdas de mí? Soy Rocío, tu compañera de asiento en el avión. Después de unos segundos de vacilación respondí. Qué tal Rocío, alguna novedad? No me gusta cenar sola y aquí no conozco a nadie. Te importaría acompañarme esta noche? Nada en el mundo me apetecía más que tumbarme en la cama pero hice un esfuerzo con el fin de no aparecer como un tipo egoísta y desagradable. Convinimos una hora para la cita y acto seguido me di una ducha para despejarme. Al principio los dos estábamos algo nerviosos. Cenamos y luego fuimos a un afamado local del centro de la ciudad a escuchar tangos. A un lado del escenario, sobriamente decorado,  un joven tocaba el bandoneón acompañado por un pianista y de una chica al  violín. Una pareja bailaba en la platea con mucho sentimiento mientras el cantante desgranaba una melodía que hablaba de la tristeza que acompaña a los amores rotos, la fugacidad de las cosas humanas, la soledad... En un momento dado miré a mi compañera de soslayo y entreví una lágrima que resbalaba por su mejilla, quién sabe si rememorando algún amor frustrado. Por respeto no quise invadir su intimidad y en ese instante nos  vimos  reflejados en las letras que el cantante interpretaba. Éramos dos seres solitarios en una ciudad desconocida que casualmente había hurgado en nuestros secretos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario