Con la llegada del buen tiempo todos los veranos me dejo caer por alguno de los lugares que desde hace años deseo conocer. Este año la elección ha sido Canfranc, en el Pirineo de Huesca, cerca de la frontera francesa. Hablar de Canfranc es hablar de la Estación Internacional, un lugar cargado de historia. Inaugurada por Alfonso XIII en 1928, desempeñó un papel importante entre España, Francia y Alemania durante la II Guerra Mundial. Considerada en su tiempo como la segunda más importante de Europa después de la de Leipzig, fue escenario de espías, contrabandistas y huidas de judíos que escapaban de las garras nazis. Por aquí también pasaron ochenta toneladas de lingotes de oro expropiado a los judíos por parte de Alemania para pagar la venta de wolframio de España y Portugal. El wolframio se convirtió en un mineral muy apreciado por su gran dureza y servía para reforzar los carros de combate alemanes. Galicia se convirtió en la gran productora y de Ferrol salían barcos cargados de material escoltados por submarinos alemanes. Finalmente los aliados acabaron prohibiendo a Franco la venta de wolframio a Alemania bajo la seria advertencia de una posible invasión. Hoy día tiene uso civil como componentes para móviles, computadoras, herramientas de corte para perforar rocas, brocas, etc.
La estación de Canfranc ha dado pie para abundante material periodístico y cinematográfico. Como Franco siempre receló de una posible victoria aliada, hizo construir toda una red de búnkeres entre 1944 y 1948 desde el Cantábrico hasta Cataluña (unos cinco mil), a lo largo de todo el Pirineo, hoy la mayoría ocultos entre la vegetación y la maleza. En el momento de escribir estas líneas leo en la prensa local que las instituciones están llevando a cabo un proyecto denominado "fronteras de hormigón", que trata de recuperar veinticinco de estos búnkeres a través de trabajos de campo en los que participan jóvenes voluntarios.
Después de casi cincuenta años de abandono (tras el descarrilamiento de un tren en el túnel que une Francia y España), el plan es devolver el antiguo esplendor al conjunto potenciando la imagen de la Estación Internacional aprovechando su impresionante arquitectura en un entorno privilegiado con los Pirineos al fondo. Para ello el Gobierno de Aragón ha invertido en recursos en los nuevos paramentos, fachada e interiores del vestíbulo de la Estación que requerían una mejora urgente de sus instalaciones. El día de nuestra visita todo el conjunto se hallaba parcialmente en obras por lo que no pude acceder, tal como era mi deseo, para fotografiar los antiguos hangares de locomotoras y la playa de vías donde todavía se observan vagones en espera de su restauración o desguace. Me vuelvo con la sensación de que he venido demasiado tarde para conocer este lugar. Tengo entendido que hasta los años setenta y ochenta era posible encontrar en las antiguas dependencias, manuscritos y documentos que hacían referencia a los años de la II Guerra Mundial. De todos es sabido que la desidia y el abandono siempre han sido características inherentes a este país.
Hay todo un plan de inversiones con el fin de revitalizar la comarca dotado de 27 millones de euros que servirán para reacondicionar y dotas de nuevas infraestructuras, pisos, lofts y un hotel de lujo con cien habitaciones en lo que antes era la Estación Internacional. Al finalizar la contienda este escenario también fue testigo de la huida con pasaportes falsos de los jerarcas nazis. Muchos se establecieron en nuestro país (principalmente en Denia y costa de Levante), pero la mayoría huyó a Sudamérica vía Lisboa.
Luego de ver y admirar la belleza y el paisaje que me rodea, nos aguarda otra sorpresa todavía mayor: el Laboratorio Subterráneo de Canfranc, un enclave muy poco conocido por el gran público. Está excavado en roca a 800 metros de profundidad debajo de la montaña, la cual filtra la radiación creando el silencio cósmico y dotado con los instrumentos necesarios para llevar a cabo los experimentos científicos, especialmente en la investigación de la materia oscura del universo. Cada año centenares de científicos de más de veinte países realizan experimentos y trabajos de investigación. En un momento hemos pasado de los 35 grados del exterior a los 12 dentro del túnel. Las visitas están restringidas y es necesario solicitar un pase para tener acceso al Laboratorio y a la visita guiada. Me maravilla pensar que mientras el común de los mortales llevamos una vida normal y rutinaria con las preocupaciones lógicas del día a día, haya gente que dedica su tiempo y energía en realizar pruebas y ensayos en un agujero a ochocientos metros de profundidad. El científico que nos acompaña nos habla de la radiación, de los neutrinos, de la continua expansión del universo y de que a pesar de los avances técnicos, solo conocemos la composición del cinco por ciento de la energía y materia del universo. Ignoro cuál es la utilidad práctica de sus estudios pero confío en que algún día servirán para un mejor conocimiento del medio en el que vivimos y que éstos redundarán en un avance para la Humanidad.