Una pareja de veinteañeros pasean sonrientes por la playa cogidos de la mano. No sabemos sus nombres pero tampoco importa, son jóvenes y se les ve felices. A poca distancia una señora que ocupa una hamaca junto a la orilla, se vuelve para contemplarlos, quién sabe si con una pizca de envidia. Son los únicos ocupantes de una playa sin bañistas y con algo de oleaje, donde se adivina el fin de la temporada de verano. La imagen es la foto de portada de un libro que estoy leyendo. Cuerpos bronceados rebosantes de vida en una playa desierta donde se respira libertad.
Siento curiosidad y me pregunto qué habrá sido de la joven pareja teniendo en cuenta que la foto fue tomada en 1960. ¿Se habrían casado? ¿Vivirán todavía? Ellos ignoran que esa instantánea la contemplarán miles de lectores que tal vez se pregunten lo mismo que yo. Esos jóvenes que sonríen despreocupados ajenos a cuanto les rodea hoy serán octogenarios. Volver la vista atrás para contemplar una imagen de juventud es una dura prueba que en un momento dado a todos nos depara la vida. Para algunos será un recuerdo idílico, para otros una añoranza del pasado. Pero en todo caso, para casi todos, resulta una imagen hasta cierto punto cruel.
Por cierto, el libro se titula Cásate conmigo, de John Updike.
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