domingo, 7 de enero de 2024

La selva del Darién

 

     La selva del Darién es una región de Panamá que cada año atraviesan miles de migrantes en busca del anhelado sueño de Eldorado que para ellos significa llegar a EEUU. Hablar del Darién es hablar de una de las travesías más peligrosas del mundo: picaduras de mosquitos y serpientes, enfermedades, robos, tráfico de personas, violaciones y hambre. Los organismos internacionales, léase Gobiernos de la región, ONU, Corte Penal Internacional, etc no moverán ficha por ellos porque su único delito es ser pobres. Quienes se adentran en la selva son los mismos que semanas más tarde se subirán a la Bestia, el tren de la muerte que une Méjico con la frontera de EEUU viajando en la parte superior de los trenes sujetos con bridas y cuerdas para no caer en las vías cuando se queden dormidos. Nada será peor que lo que dejan atrás. Hablamos de una región de Panamá pero podríamos decir otros lugares como Somalia, Eritrea, Burkina Faso, Haití y tantos otros sitios donde a menudo la vida es un infierno.

     Joaquín (él prefiere que le llamen Xuaco), lleva más de cuarenta años en Panamá y conoce de primera mano la realidad del país. Es varias cosas en una sola: aventurero, explorador, cooperante, misionero. Tiene muy claro que su Dios es el de los pobres. Trabaja con el campesinado indígena creando cooperativas para su autoabastecimiento abogando por un comercio justo, libre de especuladores e intermediarios en medio de la exuberante vegetación que les rodea. Sabe bien lo que significa la palabra esperanza porque la ha aprendido de ellos, dicen que el que nada tiene confía en que algún día su suerte cambie. Su experiencia vital le ha enseñado que la maldad y el horror no es privativo de quienes cometen crímenes,  sino también de los que muestran indiferencia ante el dolor ajeno.

     Hace un par de meses recibió con sorpresa la llamada del  reportero de un equipo de la televisión sueca para  realizar un programa sobre los migrantes y las tribus indígenas que habitan en la selva panameña. Mientras se realiza la entrevista en uno de los pasos del Darién, la cámara va recogiendo el lamentable estado de las personas que los cruzan; sudorosos, llenos de barro, caminando hasta el agotamiento en busca del siguiente descanso donde les espera una pequeña red de apoyo que les facilitará agua embotellada, un plato caliente, atención médica para curar las heridas de los más débiles y, acaso, un refugio donde pasar la noche. A menudo los migrantes tienen que soportar la terrible visión de gente que ha fallecido, víctima de un viaje extenuante. Joaquín explica que uno de los problemas básicos es el de la comunicación con otras comunidades debido a que las carreteras o caminos son deficientes porque la selva literalmente los engulle. La única alternativa es el transporte a través de los ríos pero las canoas son lentas y escasas. El reportaje incluye una visita a los indios indígenas Emberá, Joaquín conoce su idioma y habla con los jefes de la tribu y explica al entrevistador su estilo de vida y costumbres. Los Emberá es una comunidad apegada a la tierra, defienden su territorio frente a las amenazas que sufren por parte de los caciques locales y las empresas multinacionales con el fin de que abandonen sus tierras para poder realizar prospecciones en busca de gas y otros materiales. Explica que la llegada del turismo invasor es también una amenaza para ellos puesto que altera su estilo de vida. Todo el mundo pretender hacerse fotos con ellos, quieren conocer sus viviendas a cambio de tabaco, alcohol, teléfonos móviles o zapatillas de marca.

     Ha pasado ya un mes desde entonces y hay días en los que se acuesta con amargura pensando si su trabajo sirve para algo, son momentos de flaqueza, todo el mundo los tiene. Pero hoy ha recibido una gran noticia desde Estocolmo. Le han comunicado que hace unos días  se emitió el reportaje en horario de máxima audiencia y que nada más terminar, la centralita se bloqueó debido a la gran cantidad de llamadas ofreciendo ayuda material para sus proyectos. Después de cenar, acude como es su costumbre a la mecedora, tranquilamente enciende su pipa y piensa que en el fondo es una persona afortunada. Sabe que la gente le aprecia y aunque su Dios a veces parece que es un poco sordo, al final siempre le escucha.