domingo, 11 de diciembre de 2022

Real Fábrica de Tapices

Los Stuyck. Siete generaciones al frente de la Fábrica

 

 

 

Asignatura:  Historia de España Moderna (S. XV al XVIII)

Profesora: Magdalena de Pazzis Pi Corrales

 

Universidad Complutense para Mayores

Alumno: Víctor Manuel Balda Ruiz (Grupo A)

Fecha: 28 de noviembre 2022


INDICE

 

1.      INTRODUCCION.. 3

2.      DINASTIA VANDERGOTEN-STUYCK. 4

3.      COMIENZOS DE LA FABRICA DE TAPICES. 6

4.      CRISIS DURANTE LOS SIGLOS XIX y XX. LA II REPUBLICA. 11

5.      ULTIMA ETAPA. LA FUNDACION.. 20

6.      LIVINIO STUYCK CANDELA. 21

7.      VALORACION PERSONAL. 23

8.      REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. 25

 

 1.   INTRODUCCION

Es intención del autor realizar el trabajo de esta asignatura centrándose en la figura de la familia Stuyck, siete generaciones al frente de la Fábrica, herederos directos de Jacobo Vandergoten (o Van der Gotten), llegado expresamente a España desde Flandes de la mano de Felipe V para hacerse cargo de la Real Fábrica de Tapices y fundar esta manufactura de tapices y alfombras de lujo inspirada en los talleres franceses. Se da la circunstancia de que cada Livinio Stuyck llamaba Gabino a su primer hijo y cada Gabino Stuyck llamaba Livinio también a su primer hijo. En total cuatro Livinios y tres Gabinos componen la saga familiar, más de doscientos años al frente de la Fábrica, que como veremos  a continuación, sufrió numerosos avatares sobre todo en el S. XIX. Con el fin de documentarse ha rastreado en internet así como en diferentes páginas de prensa y en libros adquiridos en la Feria del Libro Antiguo que por estas fechas (octubre), se celebra en el Paseo de Recoletos.

 El por qué se decantó por este tema no está muy claro, pero seguramente tuvo algo que ver el hecho de que con la ayuda  de terceras personas tuviera acceso a Julio Stuyck, último heredero de la dinastía y buen conocedor de la historia de sus antepasados, con el que estuvo una tarde charlando en su domicilio, el cual le ayudó a despejar algunas dudas, a contextualizar  datos y al que agradece enormemente su disposición. Como dato curioso ha añadido un apartado prácticamente desconocido, del que hablará más adelante y que se ha permitido la licencia de incluirlo en este trabajo (espero que la profesora disculpe su atrevimiento).

 

Fechas de interés de la Real Fábrica de Tapices

Fundación: 1721

Fusión de la Fábrica Santa Bárbara  y Santa Isabel pasando a llamarse Real Fábrica de Tapices: 1744.

Cesión por parte de la Corona a la familia Stuyck  del uso del edificio y la propiedad de toda la maquinaria: 1860.

Durante la República (1931-1936) disminuye la actividad al no tener el apoyo de la Corona pero sigue su labor pasando a llamarse Manufactura Nacional de Tapices y Alfombras.

Durante la Guerra Civil la fábrica queda incautada y después pasa a llamarse Fundación de Gremios o Fundación del Generalísimo en 1941.

Recupera el título de Real Fábrica de Tapices en 1982.

A iniciativa de la Corona y del Ministerio de Cultura, la Manufactura se convierte en la Fundación Real Fábrica de Tapices en 1996.

La Real Fábrica de Tapices es declarada Bien de Interés Cultural (BIC) bajo el título de Monumento en 2006.

 

2.   DINASTIA VANDERGOTEN-STUYCK

Los orígenes de los actuales Stuyck se pierden en el imperio de Austria, concretamente en el Marquesado de Amberes; en él residían los antepasados de las dos familias que más tarde se instalarían en España: los Vandergoten y los Stuyck. A finales del s. XV, la familia Vandergoten, se divide en varias líneas. Una de ellas, la encarnada por Jacome Vandergoten, se estableció en el Ducado de Brabante, que con su padre sirvió al Rey español Felipe II en los Países Bajos en la época en que Flandes no se había puesto el sol. Otra línea, encarnada por Nicolás Vandergoten se estableció en Flandes. Nicolás tuvo una hija llamada Susana, que se casó con Francisco Stuyck, cuyo hijo Juan Bautista Stuyck contrajo matrimonio con Bárbara Dange, de quien nació Livinio Stuyck, que fue el primer Stuyck, Director de la Fábrica de Tapices en 1786.

 

                 Primer Livinio Stuyck director de la Real Fábrica en 1786

 

Felipe V trae al maestro artesano de Flandes Jacobo Vandergoten a Madrid en 1720. El Rey asignó a Jacobo el salario de 60 reales diarios y una exención para no pagar alcabalas e impuestos. Falleció súbitamente en 1724. Su viuda Ana María se hace cargo de 6 hijos. Mujer independiente para los cánones de la época, se hace cargo de la fábrica. Como su hijo Cornelio no tiene  descendencia llama a su sobrino Livinio Stuyck Vandergoten para que se haga cargo de la fábrica. En esos años Goya trabajó para la Real Fábrica y le hace un grabado. 

 Livinio Stuyck nacido en Amberes en 1756 se casa con María Nieves Álvarez en 1786, año en que se hace cargo de la Fábrica a la muerte de su tío Cornelio. Disponían de una gran fortuna. Era hijo de Juan Bautista Stuyck.  Tras la invasión francesa cae en desgracia acusado de conspirar con los guerrilleros. Muere en 1817.

Gabino Stuyck Alvarez, su hijo,  se hace cargo de la Fabrica en 1828 hasta 1858.

Livinio Stuyck Martínez, hereda el cargo hasta su muerte en 1872.

Gabino Stuyck Dulongval, director desde 1875 hasta 1917.

Livinio Stuyck Millenet,  director desde 1917 hasta 1942.

Gabino Stuyck San Martín, director desde 1942 hasta 1975.

Livinio Stuyck Pérez del Camino, director desde  1975 hasta 1996.

La Real Fábrica de Tapices se convierte en Fundación en 1996.

 

3.   COMIENZOS DE LA FABRICA DE TAPICES

Aunque la Fábrica de Tapices de la Corona española tiene su origen en torno a 1721, los anteriores Reyes no tienen que preocuparse, como los Reyes de Francia o los Príncipes italianos  o alemanes, de crear una industria del tapiz que reciba encargos  conmemorativos  para adornos y esplendor de sus palacios. Tiene a Bruselas para fabricar las series que adornen las paredes de sus residencias. España fabrica en los talleres flamencos sus tapices nacionales, con artesanos de su Imperio. Cuando asentados los Borbones en España en el siglo XVIII, por obra del testamento de Carlos II, el Tratado de Utrech despoja a la Corona en 1713 de los Estados patrimoniales de Flandes, se corta el cordón umbilical  que unía nuestra Corte a la industria tapicera de Bruselas. La historia de la Real Fábrica de Tapices empieza así, hace casi trescientos años, en la llamada “Casa del Abreviador”, en pleno barrio de Chamberí. Se piensa entonces en crear una manufactura real de tapices, asentada en Madrid para necesidades de la Corona.  Después de varios intentos de establecer un taller en Madrid de tapiceros flamencos, el Rey decide, en tiempos de Alberoni, hacer traer a Madrid para organizar la manufactura a un tapicero de Amberes: Jacobo Vandergoten, “el Viejo”. Los gobernantes en Flandes tuvieron sospecha de las intenciones con que Vandergoten se disponía a salir para Madrid y, tratando de evitar la posible competencia a su industria que el establecimiento de una fabricación en Madrid  significaba para la economía de aquellos países, prendieron a Vandergoten y embargaron sus bienes, dificultando la misión que le traía a España donde sólo puso el pie, tras muchas incidencias y nueve meses en la cárcel de Amberes, en 1720. La suya era una fuga de cerebros, como actualmente se dice.

