lunes, 3 de julio de 2023

Dime quién soy

 

     Todo comenzó como comienzan las cosas a las que apenas prestamos atención; que si pequeñas distracciones, despistes, olvidos… en fin, nada que no le haya ocurrido alguna vez a la mayoría de la gente, pero que,  pasado  un tiempo, se nos revelan importantes cuando ya es demasiado tarde.

     Agustín es septuagenario y se encuentra en un centro especializado para atender a pacientes que tienen el mismo problema que él. El edificio es moderno, cuenta con piscina climatizada, gimnasio, biblioteca y un pequeño salón donde en fechas señaladas se celebran conferencias, conciertos de música o bien obras de teatro para los internos. Su habitación es luminosa y da a un parque donde a diario ve jugar a los niños en su hora de recreo. Todas las mañanas Roberto, un empleado del centro, le ayuda a vestirse. Es simpático, lleva veinte años trabajando con enfermos y ha visto de todo. Una vez que le ha ayudado a vestir le recuerda que debe tomar la medicación antes de bajar al gimnasio para hacer los ejercicios. A veces Roberto se enfada con él porque se niega a ir al gimnasio y le contesta que esas son rabietas como las de los críos.

     Cada quince días Agustín recibe en su habitación la visita del doctor Cabrera, el cual le hace preguntas acerca de su salud, si se encuentra a gusto en el centro y demás pormenores de interés. El paciente le responde apenas con monosílabos, entre otras cosas porque tiene dificultades para construir un discurso fluido y coherente. Además, la bata blanca le intimida y piensa que le están examinando o evaluando cada vez que el doctor acude a verle. Puestos a elegir prefiere la compañía de Roberto, a pesar de que a veces se enfada con él porque no quiere bajar al gimnasio, sin embargo a diario le gasta bromas y le hace reír con sus ocurrencias y las cosas que cuenta.

     Hoy es el cumpleaños de Agustín aunque él no lo sabe. Por la tarde recibe la visita de un muchacho joven, de unos treinta años. Su cara no le dice nada, más tarde duda, le pasa a menudo. Le pregunta qué ha comido pero no lo recuerda, e intentando salir del apuro le responde lo primero que le viene a la mente. Los dos se observan como buscando la manera de comunicarse sin que el otro sufra. Deliberadamente sortean las preguntas incómodas. La de uno: ¿qué haces aquí? La del otro: Sabes quién soy? El joven es consciente de la situación; le habla con pausa de su trabajo, de los planes que tiene y de las pequeñas cosas del día a día. En un momento dado le entrega un regalo y con gesto de sorpresa Agustín lo abre despacio, intentando no romper el envoltorio pues entiende que es algo delicado. El contenido es un álbum de fotografías, los dos se sientan  junto a la mesa y comienza a pasar las hojas mientras el joven observa la expresión de su rostro en busca de reacciones, pero apenas mueve ningún músculo de su cara ni hace comentarios. En ese momento suena un timbre, es la hora de la cena y también  la despedida de las visitas. Los dos se levantan, el joven le da un abrazo y le dice adiós papá, volveré la semana que viene.

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