miércoles, 13 de diciembre de 2023

La música, ese arte

 

     Hace unos meses tuve la oportunidad de asistir en mi barrio a un concierto de música barroca a cargo de un grupo de cámara. Obras de Bach, Haendel, Vivaldi, Pachelbel, etc. Los músicos eran chicos jóvenes con una gran formación musical, todos menores de treinta años y poseedores del grado superior, es decir, gente talentosa con un gran futuro por delante.

    Faltaría a la verdad si no dijera que sentí envidia sana pero, a pesar de haber asistido a un gran concierto, hoy no vengo a hablar de ellos sino a poner en valor y a reivindicar a todas esas personas que ya en la edad adulta apuestan por estudiar música y a aprender a tocar un instrumento, entre las cuales me incluyo. Quiero resaltar ese esfuerzo porque simultanear dicho aprendizaje con el trabajo profesional no es nada sencillo; apenas dispones de tiempo, llegas cansado de trabajar, tal vez tienes hijos pequeños y has de buscar tiempo para practicar o asistir a clase.

     La música es algo inherente al ser humano porque el latido del corazón es nuestro metrónomo y nos acompañará a lo largo de nuestra vida. A diferencia de la política, la música siempre tiende puentes entre diferentes culturas (Leonard Cohen decía en una de sus canciones que “las fronteras son mi cárcel”), posee además un único y universal idioma aunque los ejecutantes sean de diferentes países. Es además la más universal de las artes, nos alegra la vida, es agradecida, te devuelve con creces el tiempo que has empleado en ella, potencia otras capacidades y disfrutas y haces disfrutar a quienes te escuchan.

     La música nos trae recuerdos, es inevitable no asociar determinada canción a una época, a un lugar o a una persona. Significa también melancolía de lo que un día fuimos. Cada época tiene sus himnos y sus canciones nunca pasan de moda porque somos fieles a ellas. Las mías eran y siguen siendo un buen ramillete que nunca me canso de escuchar: “Yesterday”, “Los sonidos del silencio”, “Imagine”, “You never can thell”, “Cotton fields”, “Stand bye me” o “Hello Mary Lou” entre otras muchas. Gracias a la música he podido descubrir nuevos ritmos, visitar algunas ciudades, pero sobre todo me ha servido para conocer gente maravillosa, entablar relaciones de amistad y compartir buenos momentos. La música nos emociona porque los seres humanos, aunque pertenezcamos a diferentes culturas, en lo fundamental estamos hechos de la misma materia. Las armas del mundo no deberían ser los cañones, las bombas y misiles sino los violines y trompetas, los clarinetes, los violonchelos, las flautas y las tubas, acompañados por las voces del coro interpretando esa joya que es la Novena Sinfonía de Beethoven, el himno que canta a la fraternidad entre todos los pueblos de la Tierra.