Para entonces, España, cuya decadencia ya era ostensible desde la segunda mitad del siglo anterior, había perdido los últimos vestigios de su hegemonía política en Europa, su situación financiera era caótica, su industria estaba arruinada, su población disminuida y desmoralizada. Inerte y estática, la pesada Iglesia de la España del Barroco solo podía ofrecer a una población pasiva una serie interminable de calmantes en forma de Te Deums, procesiones, misas solemnes, pesadas ceremonias, de una mediocridad absoluta que únicamente satisfacían su afán de ostentación. A una Corte ociosa y despilfarradora se le unía una nobleza incompatible con el trabajo. El siglo XVII se cierra con un patético espectáculo de degradación. Montesquieu recogió en sus “Cartas persas” ese retrato satírico  de la sociedad española de aquel tiempo.

La Corte estaba plagada de mendigos. Los conventos de Madrid repartían diariamente treinta mil raciones de sopas y los profesores universitarios llegaron a tener una remuneración inferior a los trabajadores manuales. La aristocracia madrileña hacía derroches tan ostentosos como inútiles. Todo consistía en tener más criados que nadie. Los préstamos usurarios y los excesivos impuestos acababan con la fuerza y la paciencia de los campesinos.

,España, que desde el siglo XV, había sido una de las primeras consumidoras de este tipo de productos suntuarios, albergando uno de los conjuntos más importantes y numerosos de las antiguas colecciones de tapices y alfombras, iban a parar en su mayor parte a manos de la Corte, la aristocracia, la Administración y la Iglesia. Aunque había numerosos telares especializados este arte, tanto dentro como fuera de Madrid, y numerosas solicitudes de ingreso, apenas seis españoles lo consiguieron, debido, entre otras razones, a la deficiente formación y a la mala calidad de los paños realizados por los talleres existentes hasta ese momento con respecto a los estándares que se pretendía conseguir para las manufacturas reales. De hecho, Jacobo Vandergoten trajo a cuatro oficiales desde Flandes y a sus propios hijos. A su muerte acaecida en 1724 le sucede su hijo Francisco en la dirección del taller, quedando sus hermanos como tejedores. En 1731 los sueldos se pagaban con bastante irregularidad, entre otras razones por la permanente quiebra económica del Estado, dependiente de los envíos desde las Indias. Hay que resaltar que la carrera profesional como tejedor se empezaba a muy temprana edad entrando como aprendiz y terminando como tejedor tras muchos años de trabajo. La mayoría de las veces era una tradición familiar. Los continuos atrasos en los pagos hizo que los operarios se plantaran, obligando a Francisco Vandergoten a escribir un memorial en el que exponía, entre otras cosas, que la única salvación de la fábrica era que se le dejara como administrador único, cosa que sucedió en 1744. La Fábrica, bajo la dirección ahora de los maestros flamencos, tendrá a partir de estos años una época de expansión.

En 1745 el personal de la fábrica era de cuatro maestros, veinticinco oficiales, ocho aprendices y ocho jornaleros sobre un total de seis telares. En 1780 estaban empleadas noventa personas entre niños y adultos, mas un número indeterminado de hilanderas que trabajaban en sus casas. En 1809 el número baja a sesenta operarios como consecuencia de la destrucción de los talleres por las tropas napoleónicas y al descenso de la demanda. Al igual que el resto de gremios, la Fábrica de Tapices crea su propia Hermandad en 1745 bajo la advocación de Santa Genoveva, princesa de Brabante, cuyo fin era el de proporcionar asistencia médica y medicinas, así como ayudas económicas en casos de enfermedad o gastos de entierro. Más adelante, la nota característica de la Real Fábrica fue el gran número de pintores españoles que realizaron cartones para tapices. Además, se produce un cambio fundamental en la elección de los temas que se van a representar y comienza una ruptura con la hegemonía de la tradición de Flandes, reproduciéndose temas costumbristas de carácter popular, que tratan asuntos de la vida cotidiana. Los cartones de este momento también constituyen un gran reflejo de las intervenciones que se iban creando en la ciudad de Madrid: sus paseos, arbolados, fuentes, puertas ornamentales, etc. Pero el principal cambio se produce bajo la dirección y bocetos de Francisco Bayeu (1734-1795) y Mariano Salvador Maella (1739-1819), quienes junto a Francisco de Goya (1746-1828) representan la nueva tendencia sustituyendo los temas clásicos con escenas de la vida cotidiana ya que en sus composiciones se reproduce una amplia galería de personajes de Madrid sobre todo de la segunda mitad del siglo XVIII: majos y majas, damas y caballeros, petimetres, etc. Sin embargo estas nuevas ideas producen quejas entre los maestros tapiceros por resultarles mucho más difíciles de plasmar “con tantos adornos de cofias, cintas, alamares, gasas y otras menudencias en los que se gastan mucho tiempo y mucha paciencia”. A la llegada de Carlos III en 1759, los Vandergoten se dirigen al monarca solicitando su protección, sucintamente le relatan las circunstancias de su venida a España y su aplicación al servicio de los anteriores Reyes, solicitando  la reparación del edificio de Santa Bárbara , a lo que el nuevo Rey accede.

 Entretanto la nueva corriente de los Ilustrados  pondrán en cuestión la validez de los valores nobiliarios,  se levantarán contra la tortura,  y la censura de ideas, la esterilidad de las inmensas posesiones (la mayor parte de ellas improductivas), que se hallaban en poder de la Iglesia y denunciarán la explotación de la que es víctima el campesinado. Carlos III en principio acoge e impulsa las reformas. Su mérito fue comprender que las nuevas fuerzas que actuaban en la nación no podían ser detenidas fácilmente y que era más inteligente ponerse a la cabeza de ellas que obstaculizarlas. 

