Quiero comenzar
hablando de todas esas personas que en su día
tuvieron una intuición, una visión, una idea o como queramos llamarlo, y
que gracias a ellas disfrutamos hoy de espacios que se manifiestan en formas de
vida compartidas por toda una comunidad. Da lo mismo que uno se refiera a la
cultura, al deporte, a la política, a la ciencia, etc. Siempre hay una persona
impulsora, con una clara visión de futuro que es el inicio a un tiempo mejor o
a una tradición que con el tiempo se consolida. En la política me viene a la
mente la figura de Jacques Delors, padre fundacional de la Unión Europea; un
hombre adelantando a su tiempo, artífice de la moneda única, de la supresión de
fronteras y de la libre circulación de personas y mercancías. ¿Quién duda de
que nuestro presente es mucho mejor a la hora de viajar por Europa? Tal vez en
un futuro se consiga la unión política: los estados unidos de Europa. Es un
objetivo muy difícil porque la UE a día de hoy la componen cerca de treinta
países, cada una con su idioma, cultura e historia particulares y los acuerdos
que se plasman no es sino después de largas y difíciles negociaciones.
En el caso que hoy
nos ocupa, esta persona se llamaba Ana María Marín, persona de referencia en la
vida cultural y social del Valle de Baztán, pintora y concejala, amiga de
artistas como Oteiza, Sáenz de Oiza o Paco Ibáñez a quienes invitaba a
participar en exposiciones y actos culturales. Ella fue la principal impulsora
de una fiesta, el Baztandarren Biltzarra, que se celebra todos
los años en Elizondo (Navarra), capital del Valle de Baztán. Fue además
concejala desde 1966 hasta 1974 e impulsó el Museo Etnográfico y la Coral de
Elizondo. La fiesta consiste en un día de mercado que incluye el desfile de
carrozas, una por cada uno de los quince pueblos que integran el valle, en las que
enumera sus reivindicaciones, sus denuncias, aspiraciones, etc, al tiempo que
exhibe y da a conocer las formas de vida de una colectividad. La música y el
baile acompañan durante el recorrido el desfile de carrozas ante una multitud
que se congrega, venida de los alrededores y también de la capital. Para que
nada faltara, un suave sirimiri nos acompañó durante todo el festejo pero eso
no impidió que las calles y plazas se encontraran repletas de público. La de
este año ha sido la 61 edición y en sus comienzos tuvieron que luchar contra la
represión y la dictadura franquista, que no veía con buenos ojos la reivindicación
del idioma y la cultura vascas en una fiesta que comenzaba a consolidarse entre
la población. En el desfile de este año las carrozas han presentado temas
concretos como la emigración a EEUU de pastores pirenaicos durante la segunda
mitad del S. XIX o el contrabando cruzando la frontera como forma de vida tras
los duros años de la guerra civil, o el proceso de fabricación de tejas, de
calzado, etc.
Sin embargo, a día
de hoy, uno de los principales problemas que arrastran desde hace años los
pueblos enclavados en los valles pirenaicos es su paulatina despoblación. La
vida tradicional basada en torno a la ganadería y el pastoreo ya no seducen a
los más jóvenes, atraídos por las nuevas formas de vida que ofrece la capital;
además sus aspiraciones no coinciden con las de sus antepasados. Es evidente
que sin la ayuda de las administraciones públicas el futuro es bastante
incierto. En el momento de escribir estas líneas saltan a los titulares
informativos las noticias de que varias ciudades españolas se rebelan contra un
tipo de turismo depredador que encarece la vida de los ciudadanos y agota los
servicios públicos. Me pregunto para cuándo una política estatal de cara al
exterior poniendo en valor enclaves poco conocidos con el fin de revitalizar
comarcas que están perdiendo población, basadas en el valor paisajístico, el
folclore, tradiciones y gastronomía locales, así como ayudas y ventajas
fiscales para las empresas que se instalen en esos territorios. Desde hace
varios años se viene escuchando por parte de los analistas que el modelo de sol
y playa ya se encuentra agotado, pero al mismo tiempo seguimos levantando
hoteles y concediendo licencias de pisos turísticos en zonas ya de por sí muy
tensionadas.
Precisamente las
personas más jóvenes de la comarca de Baztán se han levantado contra ese modelo
turístico boicoteando la construcción de casi trescientas viviendas, un hotel y
un campo de golf proyectados en su entorno. El turismo sin control, invasivo y
depredador es malo allí donde se instale, ya sea en la costa o en el monte
rodeado de naturaleza. En nuestro país contamos con valles, territorios y
comarcas que tendrían una gran acogida turística regulada. El Valle de Baztán
es una de ellas.