Los Stuyck. Siete generaciones al frente de la Fábrica
Asignatura:
Historia
de España Moderna (S. XV al XVIII)
Profesora: Magdalena de Pazzis Pi Corrales
Universidad
Complutense para Mayores
Alumno: Víctor Manuel Balda Ruiz (Grupo
A)
Fecha: 28
de noviembre 2022
INDICE
1. INTRODUCCION
2. DINASTIA VANDERGOTEN-STUYCK
3. COMIENZOS DE LA FABRICA DE TAPICES
4. CRISIS DURANTE LOS SIGLOS XIX y XX. LA II REPUBLICA
5. ULTIMA ETAPA. LA FUNDACION
6. LIVINIO STUYCK CANDELA
7. VALORACION PERSONAL
8. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Es intención del autor realizar el trabajo de esta asignatura
centrándose en la figura de la familia Stuyck, siete generaciones al frente de
la Fábrica, herederos directos de Jacobo Vandergoten (o Van der Gotten),
llegado expresamente a España desde Flandes de la mano de Felipe V para hacerse
cargo de la Real Fábrica de Tapices y fundar esta manufactura de tapices y
alfombras de lujo inspirada en los talleres franceses. Se da la circunstancia de
que cada Livinio Stuyck llamaba Gabino a su primer hijo y cada Gabino Stuyck
llamaba Livinio también a su primer hijo. En total cuatro Livinios y tres
Gabinos componen la saga familiar, más de doscientos años al frente de la
Fábrica, que como veremos a continuación,
sufrió numerosos avatares sobre todo en el S. XIX. Con el fin de documentarse ha
rastreado en internet así como en diferentes páginas de prensa y en libros
adquiridos en la Feria del Libro Antiguo que por estas fechas (octubre), se
celebra en el Paseo de Recoletos.
El por qué se decantó
por este tema no está muy claro, pero seguramente tuvo algo que ver el hecho de
que con la ayuda de terceras personas
tuviera acceso a Julio Stuyck, último heredero de la dinastía y buen conocedor
de la historia de sus antepasados, con el que estuvo una tarde charlando en su
domicilio, el cual le ayudó a despejar algunas dudas, a contextualizar datos y al que agradece enormemente su
disposición. Como dato curioso ha añadido un apartado prácticamente desconocido,
del que hablará más adelante y que se ha permitido la licencia de incluirlo en
este trabajo (espero que la profesora disculpe su atrevimiento).
Fechas de interés de la Real Fábrica de Tapices
Fundación: 1721
Fusión de la Fábrica Santa
Bárbara y Santa Isabel pasando a
llamarse Real Fábrica de Tapices: 1744.
Cesión por parte de la
Corona a la familia Stuyck del uso del
edificio y la propiedad de toda la maquinaria: 1860.
Durante la República
(1931-1936) disminuye la actividad al no tener el apoyo de la Corona pero sigue
su labor pasando a llamarse Manufactura Nacional de Tapices y Alfombras.
Durante la Guerra Civil la
fábrica queda incautada y después pasa a llamarse Fundación de Gremios o
Fundación del Generalísimo en 1941.
Recupera el título de Real
Fábrica de Tapices en 1982.
A iniciativa de la Corona y
del Ministerio de Cultura, la Manufactura se convierte en la Fundación Real
Fábrica de Tapices en 1996.
La Real Fábrica de Tapices
es declarada Bien de Interés Cultural (BIC) bajo el título de Monumento en 2006.
2. DINASTIA
VANDERGOTEN-STUYCK
Los orígenes de los actuales Stuyck se pierden en el imperio
de Austria, concretamente en el Marquesado de Amberes; en él residían los
antepasados de las dos familias que más tarde se instalarían en España: los
Vandergoten y los Stuyck. A finales del s. XV, la familia Vandergoten, se divide
en varias líneas. Una de ellas, la encarnada por Jacome Vandergoten, se
estableció en el Ducado de Brabante, que con su padre sirvió al Rey español
Felipe II en los Países Bajos en la época en que Flandes no se había puesto el
sol. Otra línea, encarnada por Nicolás Vandergoten se estableció en Flandes.
Nicolás tuvo una hija llamada Susana, que se casó con Francisco Stuyck, cuyo
hijo Juan Bautista Stuyck contrajo matrimonio con Bárbara Dange, de quien nació
Livinio Stuyck, que fue el primer Stuyck, Director de la Fábrica de Tapices en
1786.
Felipe V trae al maestro artesano de Flandes Jacobo
Vandergoten a Madrid en 1720. El Rey asignó a Jacobo el salario de 60 reales
diarios y una exención para no pagar alcabalas e impuestos. Falleció
súbitamente en 1724. Su viuda Ana María se hace cargo de 6 hijos. Mujer
independiente para los cánones de la época, se hace cargo de la fábrica. Como
su hijo Cornelio no tiene descendencia
llama a su sobrino Livinio Stuyck Vandergoten para que se haga cargo de la
fábrica. En esos años Goya trabajó para la Real Fábrica y le hace un grabado.
Gabino Stuyck Alvarez, su hijo, se hace cargo de la Fabrica en 1828 hasta
1858.
Livinio
Stuyck Martínez, hereda el cargo hasta su muerte en 1872.
Gabino
Stuyck Dulongval, director desde 1875 hasta 1917.
Livinio
Stuyck Millenet, director desde 1917 hasta
1942.
Gabino Stuyck
San Martín, director desde 1942 hasta 1975.
Livinio
Stuyck Pérez del Camino, director desde 1975
hasta 1996.
La Real
Fábrica de Tapices se convierte en Fundación en 1996.
3. COMIENZOS
DE LA FABRICA DE TAPICES
Aunque la Fábrica de Tapices de la Corona española tiene su
origen en torno a 1721, los anteriores Reyes no tienen que preocuparse, como
los Reyes de Francia o los Príncipes italianos
o alemanes, de crear una industria del tapiz que reciba encargos conmemorativos para adornos y esplendor de sus palacios.
