Uno de los deseos cuando llega el verano es el de desconectar de la rutina diaria, salir del ahogo de la ciudad, cambiar de ambiente, viajar y, de paso, tener la oportunidad de conocer a gente nueva e interesante. Aunque yo tenía referencias precisas de la persona a quien quería visitar y sabía de sus logros y hazañas deportivas, nunca había tenido la oportunidad de saludarle personalmente. Estoy hablando de Iñaki Perurena, levantador de piedras y persona polifacética. De profesión carnicero, compagina su labor con la de actor, bertsolari, poeta, dibujante, escultor y conferenciante, aunque a él le gusta definirse a sí mismo únicamente como harrijasotzaile. La génesis es la siguiente. A una primera historia mía digamos que rocambolesca y un tanto difícil de explicar, le siguió una carta en la que le expresaba mi interés por las piedras que, como mudos testigos del paso del tiempo, aún hoy en día podemos admirar como legado de antiguos imperios y civilizaciones actualmente desaparecidas (El Partenón, Las Pirámides de Gizeh, El Coliseo...). Cuál no sería mi sorpresa cuando a los quince días recibí una amable carta suya hablándome de su pasión por la piedra y en la que me invitaba a visitar su museo.
La mayoría de las veces cuando hablamos de colosos y forzudos, uno automáticamente piensa en gente ruda y primitiva, con escaso o nulo bagage cultural, incapaz a menudo de expresarse con la necesaria solvencia y fluidez. Nada de eso tiene que ver con Perurena. Acudí un domingo por la mañana a su caserío de Leitza (Navarra), que ha transformado en museo con objetos, fotografías y recuerdos de toda una vida profesional dedicada al deporte. Allí, en diferentes salas están todas las piedras, cúbicas y esféricas, que ha levantado a lo largo de más de cuarenta años de carrera profesional, la más pesada de 320 kilos, su propio record que ostentó durante mucho tiempo. En la planta baja hay unos paneles en los que con sumo detalle enumera los centenares de ciudades y pueblos que han sido testigos de sus exhibiciones en el País Vasco, Navarra y provincias limítrofes, la primera en 1973 cuando contaba con dieciséis años. Al lado del caserío hay un enorme prado que él ha sabido transformar en un parque escultórico donde, cómo no, la protagonista es la piedra, en torno a la cual ha construido toda una filosofía de vida. Previa reserva, los fines de semana recibe allí en medio de un paisaje de ensueño a sus numerosos visitantes y explica de manera didáctica y divertida los secretos del levantador de piedras que, por cierto, tiene mucho que ver con la física y con la teoría de Arquímedes. A cuantos presenciamos sus explicaciones no nos hizo falta su demostración de fuerza (ya no realiza exhibiciones), nos bastó con escuchar su poderosa voz, sus dotes de comunicador, el amor a la piedra, la sensibilidad hacia la herencia de sus antepasados, hacia el euskera, la mitología y la cultura vascas.
Si alguna vez tenéis ocasión de acercaros os aseguro que no os decepcionará. La pasión y autenticidad de lo que transmite unido a un entorno privilegiado bien merecen una visita.
Por cierto, si alguien siente la curiosidad de probar su fuerza, allí tiene a su disposición varias piedras para practicar. Eso sí, mucho cuidado con los pies.
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