En 1786 Livinio Stuyck se hace cargo de la Fábrica. En estos años tanto él como Cornelio  están más interesados en la acumulación de capital  que en la calidad de la obra ejecutada.  La producción aumenta al triple en relación a 1750 pero aflora el descontento entre trabajadores y oficiales de la Fábrica, los cuales acusan a los Vandergoten-Stuyck  de haber tratado a los oficiales españoles con una “sujeción y escasez escandalosa, adquiriendo ellos con el sudor de aquellos un asombroso caudal”. Sin embargo, la suerte está echada. Livinio Stuyck es persona cercana al Rey, ha dirigido de hecho la Fábrica, tiene la propiedad de los materiales y está en contacto con los personajes influyentes de la Corte. El Rey le nombra director, con la recomendación de que aumente los sueldos de los operarios. Ese año Goya es nombrado pintor real con destino a la Fábrica. Mientras tanto Livinio Stuyck Vandergoten emplea toda su energía en conservar los privilegios heredados de sus tíos. A pesar de haber sido confirmado en su puesto de director de la Fábrica, los operarios siguen presentando quejas al Secretario de Estado Floridablanca. En 1788 muere Carlos III y un año más tarde  los ecos de la Revolución Francesa llegan a España. Floridablanca alarmado,  impone la censura sobre todas las noticias que se refieran a lo que estaba sucediendo en Francia. Livinio Stuyck en un mundo crecientemente cambiante se mantiene fiel a la nueva condición que por todas partes surge en Europa: la del burgués capitalista. Ya no es artesano, como lo fueron sus tíos, sino empresario. El fin no es fabricar obras que causen asombro por su perfección y den crédito a su nombre, sino el de acumular capital.

Goya da el mejor testimonio de la situación de la Fábrica. En 1789 es nombrado Pintor de Cámara y forma el propósito de no pintar más para Santa Bárbara: Está cansado de diseñar cartones para tapices, dice que sus obras eran destrozadas en las reproducciones que se hacían en la Fábrica, “los colores marchitos, el dibujo alterado, perdida la expresión y la vida de los lienzos al pasar al tapiz”. En 1791, el director de la Fábrica informa que tiene que despedir a un crecido número de oficiales y Goya comunica a Stuyck “que ni pinta, ni quiere pintar”. La situación de la Hacienda se agravó cuando se emprendió en 1796 una guerra naval contra Inglaterra, harto el Rey de la habilidad de los corsarios británicos para apresar los ricos cargamentos que se enviaban desde las colonias americanas.

Con Fernando VII, a su vuelta en 1814, la Fábrica se dedicó más intensamente a la fabricación de alfombras que continuará durante los siglos XIX y XX reproduciendo diferentes estilos, desde la copia de modelos franceses hasta los diseños más modernos y que se pueden ver tanto en palacios de la Corona y la nobleza como en teatros, hoteles y embajadas.

En Europa otras causas que ayudaron a su decaimiento y casi extinción fueron los efectos de la Revolución Francesa. Las consecuencias económicas y políticas fueron determinantes al respecto. Junto con la cabeza de Luis XVI rodaron el prestigio de una clase acomodada y un arte suntuario que la Revolución borró de un plumazo. En España también se aprecia su decadencia a partir del siglo XVIII. Goya, el cartonista más célebre de la Real Fábrica de Tapices se incorpora en 1775. Su deseo de ver copiadas sus obras con total exactitud desencadena violentos enfrentamientos con tintoreros y tejedores que no son capaces de hacerle comprender las peculiaridades de los recursos textiles. La economía se resintió  de la guerra con Francia. La cuarta parte de los telares de seda de Valencia, estaban parados y la política económica  seguida por Godoy evitó cuidadosamente el aumento de los impuestos generales, avisado por la reacciones violentas con que era acogida tal medida por el pueblo, acudiendo al sistema de préstamos interiores y a imponer exacciones a los estamentos privilegiados. El problema de Stuyck se centraba en que los pintores de Cámara no le enviaban cartones. Goya sigue sin querer pintar y todo contribuía a que el nivel artístico de lo producido en esta época fuera deficiente pues Livinio está demasiado atento a su medro personal para preocuparse de la calidad de los tapices realizados. El siglo se cierra con el encargo de fabricar dos tapices que se regalarán al Rey de Marruecos.

 

4.   CRISIS DURANTE LOS SIGLOS XIX y XX. LA II REPUBLICA

La tapicería, que fue en Occidente durante casi cinco siglos el arte suntuario por excelencia, sufre en el siglo XIX una profunda crisis que la lleva casi a su extinción. Las causas hay que buscarlas en factores sociales, económicos y políticos en buena parte, y también en las peculiaridades, cambios sociales y guerras internas que asolaron España durante todo el siglo XIX. Por otra parte, los pintores cartonistas a partir del siglo XVIII van imponiendo su predominio y restando libertad de interpretación a los artesanos, lo cual derivará en controversias entre ambos oficios. Los pintores exigirán fidelidad a sus bocetos y obligarán a modificar el vocabulario textil para imitar los efectos del óleo y el trazo del pincel. Por otra parte, las clases ilustradas del país, desengañadas por el fracaso del despotismo ilustrado, se van radicalizando cada vez más.  El valimiento de Godoy continúa la hostilidad de los aristócratas y Carlos IV va perdiendo en el transcurso de estos años el respeto que tuvo en épocas anteriores. El Infante Fernando, del que su suegra, María Antonia de Nápoles, opinaba que era “enteramente memo y, por añadidura un latoso que no hace nada y no sale de su cuarto”.

Livinio Stuyck sigue entretanto atento a que sus privilegios no se esfumen. Fallece la mujer de Cornelio Vandergoten y obtiene que la pensión que disfrutaba pase a favorecer a su propia mujer. La ocupación por los franceses cambia el signo, hasta ahora muy favorable, de la fortuna de Livinio Stuyck. Un funcionario real escribirá muchos años después: “tomada la Fábrica de Tapices por las tropas francesas, la convierten en cuartel; cortan los tapices que estaban fabricándose en los telares, destruyen cuanto en ella existe y cesa en absoluto todo trabajo”. Parece fuera de toda duda que el fabricante se negó a colaborar con el invasor y fue perseguido e incluso encarcelado, parece ser que a causa de haber dado cobijo al Cura Merino y al Empecinado.  La guerra contra el invasor servirá para dotar al país de conciencia de sí mismo. El fin de la Constitución de 1812 fue la de entregar el poder político a las clases medias y dejará un estrecho margen al Monarca, lo que rechazará Fernando VII a su vuelta, medida  apoyada por la Iglesia. Livinio Stuyck, cuya conducta durante la ocupación parece clara, no sufre la depuración ordenada contra los funcionarios reales que colaboraron con los invasores, pero en su tarea de reconstruir la fábrica se encontrará con un obstáculo todavía más formidable: la bancarrota de la Hacienda Real. En 1814 se dirige al Rey y solicita su apoyo para remediar la devastación de que ha sido objeto la Fábrica. Se le contesta que “la decisión real se aplaza para tiempo más feliz”. Poco después vuelve a la carga y el Rey decide que sin perjuicio de establecerse una nueva contrata se le continúe pagando al Director de la Fábrica ciento veinte reales diarios de sueldo que disfrutaba en 1808, y a su mujer la pensión de treinta reales.