Tiene a Bruselas para fabricar las series que adornen las paredes de sus
residencias. España fabrica en los talleres flamencos sus tapices nacionales,
con artesanos de su Imperio. Cuando asentados los Borbones en España en el
siglo XVIII, por obra del testamento de Carlos II, el Tratado de Utrech despoja
a la Corona en 1713 de los Estados patrimoniales de Flandes, se corta el cordón
umbilical que unía nuestra Corte a la
industria tapicera de Bruselas. La historia de la Real Fábrica de Tapices
empieza así, hace casi trescientos años, en la llamada “Casa del Abreviador”,
en pleno barrio de Chamberí. Se piensa entonces en crear una manufactura real
de tapices, asentada en Madrid para necesidades de la Corona. Después de varios intentos de establecer un
taller en Madrid de tapiceros flamencos, el Rey decide, en tiempos de Alberoni,
hacer traer a Madrid para organizar la manufactura a un tapicero de Amberes:
Jacobo Vandergoten, “el Viejo”. Los gobernantes en Flandes tuvieron sospecha de
las intenciones con que Vandergoten se disponía a salir para Madrid y, tratando
de evitar la posible competencia a su industria que el establecimiento de una
fabricación en Madrid significaba para
la economía de aquellos países, prendieron a Vandergoten y embargaron sus
bienes, dificultando la misión que le traía a España donde sólo puso el pie,
tras muchas incidencias y nueve meses en la cárcel de Amberes, en 1720. La suya
era una fuga de cerebros, como actualmente se dice.
Para entonces, España, cuya decadencia ya era ostensible
desde la segunda mitad del siglo anterior, había perdido los últimos vestigios
de su hegemonía política en Europa, su situación financiera era caótica, su
industria estaba arruinada, su población disminuida y desmoralizada. Inerte y estática,
la pesada Iglesia de la España del Barroco solo podía ofrecer a una población
pasiva una serie interminable de calmantes en forma de Te Deums,
procesiones, misas solemnes, pesadas ceremonias, de una mediocridad absoluta
que únicamente satisfacían su afán de ostentación. A una Corte ociosa y
despilfarradora se le unía una nobleza incompatible con el trabajo. El siglo
XVII se cierra con un patético espectáculo de degradación. Montesquieu recogió
en sus “Cartas persas” ese retrato satírico de la sociedad española de aquel tiempo.
La Corte estaba plagada de mendigos. Los conventos de Madrid
repartían diariamente treinta mil raciones de sopas y los profesores
universitarios llegaron a tener una remuneración inferior a los trabajadores
manuales. La aristocracia madrileña hacía derroches tan ostentosos como
inútiles. Todo consistía en tener más criados que nadie. Los préstamos
usurarios y los excesivos impuestos acababan con la fuerza y la paciencia de
los campesinos.
,España,
que desde el siglo XV, había sido una de las primeras consumidoras de este tipo
de productos suntuarios, albergando uno de los conjuntos más importantes y
numerosos de las antiguas colecciones de tapices y alfombras, iban a parar en
su mayor parte a manos de la Corte, la aristocracia, la Administración y la
Iglesia. Aunque había numerosos telares especializados este arte, tanto dentro
como fuera de Madrid, y numerosas solicitudes de ingreso, apenas seis españoles
lo consiguieron, debido, entre otras razones, a la deficiente formación y a la
mala calidad de los paños realizados por los talleres existentes hasta ese
momento con respecto a los estándares que se pretendía conseguir para las
manufacturas reales. De hecho, Jacobo Vandergoten trajo a cuatro oficiales
desde Flandes y a sus propios hijos. A su muerte acaecida en 1724 le sucede su
hijo Francisco en la dirección del taller, quedando sus hermanos como
tejedores. En 1731 los sueldos se pagaban con bastante irregularidad, entre
otras razones por la permanente quiebra económica del Estado, dependiente de
los envíos desde las Indias. Hay que resaltar que la carrera profesional como
tejedor se empezaba a muy temprana edad entrando como aprendiz y terminando
como tejedor tras muchos años de trabajo. La mayoría de las veces era una
tradición familiar. Los continuos atrasos en los pagos hizo que los operarios
se plantaran, obligando a Francisco Vandergoten a escribir un memorial en el que
exponía, entre otras cosas, que la única salvación de la fábrica era que se le
dejara como administrador único, cosa que sucedió en 1744. La Fábrica, bajo la
dirección ahora de los maestros flamencos, tendrá a partir de estos años una
época de expansión.
En 1745 el personal de la fábrica era de cuatro maestros,
veinticinco oficiales, ocho aprendices y ocho jornaleros sobre un total de seis
telares. En 1780 estaban empleadas noventa personas entre niños y adultos, mas
un número indeterminado de hilanderas que trabajaban en sus casas. En 1809 el
número baja a sesenta operarios como consecuencia de la destrucción de los
talleres por las tropas napoleónicas y al descenso de la demanda. Al igual que
el resto de gremios, la Fábrica de Tapices crea su propia Hermandad en 1745
bajo la advocación de Santa Genoveva, princesa de Brabante, cuyo fin era el de
proporcionar asistencia médica y medicinas, así como ayudas económicas en casos
de enfermedad o gastos de entierro. Más adelante, la nota característica de la
Real Fábrica fue el gran número de pintores españoles que realizaron cartones
para tapices. Además, se produce un cambio fundamental en la elección de los
temas que se van a representar y comienza una ruptura con la hegemonía de la
tradición de Flandes, reproduciéndose temas costumbristas de carácter popular,
que tratan asuntos de la vida cotidiana. Los cartones de este momento también
constituyen un gran reflejo de las intervenciones que se iban creando en la
ciudad de Madrid: sus paseos, arbolados, fuentes, puertas ornamentales, etc.
Pero el principal cambio se produce bajo la dirección y bocetos de Francisco
Bayeu (1734-1795) y Mariano Salvador Maella (1739-1819), quienes junto a
Francisco de Goya (1746-1828) representan la nueva tendencia sustituyendo los
temas clásicos con escenas de la vida cotidiana ya que en sus composiciones se
reproduce una amplia galería de personajes de Madrid sobre todo de la segunda
mitad del siglo XVIII: majos y majas, damas y caballeros, petimetres, etc. Sin
embargo estas nuevas ideas producen quejas entre los maestros tapiceros por
resultarles mucho más difíciles de plasmar “con tantos adornos de cofias,
cintas, alamares, gasas y otras menudencias en los que se gastan mucho tiempo y
mucha paciencia”. A la llegada de Carlos III en 1759, los Vandergoten se
dirigen al monarca solicitando su protección, sucintamente le relatan las
circunstancias de su venida a España y su aplicación al servicio de los
anteriores Reyes, solicitando la
reparación del edificio de Santa Bárbara , a lo que el nuevo Rey accede.
