miércoles, 17 de noviembre de 2021

Senderos y caminos (2ª parte)

      Recientemente he vuelto a recorrer un tramo del Camino de Santiago. Por circunstancias que luego explicaré han sido tan sólo cien los kilómetros recorridos, desde Carrión de los Condes hasta León, pero suficientes para sentir de nuevo ese poder mágico que posee el Camino, sin duda la mejor comparación con el camino de la vida. Todo está ahí:  el esfuerzo, el afán de superación, los momentos de crisis, la soledad, el saber valorar los pequeños placeres, etc son parte integrante del desafío que todo viajero ha de afrontar. Nos encontramos en plena meseta castellana: llanuras infinitas, cielos claros, aldeas pequeñas, construcciones de adobe, apenas lugareños por la calles. De nuevo he revivido las mismas sensaciones que hace dos años; el descubrir a diario nuevos paisajes, la soledad del caminante, la charla con el desconocido, el dormir cada noche en un lugar diferente, la atención al peregrino de los encargados de los albergues...

     La primera etapa, la que mejor recuerdo, finalizó en Terradillos de los Templarios en el albergue Jacques de Molay, llamado así en honor del último Gran Maestre  de la Orden del Temple acusado de herejía y quemado vivo en la hoguera frente a la catedral de Notre Dame de París en 1314. El albergue era el único establecimiento que había en el pueblo. Ni tiendas, ni farmacia, ni bares. Sahagún fue el primer pueblo importante en nuestro camino, también el mejor albergue que nos acogió esos días. El responsable, Alejandro, amablemente me indica, y yo tomo buena nota, de los albergues que él me recomienda para las sucesivas etapas; aquellos que a su juicio aún mantienen la esencia de los antiguos peregrinos. A lo largo del Camino los hospitaleros cumplen una función muy importante puesto que cuidan del peregrino, facilitan información, le escuchan, le orientan. En la mayoría de los casos, si no en todos, son antiguos peregrinos que devuelven todo lo que el Camino les ha deparado. En definitiva, son la mejor guía que uno pueda encontrar.

     Después de algunas etapas llegamos a León, la cuarta gran ciudad del Camino francés. Allí nos espera mi amigo Roberto para enseñarnos la ciudad: la catedral, la casa Botines, el convento de San Marcos y para finalizar el barrio Húmedo, templo gastronómico de León. Por desgracia mi aventura terminará aquí. Mi compañero Pedro viene arrastrando una herida en el pie que le impide continuar. En un centro médico de la ciudad le han desaconsejado seguir adelante. Un tanto decepcionados nos volvemos para Madrid. Nos restan trescientos kilómetros para llegar a Santiago. El año que viene prepararemos el asalto final.