La situación en España al comenzar el siglo XIX era todavía más penosa que la del resto de Europa, porque a la crisis general de la tapicería vino a sumarse los efectos de la guerra de la Independencia. Las tropas francesas asaltaron los talleres de la Real Fábrica de Tapices, arrancaron los telares  y convirtieron los edificios en acuartelamientos militares. Se dispersaron los artesanos y desapareció el oficio de pintor de cartones. Esto, unido a la escasa estabilidad política, los constantes cambios  de gobierno, los continuos pronunciamientos militares y las sucesivas guerras carlistas, provocaron una disminución notable de pedidos a la Real Fábrica de Tapices (en adelante RFT). La situación del país se vuelve desesperada. Livinio Stuick tendrá que recurrir a la huerta que rodea la Fábrica y al manejo del capital que todavía conserva, para sostener a su numerosa familia.

En 1817 fallece Livinio y a los pocos días, su esposa y sus seis hijos son recibidos por el Rey. Le exponen la situación en que se encuentran, apelan a su generosidad y le piden que acuda en apoyo de la familia cuyo porvenir está comprometido si el Rey decide no sostener la Fábrica. Para evitar disensiones en el seno de la familia, los Stuyck deciden que sea la madre, M. de las Nieves Alvarez la que figure como directora de la fábrica hasta la mayoría de edad de sus hijos. La designación es puramente formal ya que su hijo mayor, Gabino, es quien en realidad dirige la Fábrica pero los antiguos privilegios de los Stuyck se han evaporado. La Fábrica se sostiene en precario, sin ninguna garantía jurídica y Fernando VII no parece dispuesto a favorecer de modo especial su sostenimiento. Es tan desesperada la situación que el propio Rey gastaba una gran cantidad de tiempo en conseguir pequeños préstamos privados con los que pagar al personal de Palacio y sostener sus gastos domésticos. Como hemos dicho anteriormente el país sufre una gran inestabilidad política y un nuevo contratiempo entra en escena cuando Fernando VII revoca la Ley Sálica que excluye a las mujeres el acceso a la Corona: Su  hermano Carlos, que a la muerte de aquel se cree con derecho al trono, organiza el ejército carlista, de ideología claramente tradicionalista y que cuenta además con el importante apoyo del clero bajo de la Iglesia.

Necesitada la Hacienda Real de recursos para mantener la guerra, se ordena la supresión a todos los artistas de las cantidades que se les entregaban a cuenta de sus obras. La medida afecta a Gabino Stuyck. Escribe a la Reina (María Cristina de Borbón, regente), recordándole la contrata firmada con el Rey fallecido, en súplica de que la continúe cumpliendo. La financiación de la Fábrica sufre un rudo golpe: los recursos financieros de que dispone la Corona serán para sostener al ejército que combate en el Norte. En 1841 Gabino, que había sido calificado como poseedor de una “muy suficiente actitud para dirigir la Fábrica, buena aplicación y buena conducta moral y política” por los funcionarios progresistas en el Poder, manifiesta al Regente que se le adeudan más de 44.000 reales.  Se le encarga la restauración de todos los tapices dañados existentes en el Palacio de El Pardo, lo que le ocupará durante los cuatro años siguientes. Gabino Stuyck Álvarez, que había conseguido remontar todas las serias dificultades que habían acosado a la Fábrica a raíz de la ocupación francesa y el consiguiente estado depresivo del reinado de Fernando VII, fallecía en 1858 legando a su hijo Livinio Stuyck Martínez (el segundo Livinio), una industria consolidada y con notables perspectivas de expansión. El alfombrado de los palacios de los nuevos oligarcas y sus deseos de rodearse de lujo cortesano en el tapiz tenía un papel destacado. 

El sistema ideado por los Vandergoten hacía más de un siglo era el ideal para obtener un máximo de ganancia. La Casa Real financiaba la Fábrica y ésta se lucraba con el trabajo para particulares. Los dos únicos peligros que acecharon a la Fábrica desde sus constitución fueron que  se establecieran  otras que pudieran hacerles competencia o que la Corona decidiera hacerse ella misma cargo de la explotación.  Lo primero era altamente improbable que ocurriera. La RFT era el único sitio del país, de eso se cuidaron bien los Vandergoten-Stuyck, en que se podía aprender el oficio. Los bajos salarios que disfrutaban los operarios hacía impensable que un día pudieran establecerse por su cuenta. Cuando en 1868 Isabel II es destronada, esta actividad también desapareció porque  Amadeo I y las autoridades de la I República se desinteresaron por la institución.  En 1871 la RFT, en ruina total, tuvo que cerrar sus puertas. Tras recuperar la Monarquía Alfonso XII, se inicia una tímida recuperación. Una de sus primeras decisiones es encargar al Conde de Valencia la confección de un inventario de los tapices de los Reales Palacios y a la Real Fábrica el retupido de ciento treinta paños y la custodia de todos los que no estuvieran ya colgados. Este gesto no suponía el renacimiento de un arte difunto pero era una actitud alentadora para Gabino Stuyck al hacerse cargo de la Fábrica en 1875.

A la muerte de Gabino en 1917, los funcionarios liberales de Isabel II le aconsejaron que realizara una nueva contrata, teniendo en cuenta que el porvenir de la Fábrica no podía depender de la sucesión del director o de un accidente cualquiera que le incapacitara, proponiendo a la Reina que la Casa Real se haga cargo directamente de la explotación. Lógicamente Livinio, pretendiente a dirigir la Fábrica, tenía que oponerse a tal propuesta que ponía en peligro su posición. Doctor en Derecho, dirige un razonado escrito a la Reina con una argumentación impecablemente liberal. Los hombres sólo se mueven por incentivos económicos (sostiene), y estos han de ser ofrecidos como único remedio para tenerlos controlados. Una de las virtudes del empresario es controlar  a las personas a sus órdenes, pues en otro caso, resultaría la anarquía. Si no se les hace creer que su trabajo está íntimamente relacionado con su nivel de ingresos, de tal forma que todo aquel que trabaje duramente podrá lograr una posición privilegiada, sería imposible controlarlos.  Hay que crear la convicción de que el obrero también puede alcanzar la fortuna; dándole participación en el resultado de su trabajo, ya no lo verá   como cosa ajena, sino propia.

En enero de 1875 desembarca Alfonso XII en Barcelona y a  los tres meses de reinado, Gabino Suyck Dulongval jura su cargo como  director. Inmediatamente se le encarga el retupido de más de 130 tapices, de los colgados en el Pardo. En los primeros años  del reinado de Alfonso XII, la economía de la nación conoció una época de crecimiento, favorecida por la terminación de las guerras carlistas y la de Cuba que evitaron la sangría de recursos.  Gabino Stuyck devuelve a la Fábrica su antiguo dinamismo y cuenta ya con el apoyo total de Palacio a desenterrar el viejo proyecto de trasladar La Fábrica de emplazamiento.  El 11 de abril de 1889 se hizo entrega del nuevo edificio en su emplazamiento actual de la calle Fuenterrabía. La situación de la industria en el momento del traslado era floreciente. De los 30 operarios con los que contaba la Fábrica en los momentos de la República, se pasaron a emplear a más de 200. La calidad de los productos era tal que rivalizaban en el extranjero con los Gobelinos,  que era la referencia europea por excelencia.  Ya en el siglo XX, la nueva caída de la Monarquía en 1931 y la llegada de la República supuso una amenaza para la propia subsistencia de la RFT.

