viernes, 3 de enero de 2025

Sueños

 

     A veces cuando menos te lo esperas ocurren cosas imprevistas, eso es lo que me pasó hace unos días. Mi padre falleció hace veintiséis años y mi madre hace diez, pero esta noche he tenido la dicha de haber soñado con ellos. Los vi ya mayores y lo primero que hice fue pedirles perdón por no haberles visitado más a menudo los últimos años de sus vidas. He querido despedirme de ellos, ya que no pude hacerlo en su momento.

     Ya desde el primer momento  me he sentido deudor así que les he agradecido traerme a la vida, cuidarme y atenderme cuando era pequeño y sobre todo, por haber sido un ejemplo de honradez y fidelidad  a unos ideales a lo largo de sus vidas. Les he dicho que les tengo muy presentes en mi vida diaria aunque ya no estén físicamente. Luego hemos recordado cosas  que han ocurrido estos últimos años y les he puesto al día. A mi madre le conté (y se emocionó mucho), que hace un par de años había hecho el Camino de Santiago, que pasé por su pueblo y que a lo largo de casi ochocientos kms fui feliz y que esa felicidad se la debía a ellos. Todo el camino fue un disfrute, que me sirvió para valorar las cosas buenas que nos proporciona la vida, entre ellas, el que nada se consigue sin esfuerzo y saber que los míos me estaban esperando tras mi regreso. Luego me preguntó por mis hijos y le dije que estaban bien; que el mayor compuso una canción-homenaje a sus abuelas a ritmo de rock. Me dijo que le gustaría escucharla aunque no la entendiera. Así lo hice y al final lloramos los dos.

     A mi padre le dije que siempre le había querido, que esos sentimientos de amor yo los había reprimido durante mucho tiempo, imbécil de mí. Decir te quiero es algo que se presupone entre padres e hijos pero a mi me faltó valor para decirlo. También le comenté que en todos los sitios me habían hablado muy bien de él y que todavía le recordaban. Que el día de su entierro un familiar se acercó a mí y me dijo que mi padre había sido una de las personas más extraordinarias que había conocido en su vida.

     Los sueños son solo sueños pero el otro día al despertar, pienso que de alguna manera me he redimido. Ese sentimiento de orfandad creo que es universal a todos los humanos cuando llega el caso. Mi padre a fue a la guerra en 1936 recién cumplidos los dieciocho años. Sin embargo hasta 1978 no se estableció de manera legal la mayoría de edad para votar a los dieciocho años. No es un dato escandaloso? Los años cuarenta del pasado siglo serán recordados como los años del hambre.  Esa miseria económica y moral la soportaron  con dignidad pero a esa generación pienso que todavía se les debe un reconocimiento por los sufrimientos  y carencias que padecieron. Vuestro ejemplo fue la mejor herramienta para transitar por la vida, pero esa ausencia y ese vacío es una herida lacerante que hemos de asumir todos los días.