viernes, 23 de abril de 2021

Las cartas

      Echo de menos recibir cartas. Aquellas cartas que esperábamos con impaciencia eran mucho más que una hoja de papel. Casi podías sentir el aliento y la mano de quien las escribía. A menudo iban acompañadas de una fotografía, un beso con carmín o un recuerdo que unía a esas personas. Al año de nacer yo, mi madre le envió un mechón de pelo a una hermana que vivía en Argentina. Casi a diario miro en el buzón, pero únicamente es mi banco el que me escribe para notificarme el cobro de la luz, el teléfono o el agua. Otro remitente ocasional suele ser el Ayuntamiento dando cuenta de alguna multa, pero sin duda las cartas que más temo son las de Hacienda.

     Internet y las redes sociales han sustituido al correo postal, porque ahora todo es más rápido y lo queremos de inmediato. Pasa lo mismo con las noticias, las de ayer ya son trasnochadas. Pienso que tanta información se convierte en algarabía y a veces nos confunde. y no hablo solamente de los bulos y noticias falsas e interesadas que circulan por la red.  Recuerdo las cartas que recibía de mi madre cuando cursaba estudios de Bachillerato en el internado, muy lejos de casa. ¡¡Qué emoción al leerlas!! pero nunca se lo dije y ahora me lo reprocho. Las encabezaba siempre con una cruz, costumbre que también se hacía al salir por la mañana del portal de casa. A veces volvía a releerlas y luego las guardaba en el cajón del escritorio. Pasaba por alto las faltas de ortografía porque su generación apenas tuvo acceso a los estudios superiores y universitarios. Para quienes residíamos fuera de nuestras casas, las cartas  eran el medio a través de las cuales se nos comunicaba el día a día y los pequeños sucesos familiares. En cambio las llamadas telefónicas solían ser casi siempre para dar noticias graves o luctuosas. Escribir cartas de tu puño y letra tiene para mí mucho más valor que hacerlo con caracteres tipográficos, llámese  correo electrónico, twitter, wasap o similares. Tiene la validez de lo auténtico. Es como escuchar la versión original en cine con la voz del actor en vez de la versión doblada.

     En este tiempo de pandemia y de aislamiento social, la escritura se ha convertido para mí en un refugio liberador, lo mismo que otras ocupaciones que yo antes consideraba de "viejo" como pasear o leer. En mis ratos de ocio apunto las ideas que me vienen a la cabeza y algunas las desarrollo luego con más o menos acierto. Es difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que uno siente y en contadas ocasiones me hace feliz lo que escribo, pero a menudo me basta con una pequeña historia o algunas frases bien hilvanadas para sentirme realmente satisfecho.

     Hoy 23 de abril es el Día del Libro. En este tiempo he crecido como lector y también he aprendido a rezar a mi manera: "Antonio Machado que estás en los libros"...  Todas las semanas acudo al menos una vez a la biblioteca, mi segunda residencia. A veces sufro porque no sé cuál elegir y tan sólo me puedo llevar uno. Realidad y ficción, a menudo entrelazadas, se funden para contarnos historias. Hay libros que me desatan la risa mientras los leo, otros me mantienen en vilo hasta el final, algunos —los menos— son plomizos y los abandono, muchos me conmueven y me emocionan hasta el llanto. Algunos pocos los releo de nuevo. Ninguno me deja indiferente. Es la magia de la escritura.

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