Caída la Monarquía, el gobierno republicano se convierte en depositario de la colección de tapices de la Corona, es un momento difícil a  pesar de contar con el apoyo de reconocidos políticos como Manuel Azaña e Indalecio Prieto que apostaban por la continuidad de la RFT. Durante los primeros días del nuevo sistema político la situación de la Fábrica atravesó momentos de cierta inquietud, ya que las nuevas autoridades desconocían por una parte la naturaleza de su régimen jurídico y por otra, abrigaban cierta desconfianza hacia la persona de Livinio Stuyck por sus lazos personales con Alfonso XIII. Tras las elecciones el Gobierno Provisional tiene que contar desde el principio de su actuación con un hecho grave. Las clases acomodadas, llenas de pánico, retraen sus capitales a toda colaboración, los evaden hacia países donde se  presume cierta estabilidad política. La Hacienda Pública se ve impotente para luchar contra la evasión y la RFT atraviesa entonces la peor crisis de su historia.

El director, amigo personal del Rey, se encuentra consternado por la marcha de Alfonso. Ya no hay dinero para encargos particulares, los telares se encuentran parados. Azaña y Prieto se encuentran mal informados. Les han dicho que la Fábrica es patrimonio Nacional y que los Stuyck son meros depositarios de la confianza real. La verdad es otra, la Fábrica les pertenece, solo el casón es del Estado. Sin embargo, Livinio Stuyck se puso desde el primer momento a las órdenes de la República en los mismos términos en que se había desarrollado bajo la dinastía borbónica. Según las promesas de Prieto, a partir de entonces la Fábrica estaría encuadrada en la Dirección General de Bellas Artes, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública. De este corto y turbulento período cabe destacar la aceptación por parte del gobierno del ambicioso proyecto, insistentemente expuesto por Stuyck, de hacer la réplica de la serie de la colegiata de Pastrana, formada por cuatro paños del siglo XV de valor histórico y artístico incalculable terminado veinte años después, ya  durante el régimen de Franco. La Fábrica, como ya se ha señalado, pasó a depender desde el primer momento  Patrimonio Nacional y los hombres que comenzaron a trabajar en éste,  poseían poca experiencia y nula preparación artística. Los más moderados trataron de frenar  las pretensiones de los más exaltados, ocupados en borrar  cualquier vestigio de a época monárquica. Por todo esto, las relaciones Patrimonio-Fábrica no eran muy cordiales. Livinio Stuyck toma la decisión de viajar a Barcelona y Sevilla para recoger en Pedralbes y en el Alcázar todos los tapices que se encontraban expuestos en los palacios. Pero la República tenía una estructura débil y las reformas que  Azaña introdujo en el Ejército disgustaron de veras a los militares del escalafón alto.

Desde las elecciones de 1936 la posición de la Fábrica se vuelve difícil y empeora con el paso de las semanas. Se suceden los actos vandálicos sobre el taller, la residencia particular de los Stuyck y el propio edificio de Atocha.

Se producen intentos de incautación popular de los bienes, el clima laboral se hace irrespirable y  las presiones hacia el director llegan a las amenazas de muerte. En la Fábrica se seguían todos estos acontecimientos con una preocupación constante, el clima en las calles de Madrid no era precisamente tranquilizador. Las venganzas, los ajustes de cuentas, las represalias, se suceden en un clima de incertidumbre. Los obreros de la manufactura en su mayoría estaban en contra de la dirección, solo unos pocos eran fieles. Muchos habían desertado para unirse a las milicias del Frente Popular. Livinio recomendó a su familia que abandonara la calle Fuenterrabía. En agosto de 1936 el Patrimonio de la República se había incautado de la Fábrica Nacional de Tapices. Durante la guerra la familia Sruyck ya no reside allí. Manuel Navarro es nombrado director administrativo de la Fábrica Nacional de Tapices cargo que ocupará hasta el 29 de marzo de 1939.

La situación de la familia Stuyck empeoró notablemente. Habían abandonado la Fábrica en los días en que los rumores de incautación iban teniendo cuerpo. Gabino que fue el último por su enfermedad de bronconeumonía, al salir del casón se refugió en la embajada de Bélgica, donde tenía amistades, más tarde pasó a Lisboa. Nada más finalizada la guerra, Livinio Stuyck se hizo de nuevo cargo de la Fábrica, pero durante los primeros días se presentaron solamente cuatro obreros pertenecientes a la vieja plantilla; de ellos se solicitaron los oportunos antecedentes políticos, pues ya es sabido que por entonces la depuración se llevaba hasta las últimas consecuencias. Al morir Livinio en 1942 Gabino va a sustituirle como director de la Fábrica pero antes es preciso  firmar un nuevo contrato con las autoridades que sustituya al suscrito en 1889. El nuevo contrato en el apartado 2 dice: “El edificio de la RFT sito en la calle Fuenterrabía, 2, con todas sus dependencias, locales y jardines, pertenecen al Patrimonio Nacional. Las máquinas, telares y demás artefactos de la fabricación, son propiedad del Director y, por tanto, de su cuenta su conservación y reposición”.

Entre las obras que han salido de los telares de la Fábrica en los últimos años son dignas de destacar: los 13 tapices de Goya que están en el Castillo de Grussay en Francia, las pinturas negras de Goya, reproducciones de tapices góticos de los siglos XV y XVI, los cartones de Brueguel, temas de bodegones, boscajes y algunos retratos, de los cuales el más logrado es el autorretrato de Durero. Entre las alfombras: las del Palacio Residencial de Filipinas, Palacio Real de Bruselas, Banco de Francia, Ayuntamiento de Burdeos, Embajadas de España, Embajadas extranjeras en Madrid y obras particulares.

En los primeros momentos de la dictadura franquista se constituyó la Fundación Generalísimo Franco, quien intentaba hacer suya la tradición de vinculación de la Corona con el fomento de los oficios, como sucediera antaño con la RFT o con la Porcelana del Buen Retiro reuniendo distintos trabajos artesanales (cerámica, textiles, cristal, mobiliario, etc). Para el régimen franquista la artesanía se usó como instrumento de difusión de la cultura española, es decir, se entendía que la labor artesana debía ser patrióticamente protegida por ser la antítesis del trabajo mecánico y alienante del capitalismo y del seguidismo ideológico del comunismo. Las alfombras y los tapices fueron el núcleo inicial de la Fundación y se hicieron desde entonces miles de reproducciones, primero de modelos antiguos y, con el paso de los años, sus propios diseños. Se ha dicho muchas veces, y probablemente sea cierto, que la creación de la Fundación como empeño personal era una estrategia de Franco para destruir la Real Fábrica de Tapices, por su filiación monárquica y por la enemistad que tenía el dictador con la familia Stuyck. De hecho, solo después de la muerte del General la histórica Fábrica volvió a recuperar su categoría como proveedora oficial del Estado. Inicialmente algunos empleados de la Fundación eran obreros-presos que con una jornada de trabajo redimían dos días de pena. Supuestamente deberían recibir un salario pero se les quitaba dinero por conceptos como “alojamiento, manutención y vestimenta”.