Entretanto la nueva
corriente de los Ilustrados pondrán en
cuestión la validez de los valores nobiliarios,
se levantarán contra la tortura,
y la censura de ideas, la esterilidad de las inmensas posesiones (la
mayor parte de ellas improductivas), que se hallaban en poder de la Iglesia y
denunciarán la explotación de la que es víctima el campesinado. Carlos III en
principio acoge e impulsa las reformas. Su mérito fue comprender que las nuevas
fuerzas que actuaban en la nación no podían ser detenidas fácilmente y que era
más inteligente ponerse a la cabeza de ellas que obstaculizarlas.
En 1786 Livinio Stuyck se hace cargo de la Fábrica. En estos
años tanto él como Cornelio están más
interesados en la acumulación de capital
que en la calidad de la obra ejecutada. La producción aumenta al triple en relación a
1750 pero aflora el descontento entre trabajadores y oficiales de la Fábrica,
los cuales acusan a los Vandergoten-Stuyck
de haber tratado a los oficiales españoles con una “sujeción y escasez
escandalosa, adquiriendo ellos con el sudor de aquellos un asombroso caudal”.
Sin embargo, la suerte está echada. Livinio Stuyck es persona cercana al Rey,
ha dirigido de hecho la Fábrica, tiene la propiedad de los materiales y está en
contacto con los personajes influyentes de la Corte. El Rey le nombra director,
con la recomendación de que aumente los sueldos de los operarios. Ese año Goya
es nombrado pintor real con destino a la Fábrica. Mientras tanto Livinio Stuyck
Vandergoten emplea toda su energía en conservar los privilegios heredados de
sus tíos. A pesar de haber sido confirmado en su puesto de director de la
Fábrica, los operarios siguen presentando quejas al Secretario de Estado
Floridablanca. En 1788 muere Carlos III y un año más tarde los ecos de la Revolución Francesa llegan a
España. Floridablanca alarmado, impone
la censura sobre todas las noticias que se refieran a lo que estaba sucediendo
en Francia. Livinio Stuyck en un mundo crecientemente cambiante se mantiene
fiel a la nueva condición que por todas partes surge en Europa: la del burgués
capitalista. Ya no es artesano, como lo fueron sus tíos, sino empresario. El
fin no es fabricar obras que causen asombro por su perfección y den crédito a
su nombre, sino el de acumular capital.
Goya da el mejor testimonio de la situación de la Fábrica. En
1789 es nombrado Pintor de Cámara y forma el propósito de no pintar más para
Santa Bárbara: Está cansado de diseñar cartones para tapices, dice que sus
obras eran destrozadas en las reproducciones que se hacían en la Fábrica, “los
colores marchitos, el dibujo alterado, perdida la expresión y la vida de los
lienzos al pasar al tapiz”. En 1791, el director de la Fábrica informa que
tiene que despedir a un crecido número de oficiales y Goya comunica a Stuyck
“que ni pinta, ni quiere pintar”. La situación de la Hacienda se agravó cuando
se emprendió en 1796 una guerra naval contra Inglaterra, harto el Rey de la
habilidad de los corsarios británicos para apresar los ricos cargamentos que se
enviaban desde las colonias americanas.
Con Fernando VII, a su vuelta en 1814, la Fábrica se dedicó
más intensamente a la fabricación de alfombras que continuará durante los
siglos XIX y XX reproduciendo diferentes estilos, desde la copia de modelos
franceses hasta los diseños más modernos y que se pueden ver tanto en palacios
de la Corona y la nobleza como en teatros, hoteles y embajadas.
En Europa otras causas que ayudaron a su decaimiento y casi
extinción fueron los efectos de la Revolución Francesa. Las consecuencias
económicas y políticas fueron determinantes al respecto. Junto con la cabeza de
Luis XVI rodaron el prestigio de una clase acomodada y un arte suntuario que la
Revolución borró de un plumazo. En España también se aprecia su decadencia a
partir del siglo XVIII. Goya, el cartonista más célebre de la Real Fábrica de
Tapices se incorpora en 1775. Su deseo de ver copiadas sus obras con total
exactitud desencadena violentos enfrentamientos con tintoreros y tejedores que
no son capaces de hacerle comprender las peculiaridades de los recursos
textiles. La economía se resintió de la
guerra con Francia. La cuarta parte de los telares de seda de Valencia, estaban
parados y la política económica seguida
por Godoy evitó cuidadosamente el aumento de los impuestos generales, avisado
por la reacciones violentas con que era acogida tal medida por el pueblo,
acudiendo al sistema de préstamos interiores y a imponer exacciones a los
estamentos privilegiados. El problema de Stuyck se centraba en que los pintores
de Cámara no le enviaban cartones. Goya sigue sin querer pintar y todo
contribuía a que el nivel artístico de lo producido en esta época fuera
deficiente pues Livinio está demasiado atento a su medro personal para
preocuparse de la calidad de los tapices realizados. El siglo se cierra con el
encargo de fabricar dos tapices que se regalarán al Rey de Marruecos.
4. CRISIS
DURANTE LOS SIGLOS XIX y XX. LA II REPUBLICA
La tapicería, que fue en Occidente durante casi cinco siglos
el arte suntuario por excelencia, sufre en el siglo XIX una profunda crisis que
la lleva casi a su extinción. Las causas hay que buscarlas en factores
sociales, económicos y políticos en buena parte, y también en las
peculiaridades, cambios sociales y guerras internas que asolaron España durante
todo el siglo XIX. Por otra parte, los pintores cartonistas a partir del siglo
XVIII van imponiendo su predominio y restando libertad de interpretación a los
artesanos, lo cual derivará en controversias
entre ambos oficios. Los pintores exigirán fidelidad a sus bocetos y obligarán
a modificar el vocabulario textil para imitar los efectos del óleo y el trazo
del pincel. Por otra parte, las clases ilustradas del país, desengañadas por el
fracaso del despotismo ilustrado, se van radicalizando cada vez más. El valimiento de Godoy continúa la hostilidad
de los aristócratas y Carlos IV va perdiendo en el transcurso de estos años el
respeto que tuvo en épocas anteriores. El Infante Fernando, del que su suegra,
María Antonia de Nápoles, opinaba que era “enteramente memo y, por añadidura un
latoso que no hace nada y no sale de su cuarto”.
