Desde hace algún
tiempo varias son las costumbres importadas en los últimos años desde
Norteamérica que han llegado hasta nuestros lares: Halloween fue quien
desembarcó primero, llenando de ridículas calabazas las tiendas del suelo patrio.
Le siguió la tabarra del Black Friday (¿recordáis el lema? sé patriota ¡consume!) y, para que la dicha
fuera completa, según he leído recientemente, ahora amenazan con lo que llegará
pronto: el Día de Acción de Gracias. Tiempo al tiempo.
Escribo estas
líneas en el estreno del mes de diciembre. Este consumo feroz con que nos
bombardean estos días, tiene mucho de obsceno y de despilfarro. Dicen que
cuatro de cada diez artículos que se compran en el Black Friday al final se
devuelven. Si esto es verdad la conclusión es que no los necesitábamos. Hay
tradiciones propias que respetamos porque nos las hemos dado nosotros, y otras
que nos son ajenas pero que hemos ido adoptando; la verdad es que somos
bastante permeables a las costumbres que vienen de fuera, generalmente de EEUU
pero sin aplicar ningún filtro y eso lo convierte en peligroso. Acto seguido
sorprende ver el silencio de nuestros partidos e instituciones frente a estas
modas llegadas de la otra parte del Atlántico. Tan solo algunos pocos
intelectuales alzan la voz frente a este tipo de invasión. Se critica la llegada de personas
que únicamente buscan un futuro mejor, pero nada se dice de esta penetración
cultural ajena a nuestras tradiciones. ¿Es el precio de la globalización? Qué pena!
Ahora que pronto
llegan las fechas navideñas, en mi tierra tenemos un querido personaje que
todos los años nos visita: es el Olentzero. La leyenda dice que es un carbonero
que vive en el monte y que el día de Nochebuena baja a la ciudad para traer
regalos a los niños, y ya de paso aprovechar para comer y beber. No viene solo
sino que está acompañado por un numeroso séquito que recorre las principales
calles de las ciudades. Se puede ver bueyes, ocas, burros, ovejas, patos, etc y
también txistularis y acordeonistas que cantan y bailan bajo la atenta mirada
de niños y mayores que llenan las aceras. Es la fiesta en la que se reivindica
la forma de vida y costumbres de los euskaldunes que viven en zonas de la
montaña y en caseríos.
Según opinión que
casi todos los estudiosos recopilaron, el Olentzero nació en la villa de
Lesaka (Navarra) para trasladarse luego a todo el País Vasco. Es una tradición mitológica que
coincide con el solsticio de invierno. A la llegada del cristianismo éste la
hizo suya. Antropólogos como Julio Caro
Baroja, Barandiarán y otros especialistas recopilaron material sobre mitología
popular y ya en 1967 elaboraron un video-documento que recoge la tradición del Olentzero. El primero que
se celebró en Pamplona fue en 1957 aunque tuvo que vencer numerosos obstáculos porque
el Gobernador Civil que lo consideraba un “acto profano”. Hoy día es un acto
multitudinario y entrañable que cuenta con el respaldo de una amplia mayoría
social.