lunes, 1 de julio de 2024

Noche de perros

 

     Aconteció en una noche de fuerte ventisca, oscura como la guarida del lobo. El ulular del viento sacudía los cristales y los copos de nieve ya se acumulaban en el alféizar de las ventanas. Ningún habitante se veía por las solitarias calles del pueblo, todos refugiados en sus casas. La única posada que queda, regentada por un matrimonio mayor está situada a las afueras del pueblo, ha conocido días mejores pero desde que cerró la mina de carbón hace unos años, se enfrenta a un futuro incierto debido a la falta de clientes. Los dueños disponen de un huerto que les proporciona frutas y hortalizas que venden en la capital. Su único hijo vive en Australia, les dice que vendan el huerto y la posada y se vayan con él, pero ellos le cuentan que aquí han vivido y aquí acabarán sus días. Además, ¿qué van a hacer en un país extraño y en las antípodas?

     Esa noche sus dueños están a punto de cerrar para irse a dormir cuando unos golpes secos llaman a la puerta. El marido, alarmado, coge el rifle porque ya no esperan a nadie. No es la primera vez que ruidos extraños se escuchan por los alrededores, es zona boscosa y el año pasado un oso hambriento dejó las marcas de sus garras en la puerta. Vuelven a repetirse los golpes impacientes. Antes de abrir el hombre amartilla el arma, es un mal presagio porque ¿quién se aventura a salir de casa una noche así? Con una mano abre la puerta y con la otra sujeta el rifle. Instantes después un hombre cae desplomado al suelo. El dueño cierra inmediatamente la puerta y le apunta con el arma, puede ser una treta o una emboscada para robarles, pero las ropas que lleva indican que el hombre ha sido sorprendido por la tormenta de nieve; tanto el calzado como su indumentaria no es la apropiada para esta época de año y es evidente que sufre de hipotermia severa. Le sientan junto a la estufa con el fin de que recupere sensaciones mientas la mujer prepara algo caliente para reconfortarle. El desconocido tiene rasgos orientales, tiembla como un niño y hasta pasados quince minutos no es capaz de reaccionar. Toma entre sus manos la taza caliente que le ofrecen, bebe a pequeños sorbos y parece que poco a poco la vida vuelve a su rostro. Luego emite sonidos, empieza a gesticular y ellos comprenden que es sordomudo. El hombre parece cansado y preparan su habitación. El marido recela y cuando se mujer se acuesta, coge el rifle y hace guardia cerca de la habitación donde duerme el extraño, puede tratarse de un fugitivo huido de la justicia. Recuerda que hace un año un expresidiario mató a una pareja antes de robarles.

     A la mañana siguiente, poco después del amanecer, un pequeño ruido despierta al marido que se ha quedado dormido con el rifle en la mano. Sigilosamente se acerca a la habitación del extraño, abre la puerta y se encuentra con la cama vacía. Presiente que le han engañado y que ha sido víctima de un robo, pero tras un concienzudo examen comprueba que aparentemente todo está en orden. Despierta a su mujer y con amargura le cuenta lo sucedido. Ni un gesto, ni una nota, ni siquiera un adiós. Gente desagradecida -dice el marido con amargura. La mujer calla porque no quiere aumentar el abatimiento de su marido.

      Mientras tanto las necesidades aprietan, la vieja furgoneta ya no da para más, les han dicho en el taller que necesita un nuevo motor pero… y el dinero? Han pasado ya cuatro meses cuando una mañana reciben una carta extraña. La letra, pequeña y menuda, no se corresponde a la de su hijo que es el único que les escribe. Tras abrirla comprueban que únicamente contiene una palabra: GRACIAS y, acompañando a ésta un cheque talón por valor de veinticinco mil euros. Después de la sorpresa inicial el matrimonio apenas puede contener las lágrimas, pero por diferente motivo: ella porque sabe que es el pago por haberle salvado la vida; él por haber sospechado que podía tratarse de un delincuente.