Livinio Stuyck sigue entretanto atento a que sus privilegios
no se esfumen. Fallece la mujer de Cornelio Vandergoten y obtiene que la
pensión que disfrutaba pase a favorecer a su propia mujer. La ocupación por los
franceses cambia el signo, hasta ahora muy favorable, de la fortuna de Livinio
Stuyck. Un funcionario real escribirá muchos años después: “tomada la Fábrica
de Tapices por las tropas francesas, la convierten en cuartel; cortan los
tapices que estaban fabricándose en los telares, destruyen cuanto en ella
existe y cesa en absoluto todo trabajo”. Parece fuera de toda duda que el
fabricante se negó a colaborar con el invasor y fue perseguido e incluso
encarcelado, parece ser que a causa de haber dado cobijo al Cura Merino y al
Empecinado. La guerra contra el invasor
servirá para dotar al país de conciencia de sí mismo. El fin de la Constitución
de 1812 fue la de entregar el poder político a las clases medias y dejará un
estrecho margen al Monarca, lo que rechazará Fernando VII a su vuelta,
medida apoyada por la Iglesia. Livinio
Stuyck, cuya conducta durante la ocupación parece clara, no sufre la depuración
ordenada contra los funcionarios reales que colaboraron con los invasores, pero
en su tarea de reconstruir la fábrica se encontrará con un obstáculo todavía
más formidable: la bancarrota de la Hacienda Real. En 1814 se dirige al Rey y
solicita su apoyo para remediar la devastación de que ha sido objeto la
Fábrica. Se le contesta que “la decisión real se aplaza para tiempo más feliz”.
Poco después vuelve a la carga y el Rey decide que sin perjuicio de
establecerse una nueva contrata se le continúe pagando al Director de la
Fábrica ciento veinte reales diarios de sueldo que disfrutaba en 1808, y a su
mujer la pensión de treinta reales.
La situación en España al comenzar el siglo XIX era todavía
más penosa que la del resto de Europa, porque a la crisis general de la
tapicería vino a sumarse los efectos de la guerra de la Independencia. Las
tropas francesas asaltaron los talleres de la Real Fábrica de Tapices,
arrancaron los telares y convirtieron
los edificios en acuartelamientos militares. Se dispersaron los artesanos y
desapareció el oficio de pintor de cartones. Esto, unido a la escasa
estabilidad política, los constantes cambios
de gobierno, los continuos pronunciamientos militares y las sucesivas
guerras carlistas, provocaron una disminución notable de pedidos a la Real
Fábrica de Tapices (en adelante RFT). La situación del país se vuelve
desesperada. Livinio Stuick tendrá que recurrir a la huerta que rodea la
Fábrica y al manejo del capital que todavía conserva, para sostener a su
numerosa familia.
En 1817 fallece Livinio y a los pocos días, su esposa y sus
seis hijos son recibidos por el Rey. Le exponen la situación en que se
encuentran, apelan a su generosidad y le piden que acuda en apoyo de la familia
cuyo porvenir está comprometido si el Rey decide no sostener la Fábrica. Para
evitar disensiones en el seno de la familia, los Stuyck deciden que sea la
madre, M. de las Nieves Alvarez la que figure como directora de la fábrica
hasta la mayoría de edad de sus hijos. La designación es puramente formal ya
que su hijo mayor, Gabino, es quien en realidad dirige la Fábrica pero los
antiguos privilegios de los Stuyck se han evaporado. La Fábrica se sostiene en
precario, sin ninguna garantía jurídica y Fernando VII no parece dispuesto a
favorecer de modo especial su sostenimiento. Es tan desesperada la situación
que el propio Rey gastaba una gran cantidad de tiempo en conseguir pequeños
préstamos privados con los que pagar al personal de Palacio y sostener sus
gastos domésticos. Como hemos dicho anteriormente el país sufre una gran
inestabilidad política y un nuevo contratiempo entra en escena cuando Fernando
VII revoca la Ley Sálica que excluye a las mujeres el acceso a la Corona:
Su hermano Carlos, que a la muerte de
aquel se cree con derecho al trono, organiza el ejército carlista, de ideología
claramente tradicionalista y que cuenta además con el importante apoyo del
clero bajo de la Iglesia.
Necesitada la Hacienda Real de recursos para mantener la
guerra, se ordena la supresión a todos los artistas de las cantidades que se
les entregaban a cuenta de sus obras. La medida afecta a Gabino Stuyck. Escribe
a la Reina (María Cristina de Borbón, regente), recordándole la contrata
firmada con el Rey fallecido, en súplica de que la continúe cumpliendo. La
financiación de la Fábrica sufre un rudo golpe: los recursos financieros de que
dispone la Corona serán para sostener al ejército que combate en el Norte. En
1841 Gabino, que había sido calificado como poseedor de una “muy suficiente
actitud para dirigir la Fábrica, buena aplicación y buena conducta moral y
política” por los funcionarios progresistas en el Poder, manifiesta al Regente
que se le adeudan más de 44.000 reales.
Se le encarga la restauración de todos los tapices dañados existentes en
el Palacio de El Pardo, lo que le ocupará durante los cuatro años siguientes. Gabino
Stuyck Álvarez, que había conseguido remontar todas las serias dificultades que
habían acosado a la Fábrica a raíz de la ocupación francesa y el consiguiente
estado depresivo del reinado de Fernando VII, fallecía en 1858 legando a su
hijo Livinio Stuyck Martínez (el segundo Livinio), una industria consolidada y
con notables perspectivas de expansión. El alfombrado de los palacios de los
nuevos oligarcas y sus deseos de rodearse de lujo cortesano en el tapiz tenía
un papel destacado.
