miércoles, 28 de abril de 2021

La condena

      Los policías de la científica se movían detenidamente en el lugar del crimen sacando fotografías y buscando todo tipo de huellas. Encima de la cama el cadáver de un hombre desnudo yacía boca arriba con un disparo en el pecho a la altura del corazón. Acedo, el inspector  de homicidios, preguntó si ya habían avisado a la familia. Estaba malhumorado porque el caso se lo habían adjudicado a él debido a que Santesteban, su titular,  casualmente se encontraba de baja por enfermedad. Éste era famoso por haber resuelto casos con asombrosa rapidez.

     Dibujó una mueca de fastidio mientras se preparaba para dar una primera información a los periodistas que se apostaban  a la entrada del edificio. El asesinato de un conocido empresario de sesenta y siete años en un club de alterne con posibles ramificaciones con el narcotráfico, auguraba una investigación larga y compleja, además de suponer una suculenta noticia para los profesionales de la información,  sobre todo para la prensa sensacionalista que no ahorraba medios para informar de todo lo que oliera a escándalo. Algunas cadenas de televisión ya se encontraban allí apostadas  con sus trípodes y cámaras pese a lo temprano de la hora. ¿Cómo demonios se habrían enterado? Nada le importunaba más que aquella pandilla de alimañas pendientes de cualquier migaja de información que luego seguramente  sería tergiversada o manipulada. Cuando terminó de informar a la prensa consultó su reloj. Estaba deseando que abrieran los bares para poder desayunar en condiciones pues le habían levantado a las cinco de la mañana sin tiempo ni para tomar un café.

     Sobre las ocho alguien le avisó de que la viuda acababa de llegar. Inmediatamente salió a recibirla. Le calculó unos cincuenta años, era muy atractiva e iba elegantemente vestida. El inspector se preguntaba cómo con una mujer así podía  uno irse de putas. Se mostraba pesarosa pero en todo momento mantuvo la serenidad  y la compostura; nada que ver con otros casos en los que había sido testigo de escenas y gritos desgarradores.

     —Yo misma ordené que lo mataran —dijo con aparente frialdad.

     —Pero...¿Por qué? —preguntó incrédulo, sin entender que  de repente ella se autoinculpara.

     —Tenía un cáncer muy avanzado. Estaba desengañado de la vida y siempre decía que prefería una muerte rápida. Le amaba y fui feliz junto a él pero yo no podía soportar que siguiera sufriendo. No quería hacerlo conmigo porque decía  que podía contagiarme su enfermedad. Lo maté por amor.

      Mientras le ponía las esposas, el inspector vio resbalar una lágrima por su mejilla. Nunca en su vida profesional había resuelto un caso de manera tan rápida. Faltaba por saber quién fue la mano ejecutora pero ese era un detalle que la viuda a buen seguro se encargaría de aclarar. Como mínimo se ahorraría tres años de condena por colaborar. 

viernes, 23 de abril de 2021

Las cartas

      Echo de menos recibir cartas. Aquellas cartas que esperábamos con impaciencia eran mucho más que una hoja de papel. Casi podías sentir el aliento y la mano de quien las escribía. A menudo iban acompañadas de una fotografía, un beso con carmín o un recuerdo que unía a esas personas. Al año de nacer yo, mi madre le envió un mechón de pelo a una hermana que vivía en Argentina. Casi a diario miro en el buzón, pero únicamente es mi banco el que me escribe para notificarme el cobro de la luz, el teléfono o el agua. Otro remitente ocasional suele ser el Ayuntamiento dando cuenta de alguna multa, pero sin duda las cartas que más temo son las de Hacienda.

     Internet y las redes sociales han sustituido al correo postal, porque ahora todo es más rápido y lo queremos de inmediato. Pasa lo mismo con las noticias, las de ayer ya son trasnochadas. Pienso que tanta información se convierte en algarabía y a veces nos confunde. y no hablo solamente de los bulos y noticias falsas e interesadas que circulan por la red.  Recuerdo las cartas que recibía de mi madre cuando cursaba estudios de Bachillerato en el internado, muy lejos de casa. ¡¡Qué emoción al leerlas!! pero nunca se lo dije y ahora me lo reprocho. Las encabezaba siempre con una cruz, costumbre que también se hacía al salir por la mañana del portal de casa. A veces volvía a releerlas y luego las guardaba en el cajón del escritorio. Pasaba por alto las faltas de ortografía porque su generación apenas tuvo acceso a los estudios superiores y universitarios. Para quienes residíamos fuera de nuestras casas, las cartas  eran el medio a través de las cuales se nos comunicaba el día a día y los pequeños sucesos familiares. En cambio las llamadas telefónicas solían ser casi siempre para dar noticias graves o luctuosas. Escribir cartas de tu puño y letra tiene para mí mucho más valor que hacerlo con caracteres tipográficos, llámese  correo electrónico, twitter, wasap o similares. Tiene la validez de lo auténtico. Es como escuchar la versión original en cine con la voz del actor en vez de la versión doblada.

     En este tiempo de pandemia y de aislamiento social, la escritura se ha convertido para mí en un refugio liberador, lo mismo que otras ocupaciones que yo antes consideraba de "viejo" como pasear o leer. En mis ratos de ocio apunto las ideas que me vienen a la cabeza y algunas las desarrollo luego con más o menos acierto. Es difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que uno siente y en contadas ocasiones me hace feliz lo que escribo, pero a menudo me basta con una pequeña historia o algunas frases bien hilvanadas para sentirme realmente satisfecho.

     Hoy 23 de abril es el Día del Libro. En este tiempo he crecido como lector y también he aprendido a rezar a mi manera: "Antonio Machado que estás en los libros"...  Todas las semanas acudo al menos una vez a la biblioteca, mi segunda residencia. A veces sufro porque no sé cuál elegir y tan sólo me puedo llevar uno. Realidad y ficción, a menudo entrelazadas, se funden para contarnos historias. Hay libros que me desatan la risa mientras los leo, otros me mantienen en vilo hasta el final, algunos —los menos— son plomizos y los abandono, muchos me conmueven y me emocionan hasta el llanto. Algunos pocos los releo de nuevo. Ninguno me deja indiferente. Es la magia de la escritura.