A partir de 1962, mediante una escritura notarial firmada por Franco, el patronato y la gestión de la institución quedaron integrados en Patrimonio Nacional. Después de la muerte de Franco, la Fundación siguió durante algún tiempo con su nombre original de “Generalísimo Franco” y con la llegada de la democracia afloró el problema de la postergación de la RFT y de la familia Stuyck orquestada en los años cuarenta por Franco. La Fundación dejaba de tener los viejos privilegios monopolísticos y la tensión de la competencia generaba continuas fricciones, como cuando en 1978 ambas firmas se presentaron al concurso para la gran alfombra de casi ciento veinticinco metros cuadrados con destino a la planta baja del Congreso de los Diputados. A partir de los años noventa el declive empresarial se hizo evidente con el continuo baile de puestos directivos. Esta situación fue denunciada continuamente por el Comité de Empresa ante el Patronato, los medios de comunicación y el Defensor del Pueblo. Hubo varias huelgas (1979 y 1994), denuncias por incumplimiento de l convenio colectivo y por las condiciones de trabajo e incluso propuestas desde los sindicatos para asegurar la viabilidad de la empresa, como unificarse en la sección textil con la RFT, posibilidad descartada por la familia Stuyck.

 El proceso de elaboración de tapices y alfombras ha sufrido poca transformación a lo largo de los siglos debido a que es básicamente un producto manufacturado, manteniendo el reconocido prestigio de que han gozado siempre, basado en el control de todos los materiales (calidad de los tejidos, lanas, sedas, tintes). Algunas de las Reales Fábricas languidecieron y desaparecieron una vez que terminaba el Patrocinio Real al quedar amueblados palacios y  residencias. Hay que resaltar el prestigio de estas Fábricas en donde lo que se buscaba era la perfecta técnica de sus producciones, costara lo que costara.

Tal vez la RFT sea el único caso que sobrevivió de forma ininterrumpida desde sus orígenes, debido seguramente a los acuerdos habidos entre la Corona y la familia Vandergoten-Stuyck, que permitieron una gestión en forma de negocio familiar en los casi trescientos años de existencia, con un dinamismo que les permitieron adaptarse a la demanda y a las circunstancias políticas de cada momento. Téngase en cuenta que los trabajadores de la RFT poseían en exclusiva el dominio de un oficio de hace tres siglos, únicos artesanos con capacidad para reproducir aquellos tapices del XV y XVI. El tiempo empleado para confeccionar un tapiz, digamos de veinte metros cuadrados, podía durar años, teniendo en cuenta que el metro cuadrado se tardaba en hacer de seis a ocho meses. Los tapices y alfombras de la Real Fábrica pueden contemplarse en todos los palacios pertenecientes a Patrimonio Nacional: Palacio Real, Palacio del Pardo, Granja de San Ildefonso, Palacio de Aranjuez, Palacio de Riofrío, Reales Alcázares, Palacio de Pedralbes, así como en numerosas instituciones nacionales e internacionales.

Tres son básicamente los productos que salen de la Real Fábrica de Tapices: Los tapices, las alfombras y los reposteros.

El tapiz es un tejido artístico, plano, sin pelo, tejido principalmente con lana de oveja merina o seda y en ocasiones enriquecido con oro o plata. Además de para decorar las estancias de la Corte, la industria tapicera  abastecía a iglesias y catedrales, abadías y palacios, e incluso para castillos y alcázares. No debemos olvidar que también eran buscados para el culto religioso. Ornato de claustros o calles en días de procesión, colgando de las naves de los templos o de las salas capitulares, o de las estancias de los palacios episcopales, que en nada se  diferenciaban de los de los nobles laicos, el tapiz tenía su clientela por igual entre Reyes y señores que entre abades y obispos. Se empleaban también para tapizar fraileros, adoselar camas y realizar estructuras móviles o pabellones tanto en los campos de batalla como en las cacerías.

Los tapices se han tejido tradicionalmente de forma manual en dos tipos de telares: de urdimbre horizontal o “bajo lizo” y de urdimbre vertical o “alto lizo”. Ambos sistemas fueron incorporados ya desde el origen en la Real Fábrica de Tapices.

La alfombra es un tejido grueso, normalmente de lana de oveja merina o seda, utilizada para cubrir suelos. En España han tenido gran tradición las alfombras anudadas, recogiendo una técnica de origen oriental, en la que fue uno de los primeros países en utilizarla, y también, el primero en difundirla por occidente. Básicamente su técnica consiste en ir anudando la urdimbre, lanas de distintos colores, formando dibujos. Los nudos se van poniendo y cortando. A mayor número de nudos, mayor será su calidad.

El repostero es el tejido fabricado con la técnica del “opus consutum” o bordado  de aplicación, consistente en el cosido de motivos recortados en otras telas y el bordado complementario, y que generalmente representaban motivos heráldicos. Muchos son los tejidos empleados en su ejecución como el pañete, terciopelo, raso, pedrerías, damasco, etc. En algunos casos el tejido base era el tapiz. En cuanto a su uso, tradicionalmente venían a identificar el rango del propietario (Reyes o Nobles) o de la institución, caso de órdenes religiosas. Normalmente se instalaban en las entradas de los edificios y en ocasiones especiales en iglesias o balcones, para señalar la presencia de su propietario.

El tapiz como otra de arte y por tanto, reflejo de las ideas estéticas y culturales de su tiempo, sufre una evolución artística que viene marcada por los pintores cartonistas que se refleja en los temas representados y en la propia estética del tapiz.

 Durante ese tiempo disminuyen los encargos principalmente de tapices a pesar de que una nueva clase social acomodada surge en el país. Aumenta la producción de alfombras, al tiempo que los tapices empiezan a pasar algo de moda. La función de los tapices era múltiple: primeramente ornamental pues su origen se debe a la necesidad de suministrar a la Corona, a la Iglesia y a la nobleza de productos suntuosos que tradicionalmente eran adquiridos en los Países Bajos pero que, tras la pérdida de Flandes dejan de llegar a los mercados peninsulares. Paralelamente a esa función estética y ornamental tenían como objetico compartimentar estancias y cubrir paredes y suelos con alfombras  para darles mayor calidez y aclimatarlas para los fríos meses de invierno.


5.   ULTIMA ETAPA. LA FUNDACION

Las dificultades económicas y la consiguiente crisis que llevaron a la RFT a convertirse en Fundación (en 1996), vienen de lejos.  Ya en 1978 los noventa artesanos con muchos años de oficio que trabajaban  en la RFT piden nuevos encargos y que la Administración les eche una mano. Dada la índole de  los trabajos que realizan, totalmente artesanal, sin intervención por tanto, de maquinaria alguna, el más importante capítulo de su desenvolvimiento económico radica en el costo de la mano de obra. El volumen calculado para ese año estaba cifrado en sesenta millones de pesetas, con que atender a salarios, Seguridad Social, adquisición de materias primas y pago de impuestos, partida esta muy considerable, en forma de impuesto de lujo.