El sistema ideado por los Vandergoten hacía más de un siglo
era el ideal para obtener un máximo de ganancia. La Casa Real financiaba la
Fábrica y ésta se lucraba con el trabajo para particulares. Los dos únicos
peligros que acecharon a la Fábrica desde sus constitución fueron que se establecieran otras que pudieran hacerles competencia o que
la Corona decidiera hacerse ella misma cargo de la explotación. Lo primero era altamente improbable que
ocurriera. La RFT era el único sitio del país, de eso se cuidaron bien los Vandergoten-Stuyck,
en que se podía aprender el oficio. Los bajos salarios que disfrutaban los
operarios hacía impensable que un día pudieran establecerse por su cuenta. Cuando
en 1868 Isabel II es destronada, esta actividad también desapareció porque Amadeo I y las autoridades de la I República
se desinteresaron por la institución. En
1871 la RFT, en ruina total, tuvo que cerrar sus puertas. Tras recuperar la
Monarquía Alfonso XII, se inicia una tímida recuperación. Una de sus primeras
decisiones es encargar al Conde de Valencia la confección de un inventario de
los tapices de los Reales Palacios y a la Real Fábrica el retupido de ciento
treinta paños y la custodia de todos los que no estuvieran ya colgados. Este
gesto no suponía el renacimiento de un arte difunto pero era una actitud
alentadora para Gabino Stuyck al hacerse cargo de la Fábrica en 1875.
A la muerte de Gabino en 1917, los funcionarios liberales de
Isabel II le aconsejaron que realizara una nueva contrata, teniendo en cuenta
que el porvenir de la Fábrica no podía depender de la sucesión del director o
de un accidente cualquiera que le incapacitara, proponiendo a la Reina que la
Casa Real se haga cargo directamente de la explotación. Lógicamente Livinio,
pretendiente a dirigir la Fábrica, tenía que oponerse a tal propuesta que ponía
en peligro su posición. Doctor en Derecho, dirige un razonado escrito a la
Reina con una argumentación impecablemente liberal. Los hombres sólo se mueven
por incentivos económicos (sostiene), y estos han de ser ofrecidos como único
remedio para tenerlos controlados. Una de las virtudes del empresario es controlar a las personas a sus órdenes, pues en otro
caso, resultaría la anarquía. Si no se les hace creer que su trabajo está
íntimamente relacionado con su nivel de ingresos, de tal forma que todo aquel
que trabaje duramente podrá lograr una posición privilegiada, sería imposible
controlarlos. Hay que crear la
convicción de que el obrero también puede alcanzar la fortuna; dándole
participación en el resultado de su trabajo, ya no lo verá como cosa ajena, sino propia.
En enero de 1875 desembarca Alfonso XII en Barcelona y a los tres meses de reinado, Gabino Suyck
Dulongval jura su cargo como director.
Inmediatamente se le encarga el retupido de más de 130 tapices, de los colgados
en el Pardo. En los primeros años del
reinado de Alfonso XII, la economía de la nación conoció una época de
crecimiento, favorecida por la terminación de las guerras carlistas y la de
Cuba que evitaron la sangría de recursos.
Gabino Stuyck devuelve a la Fábrica su antiguo dinamismo y cuenta ya con
el apoyo total de Palacio a desenterrar el viejo proyecto de trasladar La
Fábrica de emplazamiento. El 11 de abril
de 1889 se hizo entrega del nuevo edificio en su emplazamiento actual de la
calle Fuenterrabía. La situación de la industria en el momento del traslado era
floreciente. De los 30 operarios con los que contaba la Fábrica en los momentos
de la República, se pasaron a emplear a más de 200. La calidad de los productos
era tal que rivalizaban en el extranjero con los Gobelinos, que era la referencia europea por excelencia.
Ya en el siglo XX, la nueva caída de la
Monarquía en 1931 y la llegada de la República supuso una amenaza para la
propia subsistencia de la RFT.
Caída la Monarquía, el gobierno republicano se convierte en
depositario de la colección de tapices de la Corona, es un momento difícil
a pesar de contar con el apoyo de
reconocidos políticos como Manuel Azaña e Indalecio Prieto que apostaban por la
continuidad de la RFT. Durante los primeros días del nuevo sistema político la
situación de la Fábrica atravesó momentos de cierta inquietud, ya que las
nuevas autoridades desconocían por una parte la naturaleza de su régimen
jurídico y por otra, abrigaban cierta desconfianza hacia la persona de Livinio
Stuyck por sus lazos personales con Alfonso XIII. Tras las elecciones el
Gobierno Provisional tiene que contar desde el principio de su actuación con un
hecho grave. Las clases acomodadas, llenas de pánico, retraen sus capitales a
toda colaboración, los evaden hacia países donde se presume cierta estabilidad política. La
Hacienda Pública se ve impotente para luchar contra la evasión y la RFT
atraviesa entonces la peor crisis de su historia.
El director, amigo personal del Rey, se encuentra consternado
por la marcha de Alfonso. Ya no hay dinero para encargos particulares, los
telares se encuentran parados. Azaña y Prieto se encuentran mal informados. Les
han dicho que la Fábrica es patrimonio Nacional y que los Stuyck son meros
depositarios de la confianza real. La verdad es otra, la Fábrica les pertenece,
solo el casón es del Estado. Sin embargo, Livinio Stuyck se puso desde el
primer momento a las órdenes de la República en los mismos términos en que se
había desarrollado bajo la dinastía borbónica. Según las promesas de Prieto, a
partir de entonces la Fábrica estaría encuadrada en la Dirección General de
Bellas Artes, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública. De este corto
y turbulento período cabe destacar la aceptación por parte del gobierno del ambicioso proyecto, insistentemente expuesto por
Stuyck, de hacer la réplica de la serie de la colegiata de Pastrana, formada
por cuatro paños del siglo XV de valor histórico y artístico incalculable
terminado veinte años después, ya durante el régimen de Franco. La Fábrica, como
ya se ha señalado, pasó a depender desde el primer momento Patrimonio Nacional y los hombres que
comenzaron a trabajar en éste, poseían poca
experiencia y nula preparación artística. Los más moderados trataron de
frenar las pretensiones de los más
exaltados, ocupados en borrar cualquier
vestigio de a época monárquica. Por todo esto, las relaciones
Patrimonio-Fábrica no eran muy cordiales. Livinio Stuyck toma la decisión de
viajar a Barcelona y Sevilla para recoger en Pedralbes y en el Alcázar todos
los tapices que se encontraban expuestos en los palacios. Pero la República
tenía una estructura débil y las reformas que
Azaña introdujo en el Ejército disgustaron de veras a los militares del
escalafón alto.
Desde las elecciones de 1936 la posición de la Fábrica se
vuelve difícil y empeora con el paso de las semanas. Se suceden los actos
vandálicos sobre el taller, la residencia particular de los Stuyck y el propio
edificio de Atocha.
Se producen intentos de incautación popular de los bienes, el
clima laboral se hace irrespirable y las
presiones hacia el director llegan a las amenazas de muerte. En la Fábrica se
seguían todos estos acontecimientos con una preocupación constante, el clima en
las calles de Madrid no era precisamente tranquilizador. Las venganzas, los
ajustes de cuentas, las represalias, se suceden en un clima de incertidumbre.
Los obreros de la manufactura en su mayoría estaban en contra de la dirección,
solo unos pocos eran fieles. Muchos habían desertado para unirse a las milicias
del Frente Popular. Livinio recomendó a su familia que abandonara la calle
Fuenterrabía. En agosto de 1936 el Patrimonio de la República se había incautado
de la Fábrica Nacional de Tapices. Durante la guerra la familia Sruyck ya no
reside allí. Manuel Navarro es nombrado director administrativo de la Fábrica
Nacional de Tapices cargo que ocupará hasta el 29 de marzo de 1939.
La situación de la familia Stuyck empeoró notablemente.
Habían abandonado la Fábrica en los días en que los rumores de incautación iban
teniendo cuerpo. Gabino que fue el último por su enfermedad de bronconeumonía,
al salir del casón se refugió en la embajada de Bélgica, donde tenía amistades,
más tarde pasó a Lisboa. Nada más finalizada la guerra, Livinio Stuyck se hizo
de nuevo cargo de la Fábrica, pero durante los primeros días se presentaron
solamente cuatro obreros pertenecientes a la vieja plantilla; de ellos se solicitaron
los oportunos antecedentes políticos, pues ya es sabido que por entonces la
depuración se llevaba hasta las últimas consecuencias. Al morir Livinio en 1942
Gabino va a sustituirle como director de la Fábrica pero antes es preciso firmar un nuevo contrato con las autoridades
que sustituya al suscrito en 1889. El nuevo contrato en el apartado 2 dice: “El
edificio de la RFT sito en la calle Fuenterrabía, 2, con todas sus
dependencias, locales y jardines, pertenecen al Patrimonio Nacional. Las
máquinas, telares y demás artefactos de la fabricación, son propiedad del
Director y, por tanto, de su cuenta su conservación y reposición”.
Entre las obras que han salido de los telares de la Fábrica
en los últimos años son dignas de destacar: los 13 tapices de Goya que están en
el Castillo de Grussay en Francia, las pinturas negras de Goya, reproducciones
de tapices góticos de los siglos XV y XVI, los cartones de Brueguel, temas de
bodegones, boscajes y algunos retratos, de los cuales el más logrado es el
autorretrato de Durero. Entre las alfombras: las del Palacio Residencial de
Filipinas, Palacio Real de Bruselas, Banco de Francia, Ayuntamiento de Burdeos,
Embajadas de España, Embajadas extranjeras en Madrid y obras particulares.
En los primeros momentos de la dictadura franquista se
constituyó la Fundación Generalísimo Franco, quien intentaba hacer suya la
tradición de vinculación de la Corona con el fomento de los oficios, como
sucediera antaño con la RFT o con la Porcelana del Buen Retiro reuniendo
distintos trabajos artesanales (cerámica, textiles, cristal, mobiliario, etc).
Para el régimen franquista la artesanía se usó como instrumento de difusión de
la cultura española, es decir, se entendía que la labor artesana debía ser
patrióticamente protegida por ser la antítesis del trabajo mecánico y alienante
del capitalismo y del seguidismo ideológico del comunismo. Las alfombras y los
tapices fueron el núcleo inicial de la Fundación y se hicieron desde entonces
miles de reproducciones, primero de modelos antiguos y, con el paso de los
años, sus propios diseños. Se ha dicho muchas veces, y probablemente sea
cierto, que la creación de la Fundación como empeño personal era una estrategia
de Franco para destruir la Real Fábrica de Tapices, por su filiación monárquica
y por la enemistad que tenía el dictador con la familia Stuyck. De hecho, solo
después de la muerte del General la histórica Fábrica volvió a recuperar su
categoría como proveedora oficial del Estado. Inicialmente algunos empleados de
la Fundación eran obreros-presos que con una jornada de trabajo redimían dos
días de pena. Supuestamente deberían recibir un salario pero se les quitaba
dinero por conceptos como “alojamiento, manutención y vestimenta”.
A partir de 1962, mediante una escritura notarial firmada por
Franco, el patronato y la gestión de la institución quedaron integrados en
Patrimonio Nacional. Después de la muerte de Franco, la Fundación siguió
durante algún tiempo con su nombre original de “Generalísimo Franco” y con la
llegada de la democracia afloró el problema de la postergación de la RFT y de
la familia Stuyck orquestada en los años cuarenta por Franco. La Fundación
dejaba de tener los viejos privilegios monopolísticos y la tensión de la
competencia generaba continuas fricciones, como cuando en 1978 ambas firmas se
presentaron al concurso para la gran alfombra de casi ciento veinticinco metros
cuadrados con destino a la planta baja del Congreso de los Diputados. A partir
de los años noventa el declive empresarial se hizo evidente con el continuo
baile de puestos directivos. Esta situación fue denunciada continuamente por el
Comité de Empresa ante el Patronato, los medios de comunicación y el Defensor
del Pueblo. Hubo varias huelgas (1979 y 1994), denuncias por incumplimiento de
l convenio colectivo y por las condiciones de trabajo e incluso propuestas
desde los sindicatos para asegurar la viabilidad de la empresa, como unificarse
en la sección textil con la RFT, posibilidad descartada por la familia Stuyck.