En 1996 la entonces ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre decidió el rescate, después de una larga movilización de los trabajadores reclamando el pago de sus nóminas tras muchos  meses sin cobrar. La operación de rescate se cerró en 300 millones de pesetas aportados entre tres administraciones públicas (Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento) y otros cien millones más de la Fundación Cajamadrid. La empresa pasó a manos públicas pero Livinio Stuyck se quedó cinco años más como director hasta 2002 en que fue destituido poniendo así final a una etapa de casi 250 años. Hay que hacer constar que los Stuyck tenían la residencia allí, en el primer piso del inmueble desde hacía varias generaciones.  Cuando Livinio dejó el cargo hubo un largo proceso judicial de varios años hasta que en 2017 tuvo que abandonar el inmueble en el que había vivido toda la  vida. La prensa se hizo eco con titulares llamativos  tildándole de “okupa de lujo” viviendo en un palacete durante casi veinte años sin pagar luz y agua. Finalmente el  TSJM argumentó que si bien la Fábrica había sido la vivienda de los Stuyck durante varias generaciones, merced a un contrato firmado, sólo era en calidad de Director de la RFT y que por tanto ese derecho había prescrito desde el momento en que fue destituido. Para terminar este capítulo cabe añadir que las épocas históricas más florecientes de la RFT correspondieron a los Gabinos, mientras que las más adversas fueron para los Livinios.


6.   LIVINIO STUYCK CANDELA

Mención aparte merece la figura de Livinio Stuyck Candela, descendiente de la familia Vandergoten-Stuyck, tejedores flamencos que se encargaron de la fabricación y restauración de tapices y alfombras, el cual estaba emparentado con el último director de la institución. Abogado de profesión, fue el creador de la Feria de San Isidro en 1947. En realidad Livinio no entendía mucho de toros pero su experiencia empresarial unido a un gran sentido comercial y visión para los negocios le animaron a ser Gerente de la plaza de toros de las Ventas. Desde sus inicios, la Feria se convirtió en el acontecimiento taurino  más importante del mundo. Tuvo que pedir un crédito de millón y medio de pesetas de la época y aplicar el sistema de Abonos para los festejos como enganche para una afición taurina que iba en aumento. Así nació la Feria de San Isidro. Hasta entonces la Feria la componían  cinco corridas, en la actualidad son 32 festejos. En un primer momento, la idea no fue del agrado del mundo taurino de entonces. Había recelos en cuanto  a su gestión y capacidad para atraer al gran público. Camará, el apoderado de Manolete, la gran figura de entonces, aunque apoyaba la propuesta, no llegó a verlo torear nunca pues ese mismo año fallecería en la plaza de Linares. Sin embargo con los años, la Feria se convirtió en un fenómeno social y todo torero que pretendía ser alguien, tenía que estar presente en San Isidro. Eran otros tiempos claro, un momento histórico en el que nadie cuestionaba que la tauromaquia además de tradición y valor del torero en el ruedo, era también arte y espectáculo, estaba avalado además por ilustres nombres del mundo de la literatura, el cine, la pintura, la música, etc. Eran los últimos tiempos de  la época floreciente del toreo.

 


 

Debo añadir que al margen de la Feria de San Isidro, Livinio Stuyck Candela dejó huella en Cubas de la Sagra, un pueblo madrileño ubicado cerca ya de los límites con la provincia de Toledo.  Durante la Desamortización de Mendizábal una rama de los Stuyck adquirieron terrenos y el lugar lo convirtieron en segunda residencia. Allí durante años, en una plaza portátil torearon gratuitamente las figuras de los años sesenta y setenta, toda la recaudación era con destino a causas sociales y a beneficio del cercano convento de Santa Juana.

No sabemos cómo habría reaccionado Livinio Stuyck viendo el actual panorama lleno de nubarrones que se cierne desde hace algunos años sobre el mundo taurino. Plazas semivacías, disminución drástica de festejos, nula referencia del mundo taurino respecto de la juventud, invitan a pensar en un fin de ciclo que se inició casi a la par de la entrada de España en la Unión Europea. Al debate social que desde hace algunos años ha calado en la sociedad española, se unen ciertas prácticas salvajes que en nada han favorecido el mantenimiento de esta tradición, pongo por caso el toro alanceado de Tordesillas, los correbous, etc. Pero no solamente es en España donde se cuestionan los festejos taurinos. Perú, Venezuela, Colombia, Ecuador, Méjico y ahora Francia (el próximo 24 de noviembre se votará en la Asamblea parisina su prohibición), también han unido sus voces en contra de los festejos.

 

7.   VALORACION PERSONAL

Adentrarse en el mundo de los tapices ha sido una sorpresa y a la vez un descubrimiento para el autor. También el hecho de saber que los tejidos siguen haciéndose con la misma técnica de hace tres siglos. En principio tenía una cierta prevención al saber que era una industria creada para satisfacer los gustos de la aristocracia y la nobleza. Parecía demasiado clasista, algo propio de épocas ya superadas, incompatible con una sociedad dinámica y moderna que apuesta por una relación basada en aspiraciones de justicia e igualdad, sabiendo por lo demás, los bajos salarios que cobraban los tejedores-tapiceros y las huelgas debidas al retraso de muchos meses sin cobrar. Esa situación se mantenía mientras en otras dependencias y zonas de la RFT se organizaban fiestas y saraos para invitados especiales. Digamos que esa es la percepción negativa.

Los Stuyck han sido históricamente una familia perteneciente a la burguesía acomodada (Gabino Stuyck Dulongval acompañaba a Alfonso XII en sus correrías fuera de Palacio y Livinio Stuyck Millenet era amigo personal de Alfonso XIII), monárquicos, con los que Franco nunca llegó a entenderse. Reconozco por otra parte la capacidad que han tenido para adaptarse a cada periodo histórico y haber sabido mantener una tradición familiar tan larga. Sin embargo, la estrategia final, con esa resistencia numantina por parte de su Director, Livinio Stuyck Pérez del Camino, a abandonar el domicilio ubicado encima de los talleres, alegando que su familia llevaba allí más de cien años, me parece bastante triste, incluso algo patético. El propio Julio Stuyck (primo suyo) con el que el autor se entrevistó hace unos días, reconocía que había sido una decisión equivocada. A modo de resumen de este trabajo, hay que  añadir que todo debe contextualizarse en el periodo histórico en el que se produce y que no proceden hacer juicios de valor con la mentalidad actual respecto a hechos del pasado. Desde este punto de vista es entendible que la RFT estuviera estrechamente ligada a la Corona y a las clases sociales a las que servían. Por otra parte y, enlazando con la última parte de la exposición, el autor se  pregunta si intelectuales, artistas y hombres de letras como García Lorca, Alberti, Ortega y Gasset, Dalí, Picasso, Neruda, Buñuel, Zuloaga, Benlliure, Manuel Machado… ¿Hubieran defendido hoy públicamente la Fiesta de los Toros? Hay serias dudas. Las sociedades cambian y sus gustos también.

 

PD. El autor reconoce que la fotografía de portada de este trabajo, que la tomó en la visita que hizo a la RFT, no está bien encuadrada, además en el cristal se refleja incluso la vivienda que está situada enfrente del edificio; pero a cambio permite observar en las paredes los impactos de metralla ocasionados durante los bombardeos de la Guerra Civil.