Tal vez la RFT sea el único caso que sobrevivió de forma
ininterrumpida desde sus orígenes, debido seguramente a los acuerdos habidos
entre la Corona y la familia Vandergoten-Stuyck, que permitieron una gestión en
forma de negocio familiar en los casi trescientos años de existencia, con un
dinamismo que les permitieron adaptarse a la demanda y a las circunstancias políticas
de cada momento. Téngase en cuenta que los trabajadores de la RFT poseían en
exclusiva el dominio de un oficio de hace tres siglos, únicos artesanos con
capacidad para reproducir aquellos tapices del XV y XVI. El tiempo empleado
para confeccionar un tapiz, digamos de veinte metros cuadrados, podía durar
años, teniendo en cuenta que el metro cuadrado se tardaba en hacer de seis a
ocho meses. Los tapices y alfombras de la Real Fábrica pueden contemplarse en
todos los palacios pertenecientes a Patrimonio Nacional: Palacio Real, Palacio
del Pardo, Granja de San Ildefonso, Palacio de Aranjuez, Palacio de Riofrío,
Reales Alcázares, Palacio de Pedralbes, así como en numerosas instituciones
nacionales e internacionales.
Tres son básicamente los productos que salen de la Real
Fábrica de Tapices: Los tapices, las alfombras y los reposteros.
El tapiz es un tejido artístico, plano, sin pelo, tejido principalmente con lana
de oveja merina o seda y en ocasiones enriquecido con oro o plata. Además de
para decorar las estancias de la Corte, la industria tapicera abastecía a iglesias y catedrales, abadías y
palacios, e incluso para castillos y alcázares. No debemos olvidar que también
eran buscados para el culto religioso. Ornato de claustros o calles en días de
procesión, colgando de las naves de los templos o de las salas capitulares, o
de las estancias de los palacios episcopales, que en nada se diferenciaban de los de los nobles laicos, el
tapiz tenía su clientela por igual entre Reyes y señores que entre abades y
obispos. Se empleaban también para tapizar fraileros, adoselar camas y realizar
estructuras móviles o pabellones tanto en los campos de batalla como en las
cacerías.
Los tapices se han tejido tradicionalmente de forma manual en
dos tipos de telares: de urdimbre horizontal o “bajo lizo” y de urdimbre
vertical o “alto lizo”. Ambos sistemas fueron incorporados ya desde el origen
en la Real Fábrica de Tapices.
La alfombra es un tejido grueso, normalmente de lana de oveja merina o
seda, utilizada para cubrir suelos. En España han tenido gran tradición las
alfombras anudadas, recogiendo una técnica de origen oriental, en la que fue
uno de los primeros países en utilizarla, y también, el primero en difundirla
por occidente. Básicamente su técnica consiste en ir anudando la urdimbre,
lanas de distintos colores, formando dibujos. Los nudos se van poniendo y
cortando. A mayor número de nudos, mayor será su calidad.
El repostero es el tejido fabricado con la técnica del “opus consutum”
o bordado de aplicación, consistente en
el cosido de motivos recortados en otras telas y el bordado complementario, y
que generalmente representaban motivos heráldicos. Muchos son los tejidos
empleados en su ejecución como el pañete, terciopelo, raso, pedrerías, damasco,
etc. En algunos casos el tejido base era el tapiz. En cuanto a su uso,
tradicionalmente venían a identificar el rango del propietario (Reyes o Nobles)
o de la institución, caso de órdenes religiosas. Normalmente se instalaban en
las entradas de los edificios y en ocasiones especiales en iglesias o balcones,
para señalar la presencia de su propietario.
El tapiz como otra de arte y por tanto, reflejo de las ideas
estéticas y culturales de su tiempo, sufre una evolución artística que viene
marcada por los pintores cartonistas que se refleja en los temas representados
y en la propia estética del tapiz.
5. ULTIMA
ETAPA. LA FUNDACION
Las
dificultades económicas y la consiguiente crisis que llevaron a la RFT a convertirse
en Fundación (en 1996), vienen de lejos.
Ya en 1978 los noventa artesanos con muchos años de oficio que
trabajaban en la RFT piden nuevos
encargos y que la Administración les eche una mano. Dada la índole de los trabajos que realizan, totalmente
artesanal, sin intervención por tanto, de maquinaria alguna, el más importante
capítulo de su desenvolvimiento económico radica en el costo de la mano de
obra. El volumen calculado para ese año estaba cifrado en sesenta millones de
pesetas, con que atender a salarios, Seguridad Social, adquisición de materias
primas y pago de impuestos, partida esta muy considerable, en forma de impuesto
de lujo.
En 1996 la entonces ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre decidió el rescate, después de una larga movilización de los trabajadores reclamando el pago de sus nóminas tras muchos meses sin cobrar. La operación de rescate se cerró en 300 millones de pesetas aportados entre tres administraciones públicas (Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento) y otros cien millones más de la Fundación Cajamadrid. La empresa pasó a manos públicas pero Livinio Stuyck se quedó cinco años más como director hasta 2002 en que fue destituido poniendo así final a una etapa de casi 250 años. Hay que hacer constar que los Stuyck tenían la residencia allí, en el primer piso del inmueble desde hacía varias generaciones. Cuando Livinio dejó el cargo hubo un largo proceso judicial de varios años hasta que en 2017 tuvo que abandonar el inmueble en el que había vivido toda la vida. La prensa se hizo eco con titulares llamativos tildándole de “okupa de lujo” viviendo en un palacete durante casi veinte años sin pagar luz y agua. Finalmente el TSJM argumentó que si bien la Fábrica había sido la vivienda de los Stuyck durante varias generaciones, merced a un contrato firmado, sólo era en calidad de Director de la RFT y que por tanto ese derecho había prescrito desde el momento en que fue destituido. Para terminar este capítulo cabe añadir que las épocas históricas más florecientes de la RFT correspondieron a los Gabinos, mientras que las más adversas fueron para los Livinios.
6. LIVINIO
STUYCK CANDELA
Mención
aparte merece la figura de Livinio Stuyck Candela, descendiente de la familia
Vandergoten-Stuyck, tejedores flamencos que se encargaron de la fabricación y
restauración de tapices y alfombras, el cual estaba emparentado con el último
director de la institución. Abogado de profesión, fue el creador de la Feria de
San Isidro en 1947. En realidad Livinio no entendía mucho de toros pero su
experiencia empresarial unido a un gran sentido comercial y visión para los
negocios le animaron a ser Gerente de la plaza de toros de las Ventas. Desde
sus inicios, la Feria se convirtió en el acontecimiento taurino más importante del mundo. Tuvo que pedir un
crédito de millón y medio de pesetas de la época y aplicar el sistema de Abonos
para los festejos como enganche para una afición taurina que iba en aumento.
Así nació la Feria de San Isidro. Hasta entonces la Feria la componían cinco corridas, en la actualidad son 32
festejos. En un primer momento, la idea no fue del agrado del mundo taurino de
entonces. Había recelos en cuanto a su
gestión y capacidad para atraer al gran público. Camará, el apoderado de
Manolete, la gran figura de entonces, aunque apoyaba la propuesta, no llegó a
verlo torear nunca pues ese mismo año fallecería en la plaza de Linares. Sin
embargo con los años, la Feria se convirtió en un fenómeno social y todo torero
que pretendía ser alguien, tenía que estar presente en San Isidro. Eran otros
tiempos claro, un momento histórico en el que nadie cuestionaba que la
tauromaquia además de tradición y valor del torero en el ruedo, era también
arte y espectáculo, estaba avalado además por ilustres nombres del mundo de la
literatura, el cine, la pintura, la música, etc. Eran los últimos tiempos de la época floreciente del toreo.
Debo
añadir que al margen de la Feria de San Isidro, Livinio Stuyck Candela dejó
huella en Cubas de la Sagra, un pueblo madrileño ubicado cerca ya de los
límites con la provincia de Toledo. Durante la Desamortización de Mendizábal una
rama de los Stuyck adquirieron terrenos y el lugar lo convirtieron en segunda residencia. Allí
durante años, en una plaza portátil torearon gratuitamente las figuras de los
años sesenta y setenta, toda la recaudación era con destino a causas sociales y
a beneficio del cercano convento de Santa Juana.
No
sabemos cómo habría reaccionado Livinio Stuyck viendo el actual panorama lleno
de nubarrones que se cierne desde hace algunos años sobre el mundo taurino. Plazas
semivacías, disminución drástica de festejos, nula referencia del mundo taurino
respecto de la juventud, invitan a pensar en un fin de ciclo que se inició casi
a la par de la entrada de España en la Unión Europea. Al debate social que
desde hace algunos años ha calado en la sociedad española, se unen ciertas
prácticas salvajes que en nada han favorecido el mantenimiento de esta
tradición, pongo por caso el toro alanceado de Tordesillas, los correbous, etc.
Pero no solamente es en España donde se cuestionan los festejos taurinos. Perú,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Méjico y ahora Francia (el próximo 24 de
noviembre se votará en la Asamblea parisina su prohibición), también han unido
sus voces en contra de los festejos.
7. VALORACION
PERSONAL
Adentrarse
en el mundo de los tapices ha sido una sorpresa y a la vez un descubrimiento
para el autor. También el hecho de saber que los tejidos siguen haciéndose con
la misma técnica de hace tres siglos. En principio tenía una cierta prevención
al saber que era una industria creada para satisfacer los gustos de la
aristocracia y la nobleza. Parecía demasiado clasista, algo propio de épocas ya
superadas, incompatible con una sociedad dinámica y moderna que apuesta por una
relación basada en aspiraciones de justicia e igualdad, sabiendo por lo demás,
los bajos salarios que cobraban los tejedores-tapiceros y las huelgas debidas
al retraso de muchos meses sin cobrar. Esa situación se mantenía mientras en
otras dependencias y zonas de la RFT se organizaban fiestas y saraos para
invitados especiales. Digamos que esa es la percepción negativa.
Los
Stuyck han sido históricamente una familia perteneciente a la burguesía
acomodada (Gabino Stuyck Dulongval acompañaba a Alfonso XII en sus correrías
fuera de Palacio y Livinio Stuyck Millenet era amigo personal de Alfonso
XIII), monárquicos, con los que Franco nunca llegó a entenderse. Reconozco por
otra parte la capacidad que han tenido para adaptarse a cada periodo histórico
y haber sabido mantener una tradición familiar tan larga. Sin embargo, la
estrategia final, con esa resistencia numantina por parte de su Director,
Livinio Stuyck Pérez del Camino, a abandonar el domicilio ubicado encima de los
talleres, alegando que su familia llevaba allí más de cien años, me parece bastante
triste, incluso algo patético. El propio Julio Stuyck (primo suyo) con el que el
autor se entrevistó hace unos días, reconocía que había sido una decisión equivocada.
A modo de resumen de este trabajo, hay que añadir que todo debe contextualizarse en el
periodo histórico en el que se produce y que no proceden hacer juicios de valor
con la mentalidad actual respecto a hechos del pasado. Desde este punto de
vista es entendible que la RFT estuviera estrechamente ligada a la Corona y a
las clases sociales a las que servían. Por otra parte y, enlazando con la
última parte de la exposición, el autor se pregunta si intelectuales, artistas y hombres
de letras como García Lorca, Alberti, Ortega y Gasset, Dalí, Picasso, Neruda,
Buñuel, Zuloaga, Benlliure, Manuel Machado… ¿Hubieran defendido hoy
públicamente la Fiesta de los Toros? Hay serias dudas. Las sociedades cambian y
sus gustos también.
PD. El autor reconoce que la fotografía de portada de este trabajo, que la tomó en la visita que hizo a la RFT, no está bien encuadrada, además en el cristal se refleja incluso la vivienda que está situada enfrente del edificio; pero a cambio permite observar en las paredes los impactos de metralla ocasionados durante los bombardeos de la Guerra Civil.
8. REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS
1. UNED.
ARCHIVO DE TVE.
2. LA
REAL FABRICA DE TAPICES. “Muerte y resurrección de un Arte”. Laura de la Calle.
3. REAL
FABRICA DE TAPICES 1721-1971. Enrique Iparaguirre y Carlos Dávila.
4. B.O.C.M.
5. LA
FUNDACION DE GREMIOS. Ana María Fernández García.
6. JULIO
STUYCK COLLADO. Conversaciones con el último heredero.