 

8.   REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

1. UNED. ARCHIVO DE TVE.

2. LA REAL FABRICA DE TAPICES. “Muerte y resurrección de un Arte”. Laura de la Calle.

3. REAL FABRICA DE TAPICES 1721-1971. Enrique Iparaguirre y Carlos Dávila.

4. B.O.C.M.

5. LA FUNDACION DE GREMIOS. Ana María Fernández García.

6. JULIO STUYCK COLLADO. Conversaciones con el último heredero.

domingo, 4 de diciembre de 2022

De vuelta a casa

      Es lunes, son las nueve de la noche y vuelvo a casa después de una jornada ajetreada de trabajo. Accedo al Metro y un chico joven me ofrece su asiento pero le doy las gracias y me quedo de pie. Poco después veo un asiento libre, lo he pensado mejor, todavía faltan once estaciones para mi destino y no es plan de ir por ahí haciéndome el gallito. Sentado en el Metro observo las caras y los ademanes del resto de viajeros que están frente a mí. Son vidas anónimas como la mía, casi con toda seguridad tendremos muchas cosas en común pero todos nos protegemos de los demás con nuestro silencio. En la mayoría de nosotros ha prendido el discurso del miedo, que dice que no hay que fiarse de nadie y que hay mucho loco que anda suelto. Ayer leí que la última discriminación en nuestro país (dejando aparte el color de la piel, la procedencia, la orientación sexual, etc), es la glotofobia, es decir, el prejuicio por el acento con el que hablas. Tal vez nuestro silencio provenga de ahí, para protegernos.

     Todos sin excepción miran las pantallas de sus móviles, un objeto casi imprescindible al que ya no somos capaces de renunciar. Yo también deseo hacerlo pero me resisto y pienso en otras cosas: el trabajo que me piden en la Universidad y que no sé por dónde empezar, aprender alguna receta nueva de cocina, devolver la llamada al amigo que me llamó. Me vence el sueño y debo hacer un esfuerzo para no quedarme dormido y pasarme de estación. Al rato sube un tipo con un violín e interpreta con mucho sentimiento el conocido tango Por una cabeza de Gardel. La mayoría de la gente permanece indiferente debido a que ya es demasiado recurrente pedir en el Metro pretextando mil razones y argumentos, pero yo agradezco su esfuerzo y le doy una moneda. Me caen bien los músicos callejeros, la diferencia con el resto es que al menos ellos no engañan a nadie. Me fijo en el moderno vagón en el que viajo, debe ser de última generación. Recuerdo los viejos vagones  de la época en que yo llegué a Madrid. Junto a los asientos había una placa metálica que decía: “asiento reservado para caballeros mutilados”. Las guerras siempre están presentes en las sociedades y dejan terribles y duraderas secuelas, todavía las vemos en nuestro país ochenta y tres años después de terminada.

     En la siguiente estación dos mujeres cargadas con bultos entran en el vagón, llevan largas chilabas y un pañuelo que les cubre la cabeza. A mi izquierda tres jóvenes que están de pie hacen comentarios despectivos hacia ellas en voz baja. Quién sabe, a lo mejor sus padres o abuelos también fueron emigrantes en Alemania, Suiza o Francia pero nada de eso les frena, se sienten fuertes; su argumento en estos casos es que entonces era diferente. Pienso para mis adentros que hemos ganado en bienestar económico pero ahora vivimos en una sociedad anestesiada y enferma: la apariencia y postureo es nuestra divisa. La siguiente estación es mi parada y me bajo. El tufo a xenofobia se me hacía irrespirable.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Una vida marcada

      En la clínica psiquiátrica de la ciudad suiza de Yverdin-Les-Bains, situada en el cantón de Vaud, su nuevo director, Karl Mildenberger, cincuenta años y de origen alemán, observa sentado en su despacho las fichas informatizadas de cada uno de los residentes. El anterior director se jubiló recientemente debido a su avanzada edad y él desea ponerse al día en cuanto a funcionamiento y programas de rehabilitación. Para ello ha hablado con casi todos los especialistas del centro, la mayoría de los cuales desean una transición pacífica  que no altere su rutinaria vida de trabajo. Todos los días dedica una hora a visitar las diferentes estancias para saludar y conocer mejor a los residentes; algunos le tienden la mano y otros asienten levemente con la cabeza a modo de saludo.

     Al cabo de un mes ya tiene más o menos una idea general de cada paciente, merced a la ayuda de los psiquiatras  y especialistas del centro. Sin embargo, hay un interno cuyo comportamiento es un enigma para él, lo mismo que para la mayoría de sus colegas. Se llama Moisés Cohen, tiene noventa y seis años y apenas habla ni se relaciona con nadie y, aunque no es el mayor de los residentes, pues hay dos que sobrepasan la centuria, sí es el inquilino más antiguo. Las únicas visitas que tiene son las de su nieta Ilse, que cada semana  se desplaza cien kilómetros para hacerle compañía y de paso para llevarle chocolatinas, su gran debilidad. Pasan la tarde en su habitación y los días que hace buen tiempo se les ve sentados en un banco del jardín donde ella le habla con dulzura, le coge la mano, y a veces el viejo tímidamente le sonríe. Las más de las veces es ella la que habla, le lee algún libro o simplemente toma su mano entre las suyas. Karl, el nuevo director, les observa discretamente desde la ventana de su despacho una de las tardes de visita.  El viejo Moisés no se relaciona con ningún interno, rehúye el contacto con los demás, ni tampoco permite que nadie le toque. El director consulta el último informe psiquiátrico que habla de una depresión severa que pudo deberse a un hecho  traumático que le impide comunicarse con los demás. Al día siguiente Karl llama por teléfono a Ilse para decirle que desea tener una breve charla con ella el próximo día de visita.

     El día convenido luce un sol primaveral. Abuelo y nieta se encuentran como siempre sentados en un banco del jardín charlando de cosas intrascendentes. Ese día Ilse se da cuenta de que su abuelo está algo más comunicativo y de mejor humor mientras come las chocolatinas. En un momento dado el director se acerca para saludarles e intercambiar unas palabras con Ilse, quiere charlar a solas con ella para saber el pasado de su abuelo y, en ese preciso instante se produce una situación de tirantez seguida de un silencio incómodo. Por toda respuesta, la nieta, tras unos segundos de duda, coge el brazo izquierdo de su abuelo y le sube la manga hasta la altura del codo, apareciendo en el antebrazo un tatuaje y un número, el 174517 (1) de color levemente azulado en delicada piel ya ajada por el paso de los años. El director contempla con horror la marca en el brazo, una mezcla de vergüenza y rabia se le apodera mientras la nieta clava sus ojos en él a modo de reproche. El número lo dice todo sin necesidad de explicaciones. Karl, cabizbajo, asiente levemente con la cabeza. Sabe que esa herida nunca cicatrizará mientras viva.

 

 

 

 

(       (1)El número elegido no es casual. Corresponde a Primo Levi, italiano de ascendencia judía internado de Auschwitz. Una vez liberado, se dedicó a narrar al mundo su experiencia. Se suicidó en 1987. Sirva este humilde relato como homenaje a todas las víctimas